Desde el 2003, los habitantes de la puna catamarqueña recuperan el Chaku, técnica ancestral de manejo de vicuñas para su esquila y posterior tratamiento de la fibra, que en su momento era practicada por los Incas.
El Chaku es organizado por la Dirección Provincial de Biodiversidad, que depende de la Secretaría de Estado del Ambiente y Desarrollo Sustentable de Catamarca, junto a las comunidades involucradas. Estas últimas priorizan la conservación de la especie con el objetivo de poder seguir compartiendo este ritual con las próximas generaciones.
El ritual se realiza todos los años del 29 de octubre al 28 de noviembre en los departamentos de Antofagasta de la Sierra, Tinogasta, Belén y Santa María, aunque la localidad de Laguna Blanca, en el departamento de Belén, es el epicentro de este hito.
La actividad empieza con el encierro de las vicuñas en un campo cercado de varias hectáreas, una especie de corral de gran tamaño, que incluye zona de pastaje y abrevaderos. Al día siguiente, todo el pueblo se congrega en el predio, pero antes de eso realizan una ofrenda a la Pachamama, acto que se conoce con el nombre de corpachada. Esta última consiste en la realización de un hoyo en el que se colocan alimentos o bebidas naturales como coca o vino, exclamando “Pachamama, madre tierra, kusiya, kusiya”, que significa “haz que nos vaya bien”.
Luego, aquellos que van en las primeras camionetas se encargarán de cerrar las compuertas para empezar a unir sus manos a lo ancho del campo. De esa manera, se va guiando a las vicuñas para que entren en una manga que finaliza en un corral. Desde ahí se las retira con la cabeza cubierta con una capucha y se las mantiene en el suelo sin atarlas, agarrando sus patas entre varias personas. La esquila se efectúa con tijeras grandes, extrayendo el vellón completo del cuerpo del animal, excepto del cuello.
Después, especialistas del INTA Catamarca se encargan de pesar a los ejemplares y efectuar los controles sanitarios correspondientes. Una vez que los ha revisado un médico veterinario, los animales son liberados si se encuentran en condiciones. A cada vicuña se le pone una caravana para que quede registrada y se pueda monitorear la población de la especie.
El vellón obtenido de cada animal es colocado en un balde. Luego, se le quita la tierra, se pesa y se embolsa, registrándose con la información del sexo del animal. Esa materia prima se convierte en hilado y tejidos que se generan en telares rústicos; por ese motivo, el proceso puede tardar alrededor de sesenta días. La producción es comercializada en las ferias de artesanías, así como en las fiestas provinciales y nacionales.