as legumbres son ricas en nutrientes, proteínas, hidratos de carbono, lípidos, fibra, minerales, vitaminas y aminoácidos esenciales para una correcta alimentación diaria. Hay variedad de colores y sabores para todos los gustos: lentejas, garbanzos, porotos, arvejas, maní, semillas de soja, chauchas y algarroba.
El consumo de estos alimentos de origen vegetal está estrechamente ligado a un sin fin de beneficios nutricionales para el cuerpo, como la prevención de azúcar en sangre (diabetes), control del colesterol y disminución de riesgos cardiovasculares. Aporta mucha energía y vitalidad para llevar una vida más sana.
A pesar de sus cualidades, se sabe que comer este tipo de hortalizas se asocia a una pronta aparición de gases, lo que genera que sintamos una sensación de incomodidad e hinchazón en la panza. Sucede que en su genética, estos vegetales contienen rafinosa, una molécula compuesta por glucosa, fructosa y galactosa. Luis Caro, gastroenterólogo (M.N. 51.580) y jefe de gastroenterología del Instituto Alexander Fleming, explica a Con Bienestar que la razón de este indeseable fenómeno fisiológico se debe a que contienen unos azúcares conocidos como oligosacáridos y pueden desnaturalizarse con la cocción.
La rafinosa es un componente que pertenece a los disacáridos y por ende, al grupo de los oligosacáridos, azúcares dobles que pueden encontrarse en las leguminosas. Cuando ingerimos carbohidratos, como son propiamente los azúcares, a nuestro cuerpo le resulta difícil metabolizarlo y digerirlo en el intestino delgado y en el estómago. Como no puede ser descompuesto, este elemento va directo al intestino grueso y ahí es donde la flora intestinal "trabaja" para deshacerlo por medio de fermentación bacteriana. Este proceso ocasiona irritación en las paredes intestinales y una posterior producción de anhídrido carbónico, metano y otros tipos de gases que expulsamos mediante las típicas flatulencias.
“La mejor forma es poner los alimentos 24 horas en remojo para hidratar su envoltura y luego, cocinarlos con bicarbonato de sodio”, aseguró el doctor Caro. “Una cucharada sopera en dos litros de agua sería lo apropiado”, determinó.
Cuando realizamos este procedimiento, las paredes celulares se ablandan y el agua caliente bicarbonatada toma contacto con la rafinosa, contrarrestando su efecto. La desventaja es que las altas temperaturas del hervor hacen que se pierdan muchos minerales y vitaminas, pero igualmente comeremos un plato sano, rico en nutrientes y sin miedo a hincharnos por los gases.
TN