A poco más de 100 kilómetros de la Ciudad de Buenos Aires, Cortines, una pequeña localidad del partido de Luján, se consolida como uno de los destinos preferidos para quienes buscan una escapada tranquila de fin de semana. Su combinación de historia ferroviaria, paisajes rurales y gastronomía artesanal lo convierten en un punto de interés creciente dentro del turismo bonaerense.
Ubicado a dos horas de la Capital, el pueblo conserva la esencia de aquellos lugares donde el tiempo parece detenerse. Calles sombreadas, casonas del siglo XIX y un boulevard central con árboles centenarios dibujan la postal de un rincón que mantiene viva su identidad y su pasado ligado al ferrocarril.
Cortines es sinónimo de descanso. Con una población que ronda los 900 habitantes, su vida transcurre entre la quietud de las tardes soleadas y la hospitalidad de sus vecinos. El Boulevard Dr. Muñiz, especialmente en otoño, ofrece un espectáculo natural único: los árboles cambian de color y enmarcan las casonas de ladrillo con rejas y ventanales amplios, evocando la estética del siglo XIX.
Hoy, muchas de esas viviendas fueron restauradas y transformadas en restaurantes y casas de té, donde se sirven panes caseros, embutidos regionales y platos tradicionales de campo. Este equilibrio entre lo histórico y lo actual es lo que hace de Cortines un destino ideal para quienes buscan reconectar con lo esencial sin alejarse demasiado de la ciudad.
“Es un pueblo que conserva su escala humana, donde el visitante puede caminar sin apuro y disfrutar de la naturaleza”, comentan los vecinos, orgullosos del crecimiento del turismo en la zona.
El origen de Cortines se remonta al 23 de mayo de 1888, fecha ligada a la expansión del Ferrocarril Buenos Aires al Pacífico. La llegada del tren transformó por completo la región: permitió el traslado de cereales, leche y otros productos hacia los grandes centros urbanos y atrajo nuevos pobladores.
El terrateniente Domingo Amestoy donó los terrenos donde se levantó la estación, que pronto se convirtió en el corazón del pueblo. Años más tarde, con la nacionalización de los ferrocarriles en 1948, la estación pasó a formar parte del Ferrocarril General San Martín, consolidando el vínculo entre la localidad y la red ferroviaria nacional.
Aunque el servicio perdió relevancia con el tiempo, la estación conserva su estructura original y se mantiene como un símbolo de la historia local. Muchos visitantes eligen llegar a Cortines en tren, disfrutando de un recorrido que revive el espíritu de las antiguas excursiones de fin de semana.
El viaje hacia Cortines es sencillo. En auto, el trayecto desde la Ciudad de Buenos Aires toma poco más de dos horas por la Ruta Nacional 7. Quienes prefieren el ferrocarril pueden optar por el servicio del tren San Martín, que conecta la Capital con Luján y detiene en la estación del pueblo.
Una vez allí, el visitante encuentra un entorno sereno, ideal para caminar. No hay ruidos de tránsito ni grandes comercios: solo casas bajas, jardines cuidados y plazas donde el silencio se combina con el canto de los pájaros.
La propuesta gastronómica es otro de sus atractivos. Pulperías, bodegones y restaurantes familiares ofrecen menús basados en productos locales: carnes a la parrilla, pastas caseras, dulces regionales y vinos boutique. Los fines de semana, la plaza principal y los alrededores del boulevard se llenan de feriantes y artesanos que ofrecen productos orgánicos y objetos hechos a mano.
“Cortines tiene esa magia de los pueblos que conservan su historia sin perder autenticidad”, destacan desde la dirección de Turismo de Luján. La localidad, aseguran, es un ejemplo de cómo el turismo rural puede desarrollarse sin alterar el equilibrio del entorno ni la identidad de sus habitantes.

Más allá de su tamaño reducido, Cortines ofrece una experiencia completa: paisajes de campo, arquitectura antigua, gastronomía típica y un ambiente de calma que contrasta con el ritmo urbano. El visitante puede pasar el día recorriendo sus calles o alojarse en alguna de las casonas convertidas en posadas rurales, donde predominan el confort y la cercanía con la naturaleza.
En los últimos años, el crecimiento del turismo sustentable y la búsqueda de experiencias auténticas revalorizaron a los pueblos bonaerenses como alternativas de descanso. Cortines se ubica entre los favoritos junto a destinos como Tomás Jofré, San Antonio de Areco y Carlos Keen, todos parte de un circuito que rescata la vida rural y la herencia ferroviaria de la provincia.
La estación, con su andén de ladrillo y su cartel original, se convirtió en uno de los lugares más fotografiados del pueblo. A su alrededor, antiguos galpones se transformaron en talleres y espacios culturales que reciben a músicos, pintores y visitantes.
El espíritu de Cortines no está en sus monumentos sino en su vida cotidiana: en el saludo de sus habitantes, en los niños jugando en la plaza, en los aromas que salen de los hornos de barro. Todo parece recordar que, a veces, la felicidad se encuentra en los lugares más simples.
A solo dos horas de la Capital, Cortines ofrece una invitación clara: bajar un cambio y disfrutar del presente. Un destino donde la historia, la naturaleza y la calidez humana se entrelazan para dar forma a un viaje distinto, lejos del ruido pero cerca de todo. Según destacó MDZ, este pintoresco pueblo bonaerense combina el encanto de las casonas antiguas con una vida tranquila y un entorno ideal para desconectarse.