Por Agroempresario.com
Inés Eugenia García, profesora de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires, abrió su exposición en el III Congreso Federal “Argentina Agrega Valor en Origen / Cumbre Mundial de la Bioeconomía”, organizado por Agroempresario.com y realizado el pasado 25 de agosto en el Hilton Hotel de Puerto Madero, con un mensaje claro: la bioeconomía y la sostenibilidad comienzan en el suelo, a través de la comprensión de las interacciones entre microorganismos y plantas.
Con una trayectoria dedicada al estudio de las interacciones microbianas y su influencia en la productividad de cultivos, García destacó que comprender estos procesos es fundamental para avanzar hacia sistemas agrícolas sustentables y eficientes, alineados con el paradigma de la bioeconomía.
“Estamos hablando de bioeconomía, que combina agricultura sustentable e industrialización inteligente. Para pensar en sostenibilidad, primero debemos analizar la salud del suelo, y un aspecto crítico es el mantenimiento de la materia orgánica”, explicó García.
El suelo actúa como un ecosistema complejo donde las raíces de las plantas interactúan con microorganismos benéficos y patógenos. “Cuando las raíces crecen, liberan compuestos que atraen microorganismos activos, generando asociaciones que favorecen la nutrición y defensa de las plantas”, detalló.
García clasificó los microorganismos en tres grupos:
“Para lograr sostenibilidad, debemos centrarnos en los microorganismos benéficos, que interactúan mayoritariamente con las plantas y permiten mejorar los sistemas productivos reduciendo insumos químicos”, enfatizó la experta.
García destacó que el ambiente cercano a las raíces, conocido como rizosfera, es uno de los ecosistemas más dinámicos del planeta por su alta actividad microbiana. “En la rizosfera ocurren procesos fundamentales para la nutrición y defensa de las plantas, lo que nos permite diseñar estrategias basadas en conocimiento profundo de estas interacciones”, señaló.
Entre los beneficios de estas asociaciones destacan:
“Actualmente estamos transitando entre dos paradigmas. El antiguo se basaba en la producción intensiva con insumos químicos, mientras que el nuevo paradigma de la bioeconomía busca alternativas que reduzcan el impacto ambiental y aumenten la sostenibilidad”, explicó García.
Este cambio implica aprovechar el potencial de microorganismos benéficos y otros organismos del suelo para mejorar la productividad sin comprometer la salud del ecosistema.
García explicó que las micorrizas, asociaciones entre hongos y raíces, son fundamentales para la absorción de nutrientes y la comunicación de la planta con su entorno. “Estos hongos aumentan la capacidad de exploración del suelo y permiten a la planta recibir señales sobre riesgos patógenos”, detalló.
Por otro lado, ciertas bacterias fijadoras de nitrógeno son capaces de transformar el nitrógeno atmosférico en formas disponibles para las plantas, reduciendo la necesidad de fertilizantes químicos. “Estas asociaciones son clave para diseñar sistemas agrícolas sostenibles y eficientes”, agregó.
Además de favorecer el crecimiento, los microorganismos benéficos pueden utilizarse para controlar patógenos del suelo y de las plantas. García destacó que su laboratorio trabaja desde hace años en tres áreas principales:
García resaltó la importancia de la interacción entre la academia y el sector agroindustrial. “La industria inteligente basada en microorganismos depende del conocimiento generado por la investigación científica. Esta colaboración es fundamental para que los productores puedan acceder a estas herramientas”, afirmó.
Estas asociaciones permiten a la bioeconomía consolidarse como un modelo productivo que reduce impactos ambientales, aumenta la eficiencia y fortalece la sustentabilidad.
El uso de microorganismos benéficos no es casual, sino basado en conocimiento profundo de las interacciones planta-microorganismo. García señaló que la manipulación de estos sistemas requiere información detallada sobre cómo se desarrollan estas asociaciones y cómo se aplican en distintos sistemas agrícolas.
“El potencial de estas herramientas es enorme, pero depende de nuestra disposición a abandonar el antiguo paradigma y adoptar plenamente la bioeconomía”, concluyó.
Entre los principales beneficios que García destacó están:
En la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires, García y su equipo aplican estas estrategias en laboratorios y ensayos de campo, logrando resultados concretos:
Estos resultados no solo demuestran la efectividad de la bioeconomía, sino que también permiten transferir conocimiento al sector productivo.
García enfatizó que la sostenibilidad agrícola depende de la salud del suelo y de cómo se gestionan los microorganismos benéficos. “El futuro de la producción agropecuaria depende de comprender que cada raíz y cada microbio juegan un papel fundamental. La bioeconomía comienza con el suelo y sus interacciones”, afirmó.
La profesora destacó que la formación profesional y la investigación científica son pilares para avanzar en bioeconomía. “Nuestro trabajo académico genera herramientas que la industria puede aplicar, y que los productores pueden utilizar para mejorar la sostenibilidad y eficiencia de sus cultivos”, explicó.
La difusión de estos conocimientos en eventos como el III Congreso Federal “Argentina Agrega Valor en Origen / Cumbre Mundial de la Bioeconomía” es clave para que los actores del sector comprendan y adopten el paradigma de la bioeconomía.
García cerró su exposición planteando que el sector agropecuario argentino tiene la posibilidad de decidir entre permanecer en el paradigma químico tradicional o avanzar plenamente hacia la bioeconomía.
“El éxito depende de nuestra capacidad para utilizar herramientas basadas en microorganismos benéficos, conocimiento científico y colaboración entre academia, industria y productores. Este nuevo paradigma comienza ahora”, concluyó.