onsiderando estos aspectos, la actividad todavía presenta un bajo desarrollo relativo, en un país en el que abundan forrajes y granos que pueden ser el alimento de un animal herbívoro. En particular, el conejo se alimenta de cebada, maíz, sorgo, avena y trigo, complementado con alfalfa oreada conforma una ración muy sustentable. De esta manera, el país podría agregar valor dentro de su exportación habitual de granos, que por la política de retenciones implican un subsidio al insumo en términos económicos.
Una de las principales explicaciones del subdesarrollo de la carne de conejo ha sido la relativa importancia del consumo de carne vacuna en Argentina, que tanto cultural como económicamente dificultaba la inserción de otras carnes en el mercado doméstico. Esto se debía en particular a la elevada productividad de las tierras extensivas que se utilizaban para producir carne vacuna, lo cual explicaba un precio real menor al de equilibrio para el desarrollo de las cadenas cárnicas intensivas (aun con menos tierra, requieren más capital).
Con el incremento de los precios de los commodities agrícolas en los últimos años, la carne vacuna se ha desplazado a tierras menos fértiles, reduciendo su productividad y elevando el precio real de venta (aun cuando la política de permisos de exportación morigeró esta tendencia), y las posibilidades de desarrollo de la industria aviar, porcina y también de conejo se incrementaron de manera notoria.
La explotación del conejo constituye una actividad interesante para productores familiares, ya que esta especie ofrece ventajas que complementan las ya obtenidas por la explotación agropecuaria tradicional. El producto final es altamente recomendado por sus características nutritivas, además de ser un valioso aliado de las dietas hipocalóricas (para adelgazar) y las indicadas para los hipertensos (personas con presión arterial alta). Cabe destacar, además, que los costos de inversión para montar un módulo familiar son bajos, pudiéndose recurrir a la fabricación casera de las jaulas.
La carne de conejo es magra, con más proporción de proteínas (19-25 por 100) que otras carnes. Su proporción de grasa es del 5 por 100, con un contenido apreciable de ácidos grasos esenciales poliinsaturados y con uno de los contenidos más bajos en colesterol (50 mg/100 g, similar al de la carne de pavo). Es una de las carnes con menor contenido en energía (160-200 kcal/100 g), considerándose ligera y dietética. La carne de conejo es blanca y tiene una gran terneza y jugosidad. Su sabor es débil y agradable, y tiene un importante potencial en una sociedad que requiere el consumo de carnes menos grasosas y más proteicas.
En términos económicos, la cría del conejo puede contribuir a mejorar la dieta familiar con costos muy bajos de insumos y mano de obra familiar. Debido a su breve período de gestación y a su alto nivel prolífico (hasta 40 crías al año, comparadas con las 0.8 por ciento del ganado vacuno y el 1.4 del ovino) la actividad se adapta rápidamente a los ciclos de la demanda.
Al mismo tiempo, la productividad en el incremento de carne y la baja superficie requerida puede resolver el suministro cárnico de pequeños productores y agricultores en chacras suburbanas, en una superficie menor a la que requiere un solo novillo. Por estas razones, se intenta profundizar el análisis como solución a obstáculos que enfrentan los productores agropecuarios PYME en el país y la necesidad de incrementar el valor agregado de las exportaciones nacionales, eslabonando la provisión de productos vegetales con el desarrollo de las industrias cárnicas.
La producción cunícola es una actividad intensiva que se realiza en un ambiente controlado con baja incidencia de la disponibilidad de tierra. Entre las características que distinguen a la actividad se destacan:
Esta actividad se adapta a ámbitos espaciales suburbanos e incluso urbanos y permite la utilización de mano de obra de tipo familiar (1 persona cada 300/400 madres) e incluso realizarse como segunda actividad por lo que es llevada a cabo por pequeños productores. Su principal insumo es el alimento balanceado siguiéndole en importancia los reproductores, la sanidad y la mano de obra. Las instalaciones principales son el galpón o tinglado y las jaulas. La cría se realiza en gran parte del territorio nacional, concentrándose la mayor parte de la producción en las provincias de Buenos Aires, Córdoba y Santa Fe.
Además del producto principal (carne), existen subproductos que tienen un valor complementario (pieles para utilizarlas como tales o para extraer el pelo). La crianza específica para obtener pieles es otra actividad con características diferentes a la cría para producción de carne.
El producto se comercializa en forma de carcaza o cortes, sin procesos de industrialización más allá del descuerado y limpieza. Se presenta suelto o en bandejas con film de polietileno. Sólo se registran dos o tres casos de avance en el proceso de elaboración, con embutidos de carne de conejo, cortes especiales (bifes) y conserva de conejo en escabeche. Además de la carne y los cueros y pieles, de esta actividad se desprenden subproductos como el guano para lombricompuesto, y la venta de gazapos como mascotas.
