a vicuña vive a más de 3.500 metros de altura sobre el nivel del mar en la Puna y en el Antiplano. Estuvo en peligro de extinción y aún hoy es una especie que requiere ser conservada. De acuerdo a los informes oficiales, aportados en la reunión del Convenio de la Vicuña en 2013, el país que más vicuñas tiene es Perú con aproximadamente 209.000. Le sigue Bolivia con más de 131.000, Argentina, donde se pasó de unas 2.000 en 1969 a 72.678 en el año 2006, Chile con 12.400 y Ecuador con una población introducida de 4.800.
Son los únicos animales de la fauna silvestre de América Latina que pueden ser “cosechados” a través de la esquila, sin necesidad de matarlos para obtener su fibra. En la época del Imperio Incaico ya se seguían reglas muy estrictas para aprovechar y conservar a las vicuñas mediante la práctica del “Chaku”. Una gran cantidad de pastores arreaban a los animales, en sagrado silencio, formando entre ellos un gran corral de captura mediante “chimpos” (cintas de colores), hasta que las vicuñas llegaban a los corrales de piedra, donde se las esquilaba y luego se las dejaba en libertad. Hoy las comunidades de la Puna continúan con esa tradición.
Su captura es riesgosa, por eso exige de una buena planificación los días previos, que se conoce como “Pre Chaku”. Hay que comprometer entre sesenta y cien personas que trabajen en forma coordinada, por grupos, junto a personal capacitado, técnicos y científicos, para manejar a estos animales que son muy sensibles al susto y al estrés. Todos comparten responsabilidades, tareas y también el beneficio obtenido. Una esquila sustentable necesita de ciertos recaudos. Se debe realizar únicamente en los meses de primavera, porque las condiciones climáticas son más benignas, hace más calor, todavía no comenzaron las lluvias pero sí dejó de nevar. No se esquilan las hembras preñadas en la última etapa de gestación, ni las crías menores a un año. Sí o sí, se tiene que esperar dos años como mínimo para volver a esquilar a una misma vicuña y verificar que le haya crecido el pelo un mínimo de tres centímetros. Si no se esquilará en la siguiente temporada.
Además, solo se les extrae la fibra de la zona del lomo, la grupa, los costados y la cara externa de las patas. Dejan la del cuello, la barriga, la zona del pecho y las patas para que mantengan el calor. El horario límite para su liberación a la naturaleza debe ser cuatro horas antes de la caída del sol para protegerlas del intenso frío del lugar.
Está comprobado que si las vicuñas sufren, la calidad de su fibra comienza a deteriorarse, disminuyen los nacimientos y pueden aumentar la mortandad de los animales durante y después de la esquila. Pero si el procedimiento se realiza con cuidado, respetando la salud y evitando su muerte, con un manejo sustentable, las vicuñas silvestres son un valioso recurso natural renovable que permitirá capturarlas más de una vez en los años sucesivos y a su vez puede ofrecer una verdadera alternativa socioeconómica a las comunidades de la Puna.
Producir bajo las recomendaciones y criterios de bienestar animal representará mejores precios a la hora de vender la fibra o sus productos textiles derivados, ya que los compradores tienen en cuenta el buen trato que recibieron los animales durante el Chaku.
Infobae