A propósito de que llega uno de los últimos fines de semana largos del año, qué mejor que despejar la cabeza, alejarse del ruido y aprovechar tres días al aire libre, rodeados de especies de plantas y animales sin salir de Buenos Aires. Las reservas ecológicas de Yporá y Che Roga se presentan como dos opciones diferentes para disfrutar en familia.
La Isla de Yporá, ubicada a dos mil metros del Río de la Plata, a 15 kilómetros de la Isla Martín García, en la segunda sección de las islas del Delta de San Fernando, es un proyecto familiar que inició en 2012 para alentar la búsqueda de alternativas de vida más sustentables. Declarada parte de la Reserva de la Biósfera del Paraná por la UNESCO en 2000, protege un territorio apto para la conservación de ciervos de pantanos, carpinchos, lobitos de río, gatos monteses y pavas del monte.
Uno de los proyectos en los que se basa esta propuesta es el intercambio. Aquí se implementan técnicas de construcción natural con recursos locales como cañas de bambú, barro, paja y madera, y se utilizan materiales reciclables como botellas de plástico y vidrio, latas y chapas. Para cortar un poco con la rutina, la idea es generar luz con energías alternativas como la solar y la eólica. También se recolecta agua de lluvia para el lavado y hay un calentador solar para las duchas. Asimismo, posee una gran variedad de árboles de fruta y una huerta orgánica propia.
Para disfrutar del paisaje y admirar la flora y fauna del lugar, Yporá cuenta con medios de transporte fluvial como canoas y embarcaciones a vela. Entre sus comodidades, existe un salón de encuentros para poder escuchar música o leer alguno de los libros que se encuentran en su amplia biblioteca, hecha a base de barro, paja, caña, chapas y maderas de la zona.
Para dormir, se manejan con dos alternativas de tiendas estilo gampling, con cama doble o dos camas individuales, construidas sobre una estructura de madera a dos metros de altura para mantenerlas secas de las lluvias, con una mejor vista y una mejor distribución del aire. Además, tienen una galería semi cubierta con cortinas y mosquiteros para contemplar el paisaje.
Los baños se construyeron con elementos reciclados como madera de embalaje, placas y chapas de techo de envases de tetrabrik y chapas de zinc de demolición. Son amplios para cambiarse y cuentan con duchas individuales.
Como espacio en común para todos sus visitantes, existe un comedor al aire libre, donde se puede degustar comidas preparadas por los chefs del lugar a fuego de leña. Se ofrecen platos diferentes día tras día hechos con alimentos de estación.
Para acceder a Yporá parten de la Estación Fluvial de Tigre lanchas colectivas con un viaje aproximado de dos horas hasta arribar a un muelle cercano, donde encargados de la reserva pasan a buscar a sus huéspedes.
Una estadía de tres noches tiene un valor de cerca de $4.200 por persona e incluye todas las comidas con una copa de vino o cerveza y postre, además de ropa de cama y toallas, y el uso de canoas y paseos de las embarcaciones.
También en San Fernando, pero en la tercera sección de islas del Delta (entre el Río Paraná Midi y el Arroyo Sauce Llorón), se encuentra la Reserva Natural Privada Che Roga, cuya meta principal es la conservación del blastoceros dichotomus, más conocido como ciervo de los pantanos. Se estima que existen alrededor de mil ejemplares de esta especie, que según la Unión Internacional de la Conservación de la Naturaleza (IUCN) es una de las más amenazadas a nivel mundial. El proyecto consiste en la creación de un refugio de vida silvestre, la reconstrucción de senderos interpretativos y la restauración del bosque nativo.
El plan para hacerle frente a la problemática consiste en integrar a los productores y habitantes isleños en la conservación de este animal para divulgar y fomentar la necesidad del cuidado de la naturaleza.
Entre las actividades que se pueden realizar se destaca el avistaje de aves, ya que a lo largo y ancho de la reserva circulan alrededor de 70 especies, cuatro de las cuales están en peligro de extinción, como la pava de monte común, el petrel gigante común, la pajonalera pico curvo y el federal.
Asimismo, se pueden realizar caminatas educativas por sus tres senderos: Blastocerus, De las Tacuaras y Los Ceibos. Blastocerus se recorre en cerca de dos horas y media, debido a que tiene una extensión de 3,9 kilómetros. Aquí se pueden observar todos los tipos de ambientes entre los que sobresale un extenso Humedal en muy buenas condiciones de conservación. Por su parte, en el Sendero de los Ceibos se pueden encontrar pajonales, plantas acuáticas, y diversas comunidades vegetales. Además, hay bosques fluviales o ribereños angostos, cuya vegetación va cambiando de acuerdo a su grado de madurez. En su parte más alta se extienden el ceibo rioplatense, el laurel del río, el timbo blanco o el curupí, que cumplen la función de enriquecer la composición de los bosques, que presentan también arbustales de espinillo, chilcas, rama negra, sarandíes blanco y colorado, y pastizales de cortadera, totora, espadaña, carrizo y canutillo.
En el sector norte se encuentra la selva marginal, con especies subtropicales, donde la fauna es rica a causa de la variedad de ecosistemas. Se distinguen reptiles como yarará, ñacanina y lagarto overo, y anfibios como ranas, sapos y escuerzos. También hay una amplia gama de mamíferos, como el ya mencionado ciervo de los pantanos, el lobito de río, el carpincho, el gato montés, la nutria, el vampiro, y distintos tipos de ratas, comadrejas y murciélagos.