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Por Fernando Vilella | Denise Sol Mazzitello | Agroempresario.com
En el marco del Ciclo de Seminarios In-House “Argentina Agrega Valor en Origen”, Agroempresario.com organizó su Segunda Edición titulada “Bioenergías: ¿Estamos aprovechando el momento global?”, realizada el pasado 2 de diciembre y coordinada por Fernando Vilella, Director de Desarrollo de Agroempresario.com. Pablo Bereciartua, ministro de Infraestructura y Movilidad de la Ciudad de Buenos Aires y presidente del Centro Argentino de Ingenieros abrió con un tema que atraviesa de manera directa la competitividad y el futuro productivo del país: el rol del financiamiento privado para la infraestructura pública. En un contexto donde la Argentina enfrenta desafíos estructurales profundos, la exposición ofreció una mirada integral y estratégica sobre la necesidad de modernizar las inversiones, redefinir la escala de desarrollo y superar las limitaciones institucionales que frenaron el progreso en materia de obras de alto impacto.
Desde su doble rol como ministro de Infraestructura y Movilidad de la Ciudad de Buenos Aires y presidente del Centro Argentino de Ingenieros, Bereciartua expuso un mapa claro de los obstáculos, pero sobre todo de las oportunidades. Su planteo se centró en que Argentina debe dejar atrás las intervenciones aisladas, fragmentadas o cortoplacistas, y avanzar hacia un modelo de infraestructura de largo plazo, sostenido, planificado y articulado con el sector privado, capaz de transformar la matriz logística, reorganizar la productividad territorial y acompañar la transición hacia un nuevo paradigma global.
Durante su presentación, el ministro remarcó que la infraestructura no es un gasto ni un lujo, sino el componente fundamental que determina la capacidad de un país para generar riqueza, integrarse a los mercados y garantizar condiciones equitativas de desarrollo. Sin un sistema logístico moderno, sin redes de transporte eficientes, sin corredores bioceánicos, sin obras de agua y energía actualizadas y sin una planificación que acompañe el crecimiento demográfico y productivo, cualquier aspiración de desarrollo queda reducida a esfuerzos aislados. Por eso, al abrir su intervención, Bereciartua recordó que muchas de las ideas que hoy se discuten “no hacen más que modernizar inversiones que la Argentina hizo hace más de 100 años”. Con esta frase subrayó una paradoja contundente: el país que fue pionero en infraestructura a principios del siglo XX hoy enfrenta un atraso que limita su competitividad y su capacidad de atraer inversiones.
Uno de los principales conceptos que articuló su exposición fue la necesidad de recuperar una visión de escala. A lo largo de la charla sostuvo que el país ha quedado atrapado en proyectos pequeños, fragmentados, desconectados entre sí, muchas veces pensados para resolver urgencias puntuales y no para construir un esquema estructural y sostenido. “La Argentina necesita pensar en grande y salir de las escalas pequeñas”, afirmó. El planteó que, para que la infraestructura genere impacto real, debe tener alcance regional, plazos que excedan a un mandato político y un plan que integre logística, agua, energía y transporte. De lo contrario, se corre el riesgo de invertir recursos sin lograr cambios significativos en la estructura productiva.
Bereciartua dedicó un tramo importante de su intervención a explicar que el desafío central no es técnico ni financiero, sino institucional. Las capacidades de ingeniería, la calidad del capital humano y la disponibilidad de proyectos técnicamente viables no son los problemas principales. La verdadera limitación es la falta de marcos normativos estables, previsibles, modernos y capaces de atraer inversión de largo plazo. Para sintetizar esta idea, expresó con claridad: “La traba está en el Estado: necesitamos acuerdos de largo plazo para que esto suceda”.
En este sentido, subrayó que Argentina tiene una oportunidad histórica para consolidar un modelo de financiamiento privado para la infraestructura pública, no solo como una alternativa presupuestaria sino como un motor de modernización. La participación del sector privado no debe entenderse como un reemplazo del Estado, sino como una articulación virtuosa entre planificación pública, inversión privada y gestión eficiente. En los países que lograron saltos significativos en materia de infraestructura, desde Canadá hasta Australia, pasando por España o Chile, la clave estuvo en la combinación entre visión estatal de largo plazo y financiamiento mixto estructurado con mecanismos transparentes y seguros.
El ministro también resaltó que, además de atraer financiamiento, este modelo permite acelerar las obras, mejorar los estándares de calidad, introducir innovación tecnológica y garantizar mantenimiento sostenido. En la Argentina, explicó, muchos de los costos logísticos y productivos tienen su origen en infraestructura obsoleta, cuellos de botella, falta de conectividad ferroviaria, puertos subutilizados, corredores viales saturados y sistemas de agua y energía que no acompañan el crecimiento económico. Destacó que resolver todo esto no es solo un tema de recursos, sino que requiere capacidad de gestión, planificación inteligente y modelos financieros modernos.