Existen factores generales y particulares que merecen ser tenidos en cuenta. Entre los factores generales se pueden mencionar:
Asumiendo que la calidad proteica de las carnes resulta en la mayoría de los casos superior a la vegetal y confiere al consumo de carnes la característica de bien superior, la promoción de carnes con menor requerimiento de tierras sería la forma de dar respuesta simultáneamente a la disparidad entre preferencias por las carnes.
El consumo medio mundial se estima en 300 gramos de carne de conejo por persona por año. En la Unión Europea, el consumo llega a 1,7 Kg. por habitante/año siendo Italia el primer país consumidor con 5,3 Kg. Nápoles posee el consumo por habitante más alto del mundo con 15 kg. por año. En China, el primer productor mundial, se consumen menos de 10 gramos por habitante puesto que la actividad está orientada a la producción de pelo. En Asia, además de China, la cría de conejos está desarrollada principalmente en Indonesia.
En la Argentina el conejo tuvo presencia desde la llegada de la segunda ola inmigratoria a estas tierras a mediados del siglo XX. Se utilizaba como comida que producían las familias rurales. A medida que el consumo mundial crecía la actividad se reconvertía a sistemas de producción más intensivos o industriales y se pasaba de producciones de autoconsumo a explotaciones comerciales.
La producción local tiene un bajo desarrollo, está integrada en su mayoría por pequeños y medianos productores regionales. A partir de 2005 se vio afectada por el retorno de China a los mercados internacionales, lo que hizo bajar los precios, ya que más del 50% de la producción se destinaba a la exportación y los mercados internos estaban poco desarrollados. El costo del alimento, sumado a la caída en los precios internacionales fueron los principales factores que empujaron hacia abajo la rentabilidad y por ende la disminución del número de granjas.
La cantidad de granjas habilitadas por el SENASA, de acuerdo a información del Registro Nacional Sanitario de Productores Agropecuarios (RENSPA, 2012) es de 221, de los cuales 71 son productores de conejos para carne, 3 para piel, 18 son cabañas y 1 es Centro de Inseminación.
La faena en términos de cabezas y la producción de conejo medida en toneladas se comportaron de manera similar desde el año 2001 hasta la actualidad. Ambos indicadores manifestaron un pico en el año 2005 cuando se faenaron 2,6 millones de cabezas y se produjeron 3.797 toneladas de carne.
Según datos de INTA Paraná, la producción de conejos en agricultura familiar se ha afianzado en el interior del país por ser una muy buena opción para este tipo de productores por su fácil manejo, bajo costo de producción poca superficie requerida y excelentes características para la dieta de toda la familia.
Una sola coneja es capaz de producir casi la totalidad del consumo de carne anual que una persona adulta necesita para alimentarse bien. Una madre genera 36 conejos a faena logrando 54 kilogramos de carne de excelente calidad por año. En Argentina, una persona adulta consume aproximadamente por año 60 kilogramos de carne vacuna.
Cecilia Luciano, Médica Veterinaria, del INTA Paraná, explica algunas de las ventajas de esta producción.
“Una de las principales ventajas es que los conejos necesitan poca superficie para su alojamiento. En el fondo de una casa se puede producir conejo para carne en un terreno perfectamente cerrado de no más de 6 metros cuadrados. Se pueden construir las jaulas con elementos de bajo costo. Cada conejo necesita un espacio de 60 por 60 o una jaula 3.600 cm2 aproximadamente. Siempre el piso de la jaula tiene que ser de un tejido para que el estiércol pueda caer y evitar así enfermedades o parasitosis. En el verano se debe contar con sombra preferentemente de árboles de hojas caducas, y/o protección de las jaulas con tela media sombra”.
“En una crianza familiar es factible obtener de 4 a 6 partos por año. Las hembras pueden iniciar su vida reproductiva a los 4 meses de vida, siempre que hayan alcanzado un peso de 3,200-3,300 kg; los machos inician su vida reproductiva a los 5-6 meses de edad. La gestación de las hembras dura 30 días, la lactación: 35 días y la faena se puede realizar cuando alcanzan un peso de 2,400 kg vivo”, dijo Luciano.
“Para la alimentación lo que se propone desde el Pro Huerta es que la familia tenga una huerta bien implantada para producir parte de la alimentación del conejo y el resto complementar en base a granos o una mínima parte de alimentos balanceados”.
En el norte del país la cultura de consumo de carne de conejo se encuentra poco arraigada, sin embargo, es elegida por todos aquellos que han desarrollado hábitos alimenticios saludables. Además, es una excelente opción para productores de pequeña escala y muy recomendado por programas que apoyan la agricultura familiar.
Suena a Campo