Por Agroempresario.com
Durante su intervención en el III Congreso Federal “Argentina Agrega Valor en Origen / Cumbre Mundial de la Bioeconomía”, organizado por Agroempresario.com y realizado el pasado 25 de agosto en el Hilton Hotel de Puerto Madero, Juan Carlos Venesia, Director del Programa de Infraestructura Regional de la Universidad Nacional de Rosario y referente del Instituto de Desarrollo Regional (IDR), expuso con contundencia la realidad que enfrenta el país en materia de infraestructura: “Sin infraestructura de calidad, no vamos a poder desarrollarnos”, afirmó, dejando en claro que la base del progreso económico y territorial en Argentina depende de una gestión eficiente, planificada y sostenida de bienes públicos estratégicos.
Venesia abrió su ponencia cuestionando la interpretación tradicional que se tiene del concepto de infraestructura en Argentina:
“Si uno googlea ‘infraestructura en Argentina’, aparecen resultados relacionados con obra pública y corrupción. Pero la infraestructura es mucho más: es un componente clave del desarrollo económico y social, una red de bienes públicos que habilitan el funcionamiento del territorio y la vida en sociedad”.
Para el especialista, la infraestructura debe pensarse como bienes de capital durables, no incrementales, mayoritariamente impulsados desde el Estado, y es clave para articular la producción, el hábitat y la movilidad.
El contexto macroeconómico actual, marcado por la falta de inversión pública, la inestabilidad normativa y la ausencia de planificación a largo plazo, es una de las principales barreras que impide el desarrollo de infraestructura de calidad.
“No hay plata, no hay programas, y hemos abandonado desde hace décadas la construcción de infraestructura de calidad”, sentenció Venesia.
Desde su perspectiva, Argentina sufre un retraso estructural que lleva más de 30 años y que impacta directamente en la competitividad productiva, la conectividad territorial y la integración regional. La falta de continuidad en las políticas públicas y los marcos regulatorios inestables, también juegan en contra.
Uno de los ejemplos más contundentes que planteó fue el del sistema ferroviario de cargas.
“Hoy estamos transportando por ferrocarril apenas 20 millones de toneladas. En 1960 movíamos 36 millones. Hace 80 años, el modelo agroexportador argentino se sostenía sobre una red ferroviaria eficiente”, explicó.
Mientras tanto, países como Brasil lograron avances significativos:
“Hace 25 años, Brasil no movilizaba nada por tren. Hoy transporta más de 600 millones de toneladas anuales, especialmente productos minerales”.
El deterioro del sistema ferroviario argentino refleja la falta de una política de transporte integrada y una gestión regulatoria seria, en palabras del expositor.
Frente a ese panorama, Venesia también destacó un caso exitoso de política pública: la hidrovía y la Ley de Puertos.
Gracias a la concesión de la vía navegable troncal y la Ley de Puertos, se logró habilitar la inversión privada y reconfigurar la logística exportadora del país.
“Con dos políticas públicas bien implementadas, Argentina pasó de embarcar 30 millones de toneladas a casi 90 en una década”, señaló.
Este crecimiento permitió no solo triplicar las exportaciones, sino también concentrar gran parte del ingreso de divisas del país en ese nodo productivo, gracias al avance de la biotecnología, la siembra directa y la infraestructura portuaria.
No obstante, Venesia advirtió que este éxito también generó desequilibrios:
“Facilitamos el uso del camión, profundizando la distorsión en la matriz de transporte. Hoy necesitamos más rutas, más mantenimiento y generamos un círculo vicioso que sobrecarga las redes viales”.
Sin un plan federal y equilibrado, las oportunidades de crecimiento se convierten en problemas estructurales.
La falta de fondos públicos y la fragilidad del Estado para sostener políticas sectoriales a largo plazo es una constante. Sin embargo, Venesia cree que hay herramientas posibles:
“Si se reinvirtieran los recursos que genera el propio sector productivo, mediante fideicomisos, participación público-privada o programas de inversión sectorial, podríamos avanzar”.
“Funcionan en grandes centros urbanos, donde hay volumen de tránsito o uso. Pero si hablamos de infraestructura federal y equitativa, el Estado debe tener el rol protagónico”.
Para revertir décadas de deterioro, Argentina debería sostener una inversión del 4 al 5% del PBI durante al menos diez años. Esa es, según el expositor, la única manera de recuperar lo perdido y planificar lo estratégico.
Además, el enfoque debe contemplar la agenda climática y la sostenibilidad, en especial en sectores vinculados a los recursos naturales como la vía navegable troncal, la minería en la cordillera o los proyectos de infraestructura energética y de saneamiento.
El expositor fue claro al señalar que no hay desarrollo posible si no se construyen las condiciones materiales para sostenerlo:
“La infraestructura no garantiza el desarrollo, pero sin ella, es imposible”.
En ese sentido, el desarrollo de startups, la innovación tecnológica, la redefinición de territorios productivos y el fortalecimiento del mercado interno o del comercio exterior, todos dependen del acceso a servicios básicos, movilidad y conectividad.
Por último, Venesia advirtió sobre un punto muchas veces ignorado:
“Aun si tuviéramos estabilidad macroeconómica y acceso a financiamiento, no tenemos los proyectos preparados, ni la capacidad pública para ejecutarlos”.
Las provincias también han recibido competencias sin los recursos ni las herramientas institucionales necesarias para cumplirlas. Por eso, la reconstrucción del Estado y de su capacidad de gestión técnica es tan urgente como la inversión en sí misma.
Venesia cerró su exposición con una reflexión y un mensaje de compromiso colectivo:
“O desarrollamos el país como un todo, o ninguna región se salvará por sí sola. La infraestructura debe ser federal, pública, planificada y de calidad”.
En un país que enfrenta enormes desafíos, el especialista instó a recuperar la planificación, reconstruir capacidades estatales y coordinar políticas públicas con visión de largo plazo. Solo así, afirmó, las oportunidades que ofrece la bioeconomía y la producción con valor agregado en origen podrán materializarse en desarrollo sostenible y equitativo.