El Proyecto unifica el Corredor Continental, el ferrocarril y la autopista, descrito por Pablo Bereciartua como “una nueva columna vertebral para la Argentina”, fue uno de los puntos centrales de su presentación, donde detalló la magnitud y el impacto estructural que tendría un corredor hídrico y logístico de mil kilómetros capaz de transformar la organización territorial y productiva del país. El plan, definido por él como “el Eje Dos”, propone unir Arroyito, en Córdoba, con el Puerto de Bahía Blanca a través de un canal de 600 kilómetros y un corredor ferroviario, vial e industrial que sumaría otros 400 kilómetros. Según sostuvo, se trata de un proyecto de obras que la Argentina ya llevó adelante hace más de un siglo. “Estas ideas no hacen más que modernizar inversiones que la Argentina hizo hace más de 100 años”, afirmó.
Bereciartua explicó que el país está estructurado casi exclusivamente alrededor del río Paraná, desde donde se exporta más del 80% del valor agregado nacional. Aunque este modelo ha sido funcional durante décadas, genera una fuerte concentración logística, una dependencia riesgosa y elevados costos para la región central y oeste de la Pampa Húmeda. En este contexto, el proyecto surge como una respuesta estratégica para diversificar la matriz logística y fortalecer la competitividad del país, mientras se reducen los impactos climáticos y se incorporan nuevas formas de financiamiento e innovación en infraestructura. La iniciativa aspira a crear un segundo eje logístico que amplíe la capacidad de transporte, mejore la eficiencia de las exportaciones, potencie polos productivos y habilite un desarrollo territorial más equilibrado.
Uno de los pilares técnicos del proyecto es la construcción de un canal continental de 600 kilómetros, ubicado a cota 130, con capacidad para vincular al menos 25 bajos naturales y duplicar la capacidad de regulación hídrica de la región. Actualmente, el sistema cuenta con un volumen aproximado de 1800 hm³ distribuidos entre la laguna La Picasa, las lagunas Saladas y Carpincho y los sistemas hídricos cercanos a Junín, además del embalse sobre las dunas próximas a Trenque Lauquen. Según el ministro, la incorporación del nuevo canal permitiría sumar entre 1500 y 1800 hm³ adicionales, elevando la capacidad total de regulación a niveles comparables con los proyectos de Países Bajos. Esta mayor capacidad de manejo permitiría movilizar excedentes hídricos de manera horizontal, para reducir daños por inundaciones y sequías, y favorecer una producción agropecuaria menos vulnerable a la variabilidad climática.
Bereciartua recordó que este enfoque es resultado de un aprendizaje directo de la experiencia holandesa. Señaló que, en los últimos años, un equipo de ingenieros de los Países Bajos visitó Argentina en numerosas oportunidades y trabajó en conjunto con equipos técnicos locales para darle forma a este proyecto. Esa cooperación internacional permitió incorporar metodologías, tecnologías y criterios de diseño que se utilizan en uno de los sistemas de gestión hídrica más avanzados del mundo.
Además, explicó que el segundo gran componente del plan es la creación de un eje logístico de primer nivel que combine ferrocarril y autopista, para potenciar la eficiencia del transporte y reducir los costos. Sus beneficios serían múltiples, por ejemplo, una menor carga de camiones en larga distancia, una utilización más racional del Puerto de Bahía Blanca, el más profundo del país, aunque actualmente subutilizado, la posibilidad de mover cargas completas sin incurrir en “falso flete” y la conexión efectiva con más de 150 ciudades ubicadas en torno al corredor. Para ilustrar el impacto, Bereciartua ejemplificó que un productor de Villegas hoy debe enviar su carga 500 kilómetros por camión hasta la zona del Paraná, mientras que con el nuevo eje ese recorrido sería de apenas 150 kilómetros hasta el corredor, desde donde seguiría por tren o autopista directamente a Bahía Blanca. También explicó que entre el 75% y el 80% de las trazas ferroviarias y viales necesarias ya están expropiadas, ya que corresponden a ramales ferroviarios actualmente inactivos, lo cual reduce costos y acelera tiempos de implementación.
