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Por Fernando Vilella | Denise Sol Mazzitello | Agroempresario.com
En el marco del Ciclo de Seminarios In-House “Argentina Agrega Valor en Origen”, Agroempresario.com organizó su Segunda Edición sobre “Bioenergías: ¿Estamos aprovechando el momento global?”, realizada el pasado 2 de diciembre y coordinada por Fernando Vilella, Director de Desarrollo de Agroempresario.com. Martín Pinos Perfetti, Socio Gerente de BGA Energía Sustentable SRL, analizó el presente y futuro del biogás en Argentina, un sector que considera clave para la economía circular, la gestión de residuos y la transición energética. La conversación permitió trazar un panorama preciso sobre el avance tecnológico, los obstáculos regulatorios y el potencial productivo de un país con recursos abundantes, pero aún sin un marco actualizado que habilite su expansión.
Pinos Perfetti recordó que su recorrido comenzó “hace más de 15 años”, cuando junto a sus socios se insertó en un sector que todavía no contaba con desarrollos reales a escala industrial. “En ese momento fue todo una apuesta”, señaló. Desde entonces, trabajó en investigación, diseño y construcción hasta lograr la primera planta que generó y vendió energía eléctrica a la red.
Ese proyecto pionero de 2012, instalado en la empresa La Micaela, implicó “un montón de desafíos técnicos, tecnológicos y de desarrollo científico”, pero demostró que era posible replicar un modelo de producción que en Europa ya estaba maduro. La consolidación llegó cuando se implementó el programa RenovAr, que permitió firmar contratos de abastecimiento eléctrico a largo plazo, otorgando previsibilidad a la inversión.
Gracias a ese marco, explica, se multiplicaron las iniciativas: “Finalmente dieron lugar a más de 30 plantas de alta tecnología, muy similares a las europeas, de punta a punta”.
BGA Energía Sustentable participó directamente en la puesta en marcha de cinco de esos proyectos, todos conectados a la red eléctrica nacional y con contratos de 20 años, un elemento clave para garantizar la viabilidad financiera.
Hoy el foco del sector se mueve hacia una nueva etapa: el biometano, un combustible renovable obtenido mediante la purificación del biogás para alcanzar composiciones cercanas al 98% de metano. “Estamos apuntando al biometano”, afirmó el referente, ante la ausencia de nuevas licitaciones para vender electricidad a la red.
Explicó que si Argentina incorporara apenas 1% de biometano en su consumo actual de gas, sería necesario construir alrededor de 150 plantas de gran escala, lo que evidencia el enorme margen de crecimiento. Actualmente existen unas 35 plantas industriales en funcionamiento, concentradas principalmente en Santa Fe, Córdoba, Buenos Aires y San Luis, todas ubicadas en zonas agropecuarias que pueden suministrar residuos orgánicos de manera estable.
Para Pinos Perfetti, el país está “repleto de oportunidades” debido a la disponibilidad de residuos agropecuarios e industriales. El sector ve como materia prima lo que, para muchas empresas, constituye un pasivo ambiental: estiércol bovino y porcino, desechos de frigoríficos, suero lácteo, efluentes líquidos y sólidos, entre otros. “Con la mayoría de mis colegas creemos que hay que fomentar la utilización de residuos que abundan en nuestro país”, sostuvo.
En comparación, Alemania, con una superficie mucho menor, posee cerca de 10.000 plantas de biogás, lo que dimensiona el espacio para crecer que tiene la Argentina si se generaran condiciones regulatorias adecuadas.
El especialista recordó también su trabajo como tecnólogo en plantas asociadas a granjas de cerdos, donde el aprovechamiento de estiércol permitió transformar un problema ambiental en un flujo energético estable. Allí destacó la capacidad local para replicar desarrollos avanzados sin depender completamente de equipamiento importado.
