¿El mercado global de bioenergías crece?

Manuel Otero, Director General del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA)

viernes 12 de diciembre de 2025

Por Fernando Vilella | Denise Sol Mazzitello | Agroempresario.com

En el marco del Ciclo de Seminarios In-House  “Argentina Agrega Valor en Origen”, Agroempresario.com organizó su Segunda Edición sobre “Bioenergías: ¿Estamos aprovechando el momento global?”, realizada el pasado 2 de diciembre y coordinada por Fernando Vilella, Director de Desarrollo de Agroempresario.com. La visión de Manuel Otero, Director General del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA), adquiere un valor estratégico, que es interpretar hacia dónde se dirige la región en un escenario global que acelera, demanda mayor escala y redefine el rol de los países agroproductores.

El mercado global de las bioenergías atraviesa un momento de expansión silenciosa, pero profundamente transformadora. Su avance reconfigura la matriz energética mundial, impulsado por la urgencia climática, la presión internacional para reducir emisiones y la búsqueda de nuevas oportunidades productivas en países con abundancia de biomasa. Otero describió: “Los biocombustibles son mucho más que energía, son una herramienta de transformación de los territorios”.

El interrogante sobre si el mercado global de bioenergías crece no admite respuestas simplistas. Según Otero, sí crece, pero lo hace en múltiples velocidades según regiones, tecnologías y marcos regulatorios. La transición energética no es una tendencia lejana: es un proceso en curso que requiere inversión, planificación y una comprensión integral de la biodiversidad, la biomasa, los sistemas productivos y las cadenas de valor vinculadas a los biocombustibles y la bioeconomía. América Latina, y particularmente países como Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay y Colombia, posee una combinación de recursos naturales, conocimiento técnico y capacidades institucionales que la posicionan como un actor central en este nuevo paradigma.

Para Manuel Otero, el crecimiento del mercado de las bioenergías no puede analizarse de manera aislada, sino dentro de una ecuación más amplia que incluye seguridad alimentaria, sostenibilidad ambiental, equidad territorial e innovación tecnológica. La región, sostiene, tiene la oportunidad de convertirse en proveedor global de soluciones energéticas limpias y sostenibles, pero eso exige una mirada estratégica que integre la agricultura con el desarrollo industrial y científico. Es decir, comprender que la bioenergía no es simplemente un producto: es un ecosistema.

El impulso global hacia las energías renovables, y especialmente hacia los combustibles de origen biológico como el bioetanol y el biodiesel, responde a la transición lejos de los combustibles fósiles ya no es una opción política, sino un mandato ambiental y económico. Los países buscan alternativas que reduzcan su dependencia de recursos no renovables, generen empleo y promuevan economías más resilientes. Allí entran en juego los biocombustibles líquidos como el bioetanol, el biodiesel, el biogás, el biochar, los combustibles de aviación sostenible (SAF) y una amplia gama de innovaciones que transforman residuos en energía. Otero advirtió: “La agricultura de las Américas tiene hoy la capacidad única de producir en un mismo proceso productivo, alimento, fibras y energía limpia”.

Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura

La trayectoria del IICA, bajo el liderazgo de Otero, fue clave para promover esta conversación a nivel continental. Desde hace años, la institución impulsa agendas de cooperación técnica que conectan a los productores, gobiernos, instituciones científicas y empresas tecnológicas. Esa articulación es indispensable para comprender cómo crece el mercado global, que no lo hace de manera aislada, sino a través de redes y cooperación. En este sentido, Otero destaca que la bioenergía es uno de los pilares fundamentales para lo que denomina las nuevas ruralidades, es decir, territorios rurales más dinámicos, diversificados, tecnificados y capaces de agregar valor. Nosotros desde el IICA, afirmamos que esta es la hora de una nueva narrativa para el agro de las Américas, que hable al mismo tiempo de productividad, sostenibilidad e inclusión y el elemento aglutinante e integrador sea la bioeconomía”, expresó el director general.

Uno de los aspectos más relevantes es cómo se distribuye el crecimiento del mercado. Según el director del IICA, mientras la Unión Europea impulsa regulaciones más estrictas para reducir su huella de carbono, Estados Unidos refuerza estímulos fiscales para la industria del etanol y SAF, y Asia, especialmente China e India, demanda volúmenes crecientes de biomasa y tecnologías asociadas. En este escenario, América Latina emerge como un proveedor natural. La región no solo produce más biomasa renovable que cualquier otra, sino que además posee potencial para multiplicarla sin competir con la producción de alimentos. El desafío, sostiene Otero, es transformar ese potencial en un proyecto de desarrollo concreto.

