En el Congreso Argentina Supermercado del Mundo, Ignacio Celorrio, vicepresidente de la Cámara Argentino-Australiana (Auscham) presentó un paneo general del sector minero nacional para “destrabar algunos mitos y verdades”.
Tomando como eje los supuestos de que la minería se desarrolla exclusivamente por empresas extranjeras y de que la industria puede hacerse en pequeña escala, Celorrio los refutó a través de una descripción de la minería argentina.
Comenzó afirmando que el código de esta industria lleva 150 años en nuestro país y, si bien no se desarrolló como lo hicieron países como Chile, Bolivia, Perú o México, las “regiones tradicionales del noroeste y del centro de la Argentina siempre tuvieron una minería movilizadora y potente”. Para comprender el motivo por el cual las mineras se financian con inversiones extranjeras, hay que comprender las distintas etapas de la industria y por qué requiere de un formato distinto de financiación.
Celorrio indicó que la primera etapa es la prospección y exploración que “literalmente es todo pérdida; no hay empresas que generen un cashflow o un ingreso durante esa época. Va desde aquellos primeros prospectores que caminan un territorio, mapean, sacan muestras, hacen pequeños trabajos que se van incrementando con el tiempo”; esta fase puede llevar decenas de años antes de que el proyecto genere ingresos: “De 100 proyectos exploratorios, uno o dos, con suerte, se terminan transformando en una mina”, señaló Celorrio.
Como es una etapa meramente exploratoria, sin extracciones, la inversión de capital es cada vez más intensivo: “El 99% se financia a través de inversión de Bolsa”, sostuvo, como así también a través de capital de fondos de equity. “La financiación de cualquier proyecto que esté localizado en su territorio, está a través de tres o cuatro Bolsas que tienen esa especialización en la cuestión de exploración minera”, detalló el vicepresidente de Auscham. Por ello es que, si bien las empresas que trabajan en la Argentina pueden tener management argentino, “la gran mayoría están listadas ya sea en la Bolsa de Toronto, en la Bolsa de Australia o en la Bolsa AIM de Inglaterra, que son aquellas que tienen esa capacidad y especialización y es donde aquel que tiene un proyecto, encuentra inversores con la suficiente sofisticación para entender cuál es el verdadero riesgo de dónde está invirtiendo”, explicó Celorrio.
La segunda etapa es la correspondiente al desarrollo de la mina: “La exploración está gobernada por geólogos y el desarrollo de un emprendimiento minero, por ingenieros de mina porque son totalmente distintos un trabajo del otro”, indicó el vicepresidente de Auscham. Las inversiones de esta fase, “si bien son más sencillas de analizar y de calificar los riesgos, son extremadamente superiores a los de la exploración”, señaló y determinó que dependiendo del metal en cuestión, el costo de construcción supera los 500 millones de dólares; en caso de que sea un proyecto ‘world class’, el costo puede llegar a los 3 o 4 billones. En esta fase, las inversiones dejan de ser bursátiles; en cambio, son préstamos financiados para la construcción de una mina: “Obviamente, la Argentina puede participar, pero no tiene ese volumen de capital para poder destinarlo a una inversión minera. Entonces, ahí vemos la razón por la cual compañías que pueden tener buena parte de su management local, tienen que terminar en estos mercados que le producen este tipo de inversión sofisticada”, manifestó Celorrio.
Actualmente, “Argentina, a pesar de no haber desarrollado ni el 10% de su capacidad minera, está en el top 10 de metales como la producción de oro, de plata y de cobre”, aseguró el vicepresidente de Auscham. En los últimos años, por ejemplo, se comenzó a hablar en mayor medida del litio en el país: “Hay un gran potencial que Argentina tiene por la suerte de la naturaleza que se ha dado, de que un mineral que no era de gran demanda hasta hace unos diez años, se ha convertido en algo que se espera, se especula que vaya a ser extremadamente necesario para el desarrollo de baterías que suplantaría otros modos de energía que se dan hoy por hoy”, comentó Celorrio.
En el caso del litio, a diferencia del oro que es un commodity por su estabilidad, no tiene un precio de preferencia y, por eso, todo el manejo se realiza a través de contratos porque “no hay un volumen de actividad total tan grande”, señaló. Asimismo, aclaró que no debemos esperar que el litio se convierta en una nueva fuente de ingresos de forma inmediata.
Según Celorrio, para que haya un mejor desarrollo de la industria minera, se deberían dejar claras las técnicas actuales y las prohibiciones generales. En ese sentido, desmintió el mito de que las minas ‘se llevan todo y no pagan nada’: “No hay una excención impositiva importante a la contribución de una empresa minera; paga ganancias como cualquiera, paga IVA como cualquiera” y, además, como las mineras son concesiones del Estado, pagan regalías.
Asimismo, como los desarrollos mineros requieren de inversiones tan grandes, se genera infraestructura en lugares remotos.
“Hoy por hoy es prácticamente imposible que cualquier desarrollo no considere las cuestiones ambientales y las cuestiones sociales alrededor, pero todo ello es un proceso de asimilación y aprendizaje también a las culturas locales y al lugar donde el proyecto puede estar”, sostuvo Celorrio y agregó: “Una inversión de 4.000 millones de dólares en un pueblo cambia la matriz social de manera significativa; entonces, tiene que haber algo que ya está aceptado por la industria: tiene que haber un conocimiento desde las políticas públicas para que ese proceso no sea de una forma que cambie la sociedad de una manera que termine produciendo reacciones adversas”.
Finalmente, el vicepresidente de Auscham remarcó que la Argentina tiene una gran oportunidad en la minería: “Hay proyectos mineros desde el norte de Jujuy hasta la punta del Macizo del Deseado en la Patagonia”.