Por Carlos Becco | Denise Sol Mazzitello | Agroempresario.com
En el marco de la Segunda Temporada de “De Villanos a Héroes”, recibimos a Ramiro Olivera, CEO y Co fundador de Calice, en una entrevista exclusiva con Carlos Becco, quien explicó analizó el papel creciente de la digitalización, la inteligencia artificial y las simulaciones virtuales en la innovación agrícola, destacando el impacto que estas tecnologías tendrán en la eficiencia, los tiempos de desarrollo y la toma de decisiones en toda la cadena.
Desde el inicio de la conversación, Olivera dejó claro que la transformación tecnológica ya no es un concepto abstracto para el agro, sino un proceso en plena expansión. “Nosotros nos estamos dedicando a eso”, afirmó. Para el CEO, el sector empezó a adoptar tecnologías disruptivas con mayor rapidez, aunque aún no percibe la velocidad que atraviesan otras industrias. Aun así, considera inevitable que este salto se consolide: “Naturalmente va a suceder y ahí es donde nosotros apuntamos al talento”.
Calice desarrolla una plataforma de ensayos virtuales que busca resolver uno de los problemas más estructurales de la innovación agrícola: los tiempos, costos y limitaciones de los ensayos de campo tradicionales.
“Los ensayos de campo son el cuello de botella de la innovación”, sostuvo Olivera, y agregó: “Son extensos, costosos e ineficientes. Y, aunque hoy se levantan más datos que nunca, los tiempos de desarrollo siguen siendo exactamente los mismos que hace 30 o 40 años”.
En un sector donde desarrollar una nueva variedad de maíz puede tardar entre ocho y diez años, y aún más si se deben sumar evaluaciones en múltiples ambientes y condiciones climáticas extremas, la pregunta central del equipo de Calice fue “¿Qué podemos hacer nosotros para acelerar esos tiempos?”.
La respuesta fue construir modelos capaces de analizar el pasado y proyectar el futuro de cada producto agrícola. Para eso reunieron un equipo interdisciplinario compuesto por científicos de datos, biólogos, físicos y matemáticos, con el objetivo de recrear el comportamiento de híbridos, biológicos y cultivos bajo escenarios hipotéticos.

Olivera resumió: “Si los modelos son robustos y precisos, uno puede hacer simulaciones que reducen drásticamente la necesidad de ensayos. Eso no quiere decir que el campo va a desaparecer, pero sí que la computadora permite predecir y validar el campo”.
Esta tecnología se apoya en simulaciones avanzadas, redes neuronales y machine learning, herramientas que, según destaca, superan con creces los modelos lineales tradicionales que aún usan muchas empresas.
Como suele ocurrir con toda disrupción, la adopción inicial no fue sencilla. “El agro tradicional tiene cierta impermeabilidad a veces a tecnologías nuevas”, admitió. Las primeras respuestas que recibían de grandes compañías eran previsibles: “Ya lo estamos haciendo” o “Más adelante lo evaluaremos”.
Para superar ese obstáculo comenzaron a realizar pruebas de concepto con empresas de alimentos, insumos y semillas. El desafío fue simular resultados de ensayos históricos sin conocer la totalidad de los datos reales. La precisión obtenida fue decisiva: “acertamos en casi todos los escenarios evaluados”.
Ese resultado cambió la percepción del mercado. Las compañías entendieron que no se trataba de un software más, sino de una tecnología capaz de anticipar comportamientos productivos con una fiabilidad inédita.
Olivera subrayó repetidamente el valor del ecosistema científico nacional. “El sistema científico-tecnológico argentino es súper rico”, afirmó. Destacó el nivel de formación en física, matemáticas e inteligencia artificial, y remarcó que el país no tiene nada que envidiar a los centros de investigación del primer mundo: “En términos de inversión sí, pero en términos de conocimiento no”.
Un punto clave que distingue al país, según el emprendedor, es que los talentos argentinos en Inteligencia Artificial están dispuestos a trabajar en agro, algo que no siempre ocurre en países como Estados Unidos, donde las industrias tecnológicas o financieras captan mayoritariamente esos perfiles.
Este diferencial convirtió a Calice en una empresa atractiva para inversores internacionales, quienes vieron valor en canalizar ese talento hacia una industria con enorme potencial de impacto.
La trayectoria de Olivera combina biotecnología animal, biotecnología vegetal y un interés creciente por la programación y los modelos computacionales. Se formó en la Universidad Nacional de San Martín como biotecnólogo, trabajó en Laboratorios de Biotecnología animal de la Facultada Agronomía, UBA y en 2010 abrió su primera empresa vinculada al sector, que continúa en actividad.

