esde la ruta y para quienes no conocen la práctica, éste es un fenómeno extraño. Se detienen a observar y allí ven con rastrillos a los agricultores esparciendo el resultado de su trabajo en la tierra, para que pierdan más del 80 % del agua y así poder elaborar el mejor pimentón dulce de la Argentina.
A 2.280 m.s.n.m. Cachi se presenta ante el viajero con una leyenda en una humilde pared de adobe: “Querido Sr. turista este pequeño rincón del Valle Calchaquí le da la bienvenida, deseándole una feliz estadía. Si el destino guió sus pasos hacia este pueblo, aprovechamos para invitarlo cordialmente a descubrir la poesía escondida en sus viejas casonas y calles, donde el tiempo está dormido. Por favor procure no despertarlo…
Por los días de campos intensamente enrojecidos los turistas llegan desde la ciudad capital y desde otras localidades a empaparse de esta cultura. Agencias salteñas proponen los “Pimiento tour" o el “Red tour" en los que desde marzo los visitantes participan en la cosecha, y luego interactúan con los habitantes conociendo sobre la magia de los sabores que en las alturas se originan.
La aridez, la altura, la intensidad del sol, todo confabula para una producción ideal. La siembra es en enero y la cosecha es manual en abril. Luego del secado, llega la molienda y el envasado. Traer una bolsita de este pimentón a casa es atesorar un poquito de los valles en la cocina. Además, es la clave de las empanadas salteñas.
En los alrededores de Cafayate, Angastaco, Molinos y Cachi, se suceden los campos cubiertos de pimientos. Precisamente por la mítica Ruta 40, a la altura en que atraviesa el tramo salteño de los Valles Calchaquíes, el rojo intenso que predomina en las montañas multicolores compite con el de los pimientos puestos a secar a la vera del camino. En el relleno de las empanadas salteñas, el pimentón, siempre diluido en un cucharón de aceite antes de ser incorporado, es clave. Como lo es en la humita en chala, el picante de panza, el guaschalocro, el locro o los tamales.
La población de servicios más desarrollados en la zona es Cafayate, con alojamientos de diversas categorías, restaurantes, casas de souvenir inmersos en la mítica Ruta del Vino de altura, en la que el Torrontés es la cepa mimada. Allí es clave visitar el Mercado Artesanal, al menos 3 bodegas y el excelso Museo de la Vid y el Vino. Un poco más al norte, la Quebrada de las Conchas. Al pasar por Angastaco es aconsejable tomarse un tiempo para beber alguno de sus vinos “pateros”, con cuidado, porque contienen más alcohol. Luego el Ventisquero y la Quebrada de las Flechas dejan al turista extasiado de tanta belleza. En Molinos, la iglesia del pueblo es una parada necesaria; su imaginería religiosa lo vale. También el criadero de vicuñas de la Asociación de Artesanos y Productores de Molinos y las casas de familia que abren la puerta a los viajeros.
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