Bereciartua sintetizó los efectos estructurales en tres dimensiones principales: agua, logística y desarrollo productivo. En primer lugar, la regulación hídrica estable permitiría reducir los impactos de sequías e inundaciones sobre la producción, fomentando un sistema más resiliente. En segundo término, la reducción de los costos logísticos mediante un esquema que prioriza trenes y transporte eficiente fortalecería la competitividad exportadora del país. Y finalmente, la creación de hubs industriales, tecnológicos y logísticos en ciudades como Río Cuarto, General Villegas o Trenque Lauquen permitiría desarrollar polos de innovación, servicios basados en conocimiento e industrias vinculadas a la bioeconomía. Para el ministro, el proyecto “cambiaría la geografía económica del centro de la Argentina”.
Un aspecto central del planteo es la posibilidad de financiar una parte importante del proyecto con capital privado. Bereciartua indicó que la construcción del corredor podría estar a cargo de una corporación privada con potestad para administrar la traza, generar ingresos a través de peajes para la parte logística y aplicar una tasa inmobiliaria diferencial en las zonas beneficiadas, mecanismo similar al que se utilizó hace un siglo para financiar los primeros canales bonaerenses. Estimó que el plazo de repago podría rondar los diez años y que la inversión total ascendería a unos 8.000 millones de dólares. En contraste, recordó que las pérdidas anuales por inundaciones en el país oscilan entre los 300 y 400 millones de dólares y que en los años más críticos superan los 1.000 millones, lo cual evidencia la necesidad de invertir en soluciones estructurales. “Con un aporte extraordinario en los primeros diez años y luego decreciente, podría solventarse la inversión hídrica. La inversión logística se paga con el peaje. Es un proyecto inteligente por sus beneficios reales”, afirmó.
Asimismo, el ministro destacó que la traza del corredor ofrece oportunidades energéticas complementarias que podrían potenciar aún más el impacto del proyecto. Mencionó la posibilidad de producir hidrógeno verde utilizando el agua del canal, la instalación de parques eólicos y solares a lo largo de los mil kilómetros y la eventual operación de trenes impulsados por hidrógeno, como el modelo Coradia iLint que ya circula en Alemania. “El tren podría ser de hidrógeno. Tenemos el agua, la tecnología y la capacidad para producir energía renovable en toda la traza”, señaló.
Bereciartua también explicó que el desarrollo del corredor tiene respaldo constitucional. Recordó que el artículo 125 de la Constitución Nacional habilita la creación de corporaciones interjurisdiccionales, una figura clave para avanzar en obras que abarcan más de una provincia. En este caso, el proyecto requeriría la articulación entre Córdoba, Santa Fe, La Pampa y Buenos Aires. “Es la puerta constitucional para que estos gobiernos se pongan de acuerdo y dejen esto en manos de un privado que pueda financiar y recuperar la inversión”, sostuvo.
Durante su exposición, recuperó además experiencias de su gestión a nivel nacional entre 2015 y 2019, período en el que encabezó proyectos de cooperación con Holanda y lideró el diseño de 53 intervenciones para mejorar la regulación hídrica en el primer millón de hectáreas comprometidas. Todos esos proyectos, señaló, fueron firmados por los gobernadores de las provincias involucradas. Sin embargo, advirtió que el gran desafío sigue siendo garantizar continuidad política. “La traba está en el sector público. Sabemos que tenemos el agua, la tierra y la capacidad técnica. Falta seguridad jurídica y marcos estables para que esto suceda”, remarcó.
En su análisis final, Bereciartua sostuvo que el contexto internacional presenta una oportunidad inédita para Argentina. Explicó que la demanda global de alimentos, energía y soluciones de seguridad alimentaria es creciente, y citó casos como Emiratos Árabes Unidos, donde constató personalmente la necesidad estructural de aumentar la producción sustentable. En ese sentido, aseguró que la oportunidad actual es incluso mayor que la observada entre 2015 y 2019, siempre y cuando Argentina logre pensar en grande, trabajar con visión de largo plazo, integrarse al mundo y desplegar todo su capital humano. Destacó que la bioeconomía y la bioenergía deben ocupar un lugar central en la estrategia nacional, acompañadas por proyectos de escala y no por iniciativas aisladas. “Nuestra sociedad es cosmopolita. Tenemos capital humano extraordinario. El desafío es dejar atrás las escalas pequeñas y pensar en grande”, afirmó.
Al cerrar su exposición, Bereciartua coincidió con el enfoque central del seminario: la bioeconomía como motor del desarrollo argentino. Resaltó que proyectos de esta magnitud no sólo generan rentas, sino que permiten poblar el territorio, aumentar el valor agregado, fortalecer las economías regionales, impulsar clusters productivos e integrar infraestructura, logística y conocimiento en una estrategia común. “Argentina ya lo hizo en el pasado. Las capacidades técnicas están. Necesitamos volver a pensar en grande”, concluyó.
