o caben dudas que la cadena de soja en la Argentina es eficiente en la producción primaria, y que la gran industria genera valor agregado a través de la harina y el aceite. Sin embargo, pymes y grandes industrias se enfrentan a un próximo desafío: avanzar un paso más en la cadena de valor y cambiar la matriz productiva comoditizada por una de mayor valor.
En esta línea, el coordinador del proyecto de Agregado de Valor del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), Alejandro Saavedra, resalta la necesidad de “ir más allá” y producir proteínas para consumo humano, complementando el trabajo de la industria. “El desafío en soja no es procesar más, sino hacer nuevos y diferentes productos; es ofrecer la posibilidad de disponer de una fuente proteica de alta calidad para sus explotaciones –feedlots, tambos, granjas aviares y porcinas, fábricas de productos para consumo humano o alimento balanceado– en una planta procesadora que esté a no más de 50 kilómetros de donde se produce la materia prima”, explica Saavedra.
La responsabilidad de protagonizar esta “segunda revolución de la soja” la tienen las pequeñas y medianas industrias del sector de extrusado-prensado. A cargo de emprendedores locales, mayormente grupos asociados de productores agropecuarios o empresas familiares de pequeñas localidades del interior de las provincias, se trata de un sector que procesa entre un 8% y un 10% de la soja argentina.
“Hay empresas de este complejo de pymes que ya crecen más del 43% en su facturación, pasando de la producción primaria a una primera etapa (expeller), y alcanzan más de un 200% de aumento al avanzar en un proceso de texturizado, concentrado o aceite metilado”, sostiene.
La clave para esta nueva etapa está en alentar la competencia entre las pymes y las grandes industrias. “Falta darles la posibilidad de que ambas escalas industriales se complementen”, indica Saavedra, y enfatiza en que para eso es necesario premiar el valor agregado, promover incentivos y beneficios para quienes avancen en la cadena de valor, y que tengan acceso al crédito para maquinaria y capital de trabajo.
Por otro lado, pasar de la producción primaria a un primer procesamiento aumentaría tres veces la mano de obra, con la posibilidad de incrementarse diez veces más en los siguientes eslabones.
El porqué de la necesidad de avanzar en la industrialización se encuentra en el potencial impacto social y económico hacia adentro de las provincias argentinas. En este sentido, es clave el avance de este sector hacia la institucionalidad a través de las cámaras provinciales. “Es la manera en que se posicionan y demuestran que, lejos de competir con la gran industria, la complementan”, concluye el experto.