n equipo interdisciplinario de investigadores del Conicet, la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA), el INTA, la Universidad de Tucumán y del Instituto de Investigación para el desarrollo (IRD) -Francia- se centró en el genotipado de semillas de quinua de los siglos II, VII, XII, XIII y XXI para explicar a través de la variabilidad genética cuántas posibilidades tiene un organismo para adaptarse a los cambios de ambiente.
La quinua, afirman los investigadores, es un alimento de gran calidad nutricional ya que posee todos los aminoácidos esenciales, oligoelementos, vitaminas y no contiene gluten. Además, tiene la característica de adaptarse a diferentes ambientes por su tolerancia al déficit hídrico, bajas temperaturas y salinidad.
Luego de que un equipo de arqueólogos halló semillas bien conservadas en la puna meridional argentina, comenzaron con el estudio del ADN de la misma. El objetivo es trazar un camino común para comprender cómo las sociedades rurales enfrentaron los cambios climáticos y políticos de los últimos 1800 años, apuntan los especialistas.
El análisis realizado por los expertos reveló que el reemplazo de semillas de quinua por nuevas poblaciones de menor diversidad genética se produjo al menos dos veces dentro del lapso que estudiaron. Este fenómeno se dio en los siglos VI y XII, un período de intensificación de prácticas agrícolas, y entre los siglos XIII y XXI, cuando la actividad empezó a caer debido a la gran sequía del momento, explicó Marcela Manifiesto, bióloga del Instituto de Recursos Biológicos del INTA.
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