De acuerdo a un informe de Coninagro, el consumo de carne porcina crece desde hace cinco años a una tasa superior al 10% anual, siendo el promedio per cápita de 15 kilos al año.
“El consumo se ve estimulado por los valores de los cortes frescos y por el cambio en los hábitos de consumo, ya que la población reconoce mayores atributos a la carne de cerdo”, sostiene el reporte.
En total, el argentino consume 125 kilos de productos cárnicos al año, siendo la carne vacuna el más importante, con un promedio de 60 kilos por habitante, seguido del pollo, con 40 kilos. No obstante, los cortes que más han aumentado la demanda son los porcinos.
Las valoraciones positivas de los atributos de la carne porcina con respecto a la vacuna y la avícola impactan en el aumento del consumo, pero el inconveniente radica en la equiparación de los precios con los de la carne vacuna.
Asimismo, el informe indica que “la Argentina duplicó la producción de carne de cerdo en el transcurso de los últimos siete años, al pasar de 280.000 toneladas en 2010 a 565.000 toneladas estimadas para 2017”. Ese aumento se debe, en parte, al incremento de la producción individual por cerda.
El 70% del stock porcino está concentrado en Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe y Entre Ríos, aunque también hay granjas importantes en el centro de Chaco y San Luis, el noreste de La Pampa, y determinadas regiones de Salta y Formosa.
Actualmente, la mayor preocupación de los productores porcinos es la evolución de la relación entre el precio del maíz y el capón, además de la amenaza del ingreso de enfermedades provenientes de países exportadores, tanto en productos cárnicos como en animales vivos.
“Desde las entidades que agrupan a los productores de cerdos se han manifestado quejas al Gobierno por favorecer la importación de carne, permitiendo que ingresen enfermedades de las cuales la Argentina está libre y que se importe carne congelada y luego se venda descongelada”, expresa el reporte de la entidad.
En cuanto al precio percibido por el productor, el informe advierte que el mismo tiene una estacionalidad marcada, con pisos en julio y picos durante el verano. “El precio de góndola también acompaña la suba de valor estacional de cada fin de año para luego estacionarse y desprenderse de la posterior baja en el precio pagado por el capón al productor”, afirma Coninagro.