rece tanto en la alta montaña como a nivel del mar y soporta condiciones de sequía y radiaciones ultravioleta y visible.
La Fundación Miguel Lillo de Tucumán, junto a la Universidad de York en Canadá, investiga la posibilidad de germinación de la semilla de quinoa en el espacio para utilizarla como alimento de astronautas y absorber un gas tóxico que se genera dentro de las naves espaciales.
“Enviamos algunas semillas a la Universidad York, donde las sometieron a condiciones similares a las del espacio y encontrar cuál variedad de quinoa puede ser candidata a ser cultivada allí”, explicó Juan Antonio González, director de la Fundación Miguel Lillo.
El convenio entre ambos organismos fue facilitado por la investigadora tucumana Pamela Such, que trabaja en un proyecto de la Universidad de York y la Administración Nacional de la Aeronáutica y del Espacio (NASA) de Estados Unidos, contó González.
Fue Such quien propuso a la Fundación “utilizar los equipos de la Universidad de York que permiten simular las condiciones del planeta Marte y los asteroides para ver cómo reacciona una especie que a nosotros nos interesa, la quinoa”, agregó el especialista.
González detalló que durante los estudios en Canadá, “las semillas de quinoa fueron sometidas a 200 grados bajo cero y un vacío muy poderoso, sin atmósfera, y vimos que germinan en esas condiciones”.
“Ahora estamos analizando cómo se movilizan los nutrientes dentro de las semillas, y qué tiempo de duración tiene la germinación”, agregó.
La Fundación Miguel Lillo investiga las propiedades de la quinoa desde 1990, un cereal muy resistente que crece tanto en la alta montaña, a más de 4.000 metros de altura, como en el nivel del mar, y soporta condiciones de sequía y radiaciones ultravioleta y visible.
Además, tiene una alta tasa de asimilación de anhídrido de carbono, que se acumula en las naves espaciales a causa de la respiración de los astronautas.
En este sentido, González explicó que cuando “hay demasiado de este tipo de gas en el aire, el cuerpo reemplaza el oxígeno de los glóbulos rojos con él y con una concentración de entre el 1 y 2 % de anhídrido carbónico en el aire puede provocar la muerte, si la exposición se prolonga durante varias horas, aún cuando no haya déficit de oxígeno”.
Es por eso que las plantas, como la de la quinoa, “sirven como alimento y son más útiles que algunos químicos capaces de absorber el anhídrido carbónico y transformarlo en sal”, concluyó el investigador.
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