xtraen la pulpa del fruto que tiene un amplio uso en la elaboración de alimentos, bebidas y cosméticos. En sabor, color y textura se parece mucho al Açaí amazónico extensamente consumido en todo Brasil, pero tiene más propiedades alimentarias.
La experiencia de Brasil con el Açaí es uno de los ejemplos más exitosos del mundo en materia de aprovechamiento sustentable de un producto no maderable del bosque nativo. En pocos años se convirtió en un negocio que reporta ganancias millonarias a varios estados del norte del vecino país y permite conservar enormes superficies boscosas. En el sur de Brasil no tardaron en darse cuenta que en el Bosque Atlántico ofrece un fruto prácticamente idéntico al Açaí en aspecto, sabor y textura: el fruto de la palmera del palmito. Comenzaron a recolectarlo y a procesar su pulpa y así nació el Açaí de Juçara, que también tuvo un rápido éxito comercial por sus atributos que llevaron a los especialistas a catalogarlo como un “súper alimento”.
En la zona de Andresito hay una cooperativa que busca replicar ese éxito en Misiones. Todavía trabajan a escala artesanal, son 11 familias que procesan alrededor de 60 kilos de frutas por día, de los que obtienen unos 30 kilos de pulpa. Para el 2020 procesar 100 kilos de fruta por día. Le dan al producto el mismo nombre que le daban los nativos guaraníes al fruto del palmito, Jejy’a.
El proyecto partió de la búsqueda de un grupo de productores que conservan parcelas considerables de bosque nativo y necesitaban una alternativa que permitiera hacer una explotación sustentable de lo que ofrece la selva sin provocar un daño en el ecosistema. El aprovechamiento primero de la pulpa y después de las semillas (que son vendidas a viveros de la zona) del fruto del palmito surgió como una opción atractiva.
“Nos organizamos, cada día le toca a un productor distinto acercar su semilla a la cooperativa. Luego las clasificamos manualmente para sacar frutos verdes, palitos, los que puedan tener hongos. Después una serie de lavados, se pone todo en agua con lavandina para desinfectar, se deja en reposo y después directamente va a la sala de extracción, previo paso por agua caliente para que se afloje la pulpa”, explicó Mirna Korniejczuk, una de las más fervientes impulsoras de la Cooperativa Agroecológica Península Limitada.
La productora destacó que el proyecto permite sacar un rédito económico de la palmera del palmito sin tener que dañar a la planta y aporta un beneficio a quienes deciden conservar bosque nativo en sus chacras.
Mirna se ocupó de aclarar que no cultivan ni tienen intenciones de hacerlo, sino que se limitan a recolectar los frutos de las palmeras que crecen de manera natural en el monte porque el objetivo final es justamente conservar la selva y ofrecer un producto extraído directamente del monte.
Explicó que de la pulpa de Jejy’a se puede usar en una amplia gama de alimentos y bebidas. Los hoteles de Iguazú lo requieren como un ingrediente distintivo para coctelería, cocina gourmet y postres; pequeños emprendedores buscan incorporarlo a la mesa diaria de los misioneros en forma de mermeladas, helados, jugos, salsas, licores y cervezas y hasta hay experiencias de su uso en cosmética o como tintura natural para telas.
Dada la escala más bien pequeña del proyecto, la comercialización de la pulpa de Jejy’a de la Cooperativa Península no está del todo desarrollada. Internet y las ferias y exposiciones son los canales principales de ventas. El producto se vende congelado, a razón de 450 pesos por kilo y fraccionado en paquetes de 500 gramos.
Desde el punto de vista sensorial la pulpa de los frutos es muy similar açaí amazónico; sin embargo, la pulpa Jejy’a presenta mejores características a nivel nutricional. Entre sus propiedades se destacan la capacidad antioxidante y el contenido de antocianinas, además de los niveles de proteínas, lípidos, ácidos oleicos y linoleicos, potasio, calcio, hierro y manganeso. Son también considerados como alimentos energéticos. Las vitaminas presentes en los frutos son A, E y C.
Mirna Korniejczuk, destacó la colaboración de instituciones y profesionales sin la cual la cooperativa no hubiera podido desarrollar el proyecto.
«Hay que resaltar que mucha gente trabajo en este proyecto, para empezar es la tesis de una estudiante de ingeniería forestal Daily Garcia, quien tuvo la delicadeza de compartir su proyecto con la cooperativa, junto a su directora Norma Hilger, que trabaja en el Ceiba y el Conicet quienes donaron la despulpadora. El Ministerio de Medio ambiente de la Nación donó materiales y colaboró con todos los trámites para que este producto entre en código alimentario. También hay que destacar a la Bromatóloga María Ojeda que siempre estuvo ayudando con los análisis y al Misterio de Ecología de Misiones que nos facilitaron las guías y nos ayudaron en el proceso de registro de los productos. Agricultura Familiar de Misiones nos ayudó con la habilitación de la sala todos esos aportes fueron importantes para que este proyecto sea una realidad”, remarcó.
Misiones Online