En el cultivo de maíz, las enfermedades foliares como roya, tizón común y mancha blanca producen clorosis y/o necrosis, provocando el destrozo de los tejidos fotosintéticos.
Esa obstrucción de la radiación solar limita las fuentes para el llenado de granos. Cuanto menor sea la relación fuente/destino, mayor será la removilización de las reservas desde el tallo y la posibilidad de vuelco durante la cosecha.
La resistencia genética es el método preferido para controlar estas enfermedades foliares. No obstante, son pocos los híbridos que tienen un alto potencial de rendimiento y que, al mismo tiempo, son resistentes a todos los cambios patológicos de los hongos causales. Por ese motivo, ha aumentado la utilización de fungicidas foliares en los últimos años.
Durante la última campaña, se detectaron manchas blancas en las hojas del maíz que afectaron a distintos híbridos de ese cultivo en la región centro de Santa Fe.
Los fungicidas más usados son los doble mezcla, que contienen estrobilurina y triazol. En la Argentina, el rendimiento de los fungicidas puede alcanzar entre 1.000 y 1.500 kg/ha al monitorear roya, y entre 2.000 y 3.000 kg/ha cuando se controla el tizón.
En cada campaña se establece el Umbral de Daño Económico (UDE), en base a las variables de precio del fungicida, precio del grano y el rinde potencial. Este indicador permite identificar, en base a la intensidad de la enfermedad, dónde se debe aplicar un control químico.