Su socio, el Dr. Esteban Hernando, también egresado de UNSAM, se especializó en biotecnología vegetal y desarrolló investigaciones en el Instituto de Fisiología Vegetal de la Facultad de Agronomía y en la Fundación Instituto Leloir. Ambos fundaron Calice con una visión inicial de una compañía de ingeniería genética aplicada a cultivos no tradicionales.
Sin embargo, el rumbo cambió cuando advirtieron que la industria, y sus clientes, necesitaban soluciones de corto plazo. “Nos dimos cuenta de que la parte computacional tenía muchísimo más potencia y alcance”, dijo Olivera. El equipo tomó la decisión estratégica de abandonar la vertical de ingeniería genética y enfocarse completamente en el desarrollo de modelos y simulaciones.
Eso implicó cerrar líneas de trabajo, desarmar infraestructura valuada en más de 500.000 dólares y redirigir recursos hacia servidores físicos y equipamiento para procesamiento de datos. “A veces no es bueno enamorarse de las ideas. Y a veces sí. Pero hay que saber decidir rápido”, reflexionó.
Calice despertó el interés de fondos especializados, venture capitals y jugadores globales. Entre ellos mencionó inversores de Europa, Australia y América Latina. Uno de los hitos fue el ingreso de capital institucional que no solo aportó recursos financieros, sino también acompañamiento estratégico.
“Son fondos que entienden el ecosistema y te empujan a mejorar mes a mes”, aseguró Olivera. Este apoyo permitió avanzar en casos de éxito con empresas de alimentos e insumos agrícolas, validando no solo la tecnología sino también el modelo de negocio.
Para el emprendedor, el atractivo de su propuesta se explica por la eficiencia de recursos. No solo reduce tiempo y dinero, sino también recursos naturales, como agua, superficie destinada a ensayos e insumos agrícolas. “Ahí es donde cambia la ecuación”, enfatizó.
Olivera sostiene que el sector transita un cambio profundo y que la lógica productiva tradicional está dando paso a un esquema donde la computación, la inteligencia artificial y los datos serán protagonistas.
“Estamos al borde de un cambio disruptivo en la agricultura”, afirmó, y añadió que la industria pronto estará gobernada por compañías tecnológicas del calibre de Google, Microsoft o Nvidia, debido al valor creciente de los datos y los modelos de Inteligencia Artificial. En este contexto, las empresas agrícolas deberán adaptarse a nuevas formas de generar conocimiento y tomar decisiones. El cambio no solo será técnico; también será cultural.
El equipo de Calice trabaja, según describe Olivera, “en la frontera del conocimiento”. Desarrollan herramientas que aún no existen en el mercado y abordan problemas que la industria todavía no había conseguido resolver.
“Tiene algo de juego estar todo el tiempo descubriendo cosas que aún no se han desarrollado”, dijo. A pesar de las presiones cotidianas, asegura que la motivación proviene de ese impulso creativo y del desafío permanente.

Reconoce que el camino emprendedor implica riesgos, frustraciones e incertidumbre, pero también una convicción fundamental: siempre habrá una solución esperando del otro lado. “No sé por qué, pero los emprendedores tenemos ese gen”, reflexionó.
Más allá de la coyuntura, Olivera expresó una visión optimista sobre el país. “Argentina es un país espectacular para emprender”, aseguró. Con universidades públicas de alto nivel, talento disponible y una resiliencia característica, sostiene que el ecosistema ofrece condiciones únicas.
“Vivimos siempre preparados. Aunque parezca que todo se cae, estamos entrenados para sobrevivir”, expresó. Para él, esa capacidad de adaptación convierte al país en un lugar ideal para desarrollar ideas disruptivas con impacto global.
El mensaje final de Ramiro Olivera fue que la agricultura global está entrando en una nueva era. Una era en la que la biología se combina con la computación, los tiempos de desarrollo se reducen drásticamente y las decisiones son cada vez más informadas y precisas.
La visión de Calice apunta a un agro donde los ensayos virtuales complementen a los ensayos de campo, donde los modelos anticipen riesgos y oportunidades, y donde los recursos, económicos, humanos y naturales, se utilicen de manera mucho más eficiente.