llo se debe a una serie de rasgos característicos de la especie y que permite aprovechar el rendimiento reproductivo de la coneja. Los rasgos característicos de la coneja se centran en un ciclo reproductivo muy corto para aprovechar en la naturaleza el periodo de bonanza de la primavera; una ovulación inducida que maximiza la eficacia del ciclo reproductivo adaptándolo a las necesidades de cada granja; un útero bicorne que aumenta la capacidad de placentación de fetos aumentando la capacidad de nacidos vivos.
Los rasgos característicos se complementan con un mecanismo fisiológico reproductivo extremadamente simple de activación: un estímulo externo como es la monta por parte del macho junto con una serie de condicionantes externos como la luz, que propician el mecanismo que desencadena toda la cascada hormonal que conduce a la activación del ciclo reproductivo.
Esta simplicidad fisiológica en el que el mecanismo reproductivo de la reproductora se encuentra en posición de «Stand by» es un sistema de ahorro energético por un lado y por otro lado no inicia hasta que está todo dispuesto para su máxima eficacia reproductiva.
El ahorro energético, es decir, no malgastando recursos energéticos que no son tan abundantes ni fáciles de disponer en un animal herbívoro donde el alimento no es precisamente de gran riqueza energética, permite que los reproductores puedan sobrevivir con la mínima expresión de alimento y almacenar los recursos en forma de grasa para disponerlos en la próxima gestación. Sin embargo, este mecanismo tan simple de activación tiene su lado complicado cuando realizamos la inseminación, ya que la reproductora no recibe el estímulo desencadenante de la cascada hormonal que inicia el proceso reproductivo, es decir, el efecto macho.
En los inicios de la inseminación se idearon toda una serie de mecanismos y habilidades (por darle un nombre) que intentaban remedar unos resultados altamente variables y a los que no teníamos mucha explicación técnica más allá de la teórica, que solo sirve para eso, para dar excusas que no siempre eran comprensibles. Desde dejar machos encima de las jaulas para que se paseen a lo largo de la fila y así estimulen las conejas reproductoras, o en jaulas donde los machos se iban moviendo por el pasillo, hasta remover las reproductoras de las jaulas para crear un estrés positivo… ya quedan muy lejos en el tiempo y han quedado totalmente en desuso.
Un punto importante, pero no por ello imprescindible, es homogeneizar el estado hormonal de las reproductoras en una fase propicia para la aceptación y posterior ovulación de las reproductoras. Este sistema se basa en el uso de gonadotropinas, que generalmente conocemos como PMSG, que induce la maduración de los óvulos en el ovario y sitúa al mecanismo reproductivo en su máxima potencia.
Debido al mecanismo fisiológico reproductivo de la coneja NO es necesario, pero sí que permite una gran estabilidad a lo largo del año en los resultados, y que por ello su uso es bastante generalizado. Hay que resaltar que su uso es complementario a los programas de flushing lumínico, no los sustituye, y por tanto se deben seguir aplicando los periodos de iluminación correspondientes en tiempo y intensidad.
Sí que es cierto que en instalaciones cunícolas sin suministro eléctrico permite obtener unos resultados suficientemente positivos para la normal evolución de la granja y que en estos casos son imprescindibles. Su dosificación depende del tiempo que discurra entre la aplicación y la inseminación, recomendándose alrededor de 25 UI unas 48 horas anteriores a la inseminación, pero que el abanico puede moverse desde las 15 UI y hasta 72 horas antes para buscar el momento óptimo para aplicar el producto por parte del cunicultor y la máxima eficacia.
El estado de las reproductoras, flushing lumínico y la realización de flushing energético también determinan la necesidad o no del uso de la PMSG, donde un ejemplo evidente es en el uso de las conejas nulíparas donde de forma habitual no se realiza y con unos resultados muy óptimos. Como norma general se puede apreciar que el efecto es muy positivo en conejas reproductoras que se encuentran en lactación mientras que en las conejas nulíparas o sin gazapos no se visualiza ninguna mejora.
Uno de los inconvenientes derivados de su uso ha sido descrito en algunas ocasiones como una progresiva pérdida de eficacia del tratamiento a lo largo de la vida productiva, considerándose que alrededor del 10% de las conejas tratadas un mínimo de 7 veces desarrollan una respuesta inmune al producto que provoca este ligero descenso en los resultados productivos.
A partir de este momento nos encontramos que la reproductora está a punto para empezar un ciclo nuevo y empezamos un nuevo proceso reproductivo. Para ello en la inseminación es necesaria y obligada la aplicación de GNRh o un análogo que simulen lo que denominamos el efecto macho, imprescindible para que se desencadene todo el sistema hormonal de la coneja que finaliza con la ovulación y posterior fecundación de los óvulos.
Esta aplicación debe ser lo más inmediata posible al momento de la inseminación. En casos que se ha postergado unas horas por falta de producto y se ha procedido a avanzar aplicando la inseminación e inyectando, posteriormente los resultados son muy irregulares y con algún susto en forma de numerosos fallos a la palpación y sobre todo en el tamaño de la camada, con nacimientos entre uno y dos gazapos menos por parto. Por suerte no es un proceso que ocurra a menudo, pero en la mayoría de casos que he podido seguir he apreciado este comportamiento errático en los resultados.
Empieza a ser frecuente el uso de la hormona reproductiva incorporada directamente en la dosis seminal, con unos resultados muy competitivos en fertilidad y a los que hay que sumar el incremento de rapidez de la inseminación con su correspondiente ventaja práctica (velocidades de inseminación del orden de un 60% mayores).
Agrinews