¿Cómo puede la región capturar esta expansión global? La respuesta, desde la perspectiva del IICA, involucra cinco componentes fundamentales: innovación tecnológica, financiamiento, certificación ambiental, articulación público-privada y fortalecimiento de capacidades técnicas. Estos elementos determinan la competitividad real en el mercado global. Sin biorefinerías modernas, sin normativas claras y sin incentivos para la inversión, es difícil escalar. Sin embargo, América Latina está dando pasos importantes. Países como Brasil ya son líderes mundiales en etanol y biodiesel, mientras que Argentina posee uno de los complejos agroindustriales más sofisticados del mundo, con posibilidades de expandirse hacia la producción de SAF, biogás, biochar y otros derivados.

A nivel industrial, la transformación también está en marcha. La demanda de combustibles sostenibles de aviación (SAF) crece exponencialmente, impulsada por nuevas regulaciones internacionales y compromisos de reducción de emisiones de las principales aerolíneas. Este segmento, destaca Otero, podría convertirse en uno de los grandes motores del crecimiento del mercado global de bioenergías en la próxima década. Para países agroproductores, esto significa la oportunidad de integrar sus cadenas de valor a una industria global en rápida expansión.

Pero el crecimiento no depende únicamente de la demanda. También influyen factores geopolíticos, comerciales y ambientales. La presión internacional para reducir emisiones obliga a los países desarrollados a transformar su matriz energética, mientras que la competencia geopolítica por la seguridad energética impulsa la búsqueda de fuentes renovables locales. En ese contexto, la bioenergía aparece como una solución flexible, escalable y compatible con las infraestructuras existentes.

Para América Latina, la transición energética global representa tanto una oportunidad como un desafío. Otero advierte que no basta con tener biomasa abundante; se necesita un marco estratégico que permita transformar esa biomasa en valor agregado. Hoy, muchas cadenas productivas generan enormes volúmenes de residuos que podrían convertirse en energía, fertilizantes o bioproductos. Ese potencial subutilizado es uno de los temas centrales en los que el IICA trabaja, para promover la circularidad, la eficiencia y el aprovechamiento integral de los sistemas agroindustriales.

El crecimiento del mercado global también se vincula con la expansión de la bioeconomía, concepto que Otero defiende como un eje estructural de desarrollo para la región. La bioeconomía, explica, abarca una transformación profunda en la forma en que producimos alimentos, fibras, materiales y energía. Es un modelo que conecta la ciencia con la producción, la innovación con los territorios y la sostenibilidad con la competitividad.

El aumento del comercio internacional de biocombustibles es otro indicador del crecimiento del mercado global. Las exportaciones de biodiesel, bioetanol, pellets, biomasa procesada y bioproductos continúan expandiéndose, y los nuevos acuerdos comerciales incorporan cada vez más cláusulas vinculadas a la sostenibilidad.

El rol del sector privado es fundamental en esta transformación. Las inversiones necesarias para desarrollar biorefinerías, infraestructura logística e innovación tecnológica provienen en gran medida de empresas agrarias, industriales y energéticas. El Estado, por su parte, debe generar reglas claras, estabilidad normativa y un entorno favorable para la inversión. Otero destaca que el diálogo público-privado es indispensable para construir una visión compartida.

El crecimiento del mercado global de bioenergías también está vinculado a los cambios en la percepción social. La ciudadanía demanda soluciones sostenibles, y las bioenergías ofrecen una alternativa concreta, escalable y compatible con la vida diaria.

La convergencia entre bioenergías, agricultura digital y tecnologías exponenciales también impulsa la expansión del mercado. Según Otero, la agricultura moderna permite medir el impacto ambiental con precisión y genera evidencia clave para competir en mercados internacionales.

Avance de las bioenergías

Para Otero, el avance de las bioenergías implica también desarrollo territorial. Nuevas plantas industriales, empleo rural, agregado de valor y cadenas diversificadas pueden equilibrar el crecimiento entre regiones.

Los sistemas híbridos, que integran bioenergías solar, eólica e hidrógeno verde, también representan una innovación disruptiva que favorece el crecimiento global de estas cadenas.

Entonces, Otero pregunta: “¿crece el mercado global de bioenergías?” Sí, y lo hace impulsado por fuerzas convergentes: transición energética, presión climática, demanda internacional, innovación tecnológica y nuevas oportunidades industriales. Pero exige visión a largo plazo, cooperación regional y políticas claras.

Para Manuel Otero, América Latina se encuentra en una encrucijada histórica. El mundo demanda energía verde, biomasa sostenible y soluciones climáticas. La región puede dar respuesta, pero necesita planificación, cooperación y audacia. La bioenergía es una oportunidad económica, productiva, ambiental y geopolítica. El director general concluyó: “el gran objetivo del IICA es que los biocombustibles y SAF se conviertan en una palanca importante para la descarbonización y al mismo tiempo promover el desarrollo rural en toda la región”.



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