Los García: pasión por las frutillas

La historia del negocio familiar y su rol en el desarrollo de la cadena frutillera de Coronda

Los García: pasión por las frutillas
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n la ciudad santafecina de Coronda, la historia ya es conocida. La familia García fue y continúa siendo un actor clave en el desarrollo frutillero más importante de la Argentina. Con 98 cosechas consecutivas en su haber, los productores más antiguos del país generan 4.000 puestos de trabajo y exportan el 30% de su producción a mercados competitivos como los Estados Unidos y la Unión Europea.

José García, un inmigrante español de Cartagena que llegó a la Argentina a principios del siglo XX, incursionó con las frutillas, vio la oportunidad en el negocio y un eje de desarrollo para toda una región. Para 1935, sus productos de comercializaban en todas las góndolas y verdulerías de Buenos Aires.

En la actualidad, el negocio familiar es comandado por sus nietos, Miguel y Floreal García. “En la década del veinte y del treinta, el abuelo José les regaló plantines a todos sus familiares y amigos. Y como vieron que a él le iba bien, el cultivo despegó en toda esta zona”, cuenta Miguel García.

Los García: pasión por las frutillas

De esta manera, comenzó a construirse una cadena que genera unos 4.000 puestos de trabajo entre las quintas, las fábricas y la logística de las frutillas. Con 98 cosechas consecutivas, es altamente probable que los García sean considerados los productores más antiguos de frutillas que quedan en pie en la Argentina.

Los herederos se han convertido en expertos que fueron un poco más allá y ajustaron la tuerca a cada etapa productiva. Las frutillas se siembran y cosechan en Coronda y se comercializan en Buenos Aires y en otras ciudades con marca propia. En sociedad con otros tres productores, José y Miguel García crearon la empresa Frutillas del Litoral. “El 30% de nuestra producción de pulpa de frutilla para helados, mermeladas y frutillas congeladas se exporta a Estados Unidos y Europa”, indican.

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La cosecha

La producción de plantines es realizada en la Patagonia. En el vivero de Trevelin, al pie de la Cordillera de los Andes y pegado al Parque Nacional Los Alerces, los plantines se empiezan a preparar en septiembre. La elección de esta zona se debe a las mejores condiciones de sanidad y a un tiempo de maduración más veloz. Mientras tanto, en Coronda, en los lotes destinados a las frutillas se siembra sorgo, avena o vicia, que luego se “disquea”, es decir, se incorpora al suelo para que el cultivo antecesor aporte nutrientes y materia orgánica cuando se preparan los camellones o surcos para las frutillas.

Durante el verano, se inicia la infraestructura del lote: las pequeñas lomadas en las que va el mulching con la manguera de riego por goteo y los arcos del microtúnel para proteger a las plantas de las heladas. Los plantines provenientes de la Patagonia se siembran a mano durante el mes de abril, con una densidad de implantación de 30 centímetros. La recolección frutilla por frutilla comienza en junio y tiene su pico entre septiembre y octubre.

Los García: pasión por las frutillas

 

Los desafíos

Si la mira se pone en el horizonte del sector, el eje ambiental tiene un peso creciente. “Hace veinte años que venimos apostando a las Buenas Prácticas Agrícolas (BPA). Usamos solo productos de banda verde o azul, que están aprobados por el Senasa, y se respetan los períodos de carencia. Además, estamos trabajando con la Bolsa de Comercio de Santa Fe y otras entidades para certificar la producción. De hecho, para poder exportar hay que seguir protocolos de trazabilidad rigurosos”, explica Miguel García.

A esta problemática se suma la falta de renovación generacional entre los productores y los costos dolarizados que vienen erosionando la rentabilidad de los productores. Se trata de un punto importante para el futuro de Coronda, cuya economía es muy sensible a la coyuntura de este  negocio, ya que la ciudad sigue siendo el principal polo frutillero del país. A 100 años de la primera plantación en Coronda, el promedio de rinde en la zona es de cerca de 35.000 kilos por hectárea, con unas 250 hectáreas sembradas.



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