La sequía es uno de los mayores riesgos para la supervivencia y productividad de los bosques a nivel global. En un contexto de cambio climático creciente, comprender cómo se adaptan los árboles al estrés hídrico se ha vuelto esencial para el manejo forestal.
Con ese objetivo, un equipo internacional de científicos de Argentina, Canadá y Estados Unidos analizó más de 1.200 ejemplares de Pinus contorta, una especie ampliamente distribuida en el oeste de América del Norte y utilizada como modelo para entender las respuestas fisiológicas de los bosques ante la falta de agua.
La investigación, publicada en la revista científica Ecology and Evolution, integró datos de crecimiento, anillos de crecimiento, información climática y análisis genómicos. Este enfoque multidisciplinario permitió descubrir que las diferencias genéticas entre los árboles determinan su capacidad de recuperarse después de una sequía.
Según explicó Eduardo Cappa, investigador del Instituto de Recursos Biológicos (IRB) del INTA y del Conicet, “los árboles que logran recuperarse más rápido después de un evento de sequía mantienen un mejor desempeño a lo largo del tiempo”. Esta información, destacó, “es clave para los programas de mejoramiento forestal en un contexto de variabilidad climática”.
Entre los principales hallazgos, el equipo identificó que existen diferencias genéticas en la capacidad de recuperación, lo que abre la posibilidad de seleccionar árboles más resistentes para proyectos de reforestación y manejo sustentable.
Además, los científicos desarrollaron un nuevo índice que mide con precisión la respuesta de los árboles ante sequías repetidas, una herramienta que podría incorporarse en los programas de mejora genética forestal.
El estudio también reveló que los árboles provenientes de regiones más cálidas y secas mostraron mejor desempeño bajo condiciones de sequía, lo que confirma que el origen poblacional influye directamente en la adaptación.
“El enfoque integrador del estudio —que combina dendrocronología, información climática, genómica y modelado estadístico— permite entender con mayor profundidad cómo los árboles responden al estrés climático”, subrayó Cappa.
Finalmente, el investigador destacó que este trabajo demuestra “la capacidad del INTA y el Conicet para liderar investigaciones internacionales de frontera y aportar herramientas concretas para un manejo forestal más sostenible y resiliente frente al cambio climático”.