Uno de los puntos más críticos señalados por Pinos Perfetti son los obstáculos normativos, por ejemplo, en la Provincia de Buenos Aires. Aunque paradójicamente las plantas de biogás reducen la contaminación, los proyectos enfrentan exigencias ambientales más duras que las actividades que generan los residuos. “Hay burocracia y tarda en resolverse”, lamentó, especialmente para gestionar permisos, habilitaciones y certificaciones.
Según explicó, muchas veces la comercialización del biosólido, resultado del tratamiento, también se ve afectada por “requerimientos demasiado altos” y falta de criterios unificados entre organismos, lo que obliga a que en muchos casos solo pueda utilizarse como fertilizante dentro del propio establecimiento.
La falta de capacitación o conocimiento específico en organismos provinciales o municipales complejiza aún más el camino. “Hay mucho escollo burocrático que a veces atenta contra el desarrollo”, advirtió.
Frente a estas barreras, BGA Energía Sustentable decidió avanzar hacia la integración industrial. “Empezamos a montar una fábrica y hoy estamos produciendo todo el tren de acondicionamiento de gas”, relató. Fabrican filtros, sistemas de purificación, unidades de desulfurización y equipos para manejar excedentes, originando una inversión que impulsó la creación de empleo especializado.
La empresa también montó un laboratorio propio para evaluar el potencial de producción de metano de cada residuo. “Cuando analizamos un caso vemos realmente cuánto puede llegar a rendir en gas y le damos al interesado una visión mucho más concreta”, explicó. Este desarrollo local reduce costos y permite adaptar soluciones a las características específicas de cada región.
Aunque existen insumos que aún deben importarse, como algunos filtros de origen vegetal utilizados para retirar compuestos no deseados, el referente aseguró que esperan disponibilidad nacional para continuar sustituyendo tecnologías externas.
El especialista valoró el nivel tecnológico alcanzado por las plantas argentinas, comparables a las europeas, pero insistió en que el gran desafío está en el marco regulatorio futuro. Sin licitaciones nuevas para energía renovable, el crecimiento dependerá de habilitar un mercado de biometano, lo que requiere reglas claras para su inyección en redes de gas y para el desarrollo de un esquema tarifario y contractual previsible.
“Necesitamos que se abra un cupo o que se dinamice la posibilidad de generar biometano”, afirmó. Aunque su inyección no está prohibida, en la práctica existen múltiples trabas técnicas y administrativas, sumadas a la falta de capacitación en algunos operadores de redes. Para Pinos Perfetti, ordenar ese ecosistema permitiría expandir una industria que beneficia no solo a la producción, sino al ambiente, a las comunidades y a la reducción de emisiones.
Una de las principales fortalezas del biogás es que permite generar energía distribuida, es decir, producción localizada cerca del consumo, sin necesidad de cables de alta tensión o gasoductos. Plantas de un megavatio pueden repotenciar puntos críticos de la red eléctrica y proyectos de biometano pueden abastecer a comunidades que hoy dependen de gasoductos virtuales o que directamente no tienen acceso al gas.
Además, esta tecnología impulsa la economía circular, es decir, el residuo de una actividad productiva se convierte en el insumo para generar energía, que a su vez habilita nuevas actividades como sistemas de riego, ampliaciones industriales o expansión de granjas. “Eso genera una economía circular, porque el residuo de una producción es el insumo para generar energía y dar viabilidad a otra”, describió.
En regiones del interior donde los servicios son insuficientes, estas soluciones podrían cambiar el escenario productivo. Sin embargo, no dependen solo de la iniciativa privada, sino que requieren de la articulación con organismos responsables del transporte y distribución de gas.
Pinos Perfetti cerró su intervención con una mirada optimista pero realista. “Apostamos a que en el futuro seamos escuchados y se multipliquen estos proyectos”, dijo. El potencial argentino es “enorme”, no solo por sus residuos abundantes, sino por sus ventajas productivas, su ecosistema agropecuario y la capacidad tecnológica demostrada.
Para el especialista, el desarrollo del biogás y el biometano representa una alternativa “win-win” para el país: menor impacto ambiental, transformación de pasivos contaminantes, energía renovable local y nuevas oportunidades para las economías regionales.
