a conferencia central “Los desafíos del comercio exterior y la importancia de las instituciones en esta nueva etapa” estuvo moderada por la editora, Florencia Carbone, que abrió el debate con una reflexión: “Se viene un mundo más cerrado donde la autosuficiencia de los países es el nuevo protagonistas y con la tecnología jugando un rol crucial. En simultáneo, una crisis severa de liderazgo global convive con una infraestructura institucional que cruje”.
La interpelación a los panelistas, protagonistas del comercio exterior desde hace varios años ya, apuntó tanto diagnóstico, tanto de situación como de proyecciones.
Los directivos no pudieron obviar la referencia a la inestabilidad macroeconómica y la imprevisibilidad casi crónica, que dificulta toda planificación, al comentar las particularidades de cada uno de los sectores que representan (pymes, despachantes, importadores, exportadores, logistas).
Es decir, mientras todos convinieron en la necesidad de aumentar las exportaciones de mayor valor agregado, reconocieron que su consecución está atada a importaciones de materias primas y tecnología para generar competitividad del entramado productivo con potencial exportable.
Rubén García, presidente de la Cámara de Importadores, advirtió que “el 80% de las importaciones van a la industria y a la producción. Negarlo es negar que las industrias argentinas exporten, o que (se materialice) la pretensión del Gobierno de exportar US$ 100.000 millones”.
La cuota de incertidumbre, atada al proceso importador, fue subrayada en el hecho de que “las reglas no son claras, o no están escritas”, indicó, y agregó: “No hay una normativa que me diga qué puedo importar o qué no. No sabemos por qué (motivos) no dan las licencias no automáticas”, refirió en relación a los permisos necesarios para tramitar compras en el exterior.
Por su parte, Enrique Mantilla, presidente de la Cámara de Exportadores, dijo que “todos hablan de la importancia de las exportaciones (para generar dólares) pero llama la atención que no aparezca una respuesta a esa estrategia”, y luego sugirió que “es el Presidente (Alberto Fernández) quien tiene que liderar la estrategia nacional exportadora”, situación compleja porque “todavía no se constituyó el Comité de Facilitación del Comercio”, asignatura obligatoria tras el acuerdo homónimo impulsado por la OMC y firmado en 2018.
Juan Carlos Pereyra, de AIERA, señaló que “las pymes son las que más sufren” el arrastre recesivo complicado aún más por la pandemia porque “tienen menos herramientas que las empresas grandes”. “Hoy pelean por el pago de salarios, impuestos y servicios”, indicó, al contextualizar el punto de partida para pensar en aprovechar eventuales oportunidades que abre la crisis.
A propósito, Enrique Loizzo, presidente del CDA, entidad que agrupa a los despachantes de aduana –asesores integrales de comercio exterior de las pymes– recordó que hay como nunca una necesidad de “incentivar” pero en el sentido prácticamente tributario de la palabra, habida cuenta de la enorme carga que representan los impuestos en los costos integrales de una pyme.
“El eje común (que vemos) es la incertidumbre. Necesitamos saber las reglas de juego. En medio de una pandemia, donde continuamos trabajando desde el primer día, se sucedieron cambios normativos de una manera acelerada. Además, las normas tienen que ser claras para que no tengamos que andar interpretando”, amplió Loizzo, tras subrayar la abundancia “de grises” en la normativa específica del comercio exterior.
Loizzo fue aún más específico: “Hacen falta incentivos fiscales”, dijo en relación a las pymes, cuya importancia se explica en la generación de empleo, la flexibilidad para adaptarse y la innovación inherente a la naturaleza de este tipo de empresas.
Graficó como ejemplo que “las condiciones financieras para los préstamos no están dadas, y estamos hablando de uno de los principales motores económicos y laborales como son las pymes. Hay que darles ventajas. Pero volvemos a la crisis, a la falta de dólares, y que no podemos importar lo que necesitamos para que estas pymes produzcan” resumió, en un llamado final a recuperar la “confianza”.
A su turno, Hernán Sánchez, presidente de Cedol, la Cámara Empresaria de Operadores Logísticos, suscribió que la pandemia evidenció “el lugar que entendemos que tiene que tener la logística”, es decir, de primera necesidad y prioritaria en tanto “transversal” a toda la cadena productiva y comercial.
“La pandemia demostró el rol que tenemos: no hubo desabastecimiento de productos de primera necesidad ni problemas en importaciones o exportaciones asociados a cuestiones logísticas”, explicó.
Pero puntualizó que la logística necesita tanto de la planificación como de la infraestructura, patas que hacen a su esencialidad y al papel que tiene la logística tanto en la competitividad exportadora como en el flujo abastecedor de las importaciones necesarias para agregar valor a la producción exportable.
“La competitividad se soporta en la infraestructura. Si tenés que competir en exportaciones con países que producen lo mismo pero que tienen mejores medios para mover la producción resignás margen”, explicó.
“Hay que avanzar en la infraestructura”, señaló, no sin antes indicar el talón de Aquiles que esta particular planificación tiene: “No te alcanzan los cuatro años (de gobierno)”, dijo, al hablar, por ejemplo, de un tendido ferroviario.
Los desafíos se concatenan y acumulan a la vez: aún cuando la falta de dólares se solucione, las pymes puedan exportar mayor valor agregado y la competitividad se recupere merced a una planificación logística que permita una conectividad eficiente, el mundo estará allí imponiendo su propio dinamismo y cambios constantes.
A propósito, el director de la Cámara Argentina de Comercio y Servicios, Marcelo Elizondo, iluminó un trayecto programático hacia “el aprovechamiento de nuevos mercados”, trazó su diagnóstico y su diagonal de potenciación.
“Hay cuatro raíces de los problemas actuales: el desorden macroeconómico que impide el cálculo económico; la congestión regulatoria, que va desde lo tributario y lo laboral a lo administrativo; un sistema institucional debilitado que permite que se politice la economía y no haya respeto por los derechos, y una economía cerrada, tanto para importar como para exportar. Mientras este cuadrado esté vigente, todo será muy difícil”, puntualizó.
No obstante lo lapidario del cuadro, Elizondo –tal vez el máximo referente en tendencias para la internacionalización de los negocios de la Argentina– también se mostró convencido de cómo cambia el panorama si se actualiza la visión sobre cómo se clasifican los principales productos que se intercambian en el comercio exterior.
Es decir, la visión tradicional indica que la Argentina es un fuerte exportador de productos primarios, de commodities, calificando las exportaciones del complejo “agro” como de poco valor agregado.
La nueva lectura que merece imponerse definitivamente para cambiar de una vez este paradigma es “la economía del conocimiento” asociada al agro.
“Hay mucha incidencia del capital intelectual, del conocimiento incorporado a la producción. El capital intelectual ya explica la mitad del PBI mundial. Hay países como Suecia o Estados Unidos donde se eleva su incidencia al 70%. En la Argentina ronda poco más del 30%, y está todo en el sector que consideramos primario, pero tiene un conocimiento transformador desde la genética a la satelización productiva”, explicó.
Evidenció Elizondo, sin decirlo, que persisten viejos postulados en la formulación de políticas cuando estaría todo dado para ensanchar la diagonal del “conocimiento aplicado al agro”.
“Es el único sector que crece, y está bueno. No renegaría de eso porque el mundo demanda cada vez más alimentos de mayores estándares y esto provocará que se genere más valor a la producción local”, concluyó.
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