Así lo indica Mauricio Efrén Sotelo Cabrera, estudiante de la Maestría en Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Palmira, quien sembró las leguminosas mencionadas en tres localidades: Piedra Sentada, Patía y Mercaderes.
a investigación, que se llevó a cabo durante dos años, buscaba proporcionar forraje (hierba) para el ganado y recuperar suelos degradados para que los terrenos ya impactados por la ganadería siguieran siendo productivos y así evitar que se siguiera expandiendo la ganadería extensiva en la zona.
Este tipo de ganadería se da cuando un terreno ya no tiene las condiciones necesarias para que las reses se alimenten. Entonces, como salida fácil y menos costosa, el productor migra hacia nuevas tierras con forraje (material vegetal que sirve de alimento para los animales), para seguir con su práctica.
“El ganado selecciona lo que le gusta, lo consume, y si hay poco, se lo come todo. Entonces las plantas arvenses (malezas) comienzan a ganar territorio, porque lo que no se está consumiendo crece y lo que se consume pierde esa competencia”, explica el investigador Sotelo.
Y cuando se tiene una pradera donde prevalecen las malezas, el productor tiene dos opciones: abandonar el potrero o incurrir en el gasto de erradicarlas y de volver a sembrar el forraje de interés.
Otro problema asociado con la carencia de forrajes de calidad en esta zona es la degradación y erosión de los suelos, lo que genera una presión sobre los pocos bosques o zonas con árboles, nuevamente, por la necesidad de los habitantes de buscar otros terrenos fértiles.
Con las leguminosas seleccionadas se hicieron evaluaciones de agronomía, es decir de producción de forraje, y además se hizo un muestreo base justo antes de la siembra de los materiales, para determinar cuáles eran las condiciones tanto físicas como químicas y biológicas del suelo.
Para la evaluación agronómica se midió la producción de forraje y se evaluaron atributos de las plantas, como vigor, altura, floración, resistencia a plagas y enfermedades, cobertura en el suelo y producción de materia seca.
Para la parte física, química y biológica se realizaron muestreos del suelo con excavaciones de 1 m de profundidad, en las que se tomaron muestras cada 5 o 10 cm (calicatas) y con extracciones de bloques de suelo usando cuadrados metálicos (monolitos).
Con esto se encontró que los contenidos de fósforo y de materia orgánica eran bajos, había deficiencia de macro y micronutrientes, y solo en uno de los sitios evaluados se encontró presencia de macroinvertebrados.
“Los insectos son muy importantes porque indican si hay o no actividad en el suelo”, explica el investigador Sotelo, y agregó que también se encontraron grandes problemas de arrastre del suelo cuando llovía.
Al finalizar la investigación con las leguminosas sembradas, los contenidos de fósforo, macro y micronutrientes mejoraron, y se incrementó por lo menos un 300 % la presencia de macroinvertebrados en el suelo. Esto garantiza que el terreno comenzará a recuperarse poco a poco, y aunque es un proceso que requiere más de dos años de trabajo, es un gran paso, agrega.
Por último, en términos de producción de forraje para la alimentación de los animales, las cuatro leguminosas tuvieron muy buen desempeño, pues sobrepasaron al material que se había tomado como testigo y de control en cada terreno en cuanto a producción de biomasa y calidad nutricional.
Esta investigación se realizó con el acompañamiento del grupo Nutrifaca de la Universidad del Cauca.
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