Recientemente reconocida como la mejor playa de la Argentina (y una de las mejores de Sudamérica) por la agencia de viajes internacional FlightNetwork, Las Grutas es un destino turístico sobre las costas de la Patagonia, donde playas extensas, llenas de acantilados y médanos, se mezclan con un mar de agua cálida y transparente.
Este balneario, ubicado en Río Negro, a 180 kilómetros de Viedma, al noroeste del Golfo de San Matías, presenta un clima y una geografía únicos, ya que al estar dentro de un área natural protegida, donde la amplitud de las mareas provoca que la Bahía de San Antonio se inunde dos veces al día y permanezca seca durante varias horas, cuenta con un agua marina que alcanza los 25 grados de temperatura durante el verano.
“Entre el Puerto del Este y San Antonio Oeste (que pertenecen al mismo municipio que Las Grutas), hay una lengua de mar que entra en el continente, una ría que se llena y se vacía cada seis horas. Esa columna de agua tiene entre seis y nueve metros de altura, o sea que en el mismo lugar se puede bucear durante la marea alta con doce metros de altura y la marea baja con tres metros”, informa el operador turístico local Claudio Barbieri, quien también señala que este flujo de aguas, muy ricas en nutrientes, produce corrientes y fenómenos internos que convierten a Las Grutas en un lugar sensible desde lo biológico, ya que genera ambientes muy particulares.
El balneario nació alrededor de la década de los 60, cuando un grupo de pobladores de la localidad vecina de San Antonio se mudaron para empezar a construir las primeras casas de material sobre calles muy estrechas. En cuanto a la arquitectura, predomina la influencia del artista uruguayo Carlos Páez Vilaró, quien dejó su impronta mediterránea, en la que el color blanco es el principal protagonista.
A sesenta kilómetros de Las Grutas, en San Antonio, también se puede disfrutar de un día de playa, con excursiones náuticas y pesca. Su parador es un excelente punto de partida, debido a que aquí se alquilan kayaks y hay una plataforma recreativa con cama elástica y tobogán ideal para los más chicos. Asimismo, la empresa Rupestre brinda viajes de avistaje de la fauna marina pesca embarcada, donde se pueden observar lobos de un pelo y delfines. Quienes contraten el paseo, además, podrán pasar el día en el parador con todos sus atractivos y almorzar la pesca del día. Las salidas de pesca embarcada, por su parte, salen por la mañana temprano y navegan una zona de fondo de piedra ubicada a cinco millas, donde se pesca salmón blanco, meros y besugo.
En cuanto a las atracciones, Barbieri se muestra entusiasmado por el proyecto –ya encaminado- de crear un Parque Subacuático, en el que se hundirán viejos barcos pesqueros en desuso, que están siendo acondicionados para botar al mar y transformarse en arrecifes artificiales. Se trata de embarcaciones de entre 35 y 50 metros de eslora, que van a estar ubicadas estratégicamente alrededor del Don Felix, el primer barco hundido en 2007. Para este proceso, las embarcaciones pasaron por una limpieza profunda, con el apoyo de las secretarías de Turismo de la Nación y Río Negro, y empresas privadas que aportaron de distintas maneras.
“Cambiamos chatarra por recursos turísticos”, enfatiza el guía, quien explica que los barcos serán automáticamente colonizados por la flora y fauna marina, pasando a formar parte del paisaje submarino.
Mientras tanto, los buzos experimentados pueden usar el Don Felix para bucear y realizar otras salidas programadas que ofrecen los operadores en distintas áreas desde $1.500. Las personas inexperimentadas, en tanto, tienen la posibilidad de hacer un bautismo o cursos más extensos con charlas teóricas y prácticas en piletas y en el mar. El bautismo sale $2.500 e incluye una charla, un inicio en pileta climatizada y un arranque en el mar, de seis a doce metros de profundidad, acompañado por un instructor. El curso de buceo, por su parte, que cuesta $9.000, consta de cinco clases teóricas, cuatro prácticas en pileta y cuatro en mar abierto, y otorga el certificado nacional de Prefectura Naval Argentina. Quienes deseen el certificado internacional Padi, deberán abonar cien dólares más.
Si bien en una jornada de playa de verano no es normal que se pueda visualizar una ballena en el mar, sí es posible observar delfines, lobos marinos y algunas toninas. Aparte, partiendo desde Las Grutas, se pueden navegar unos ocho kilómetros hacia la lobería de Puerto San Antonio Este, donde se pueden ver lobos que permanecen en un apostadero o nadan en los alrededores.
Según Barbieri, el mejor paseo es el de Isla Mejillón, donde a través de la marea baja, las familias pueden caminar durante una hora y media por el fondo marino y observar especies como pulpos y estrellas de mar, o realizar snorkel, por $1.200. En este lugar, también se organizan salidas de pesca embarcada de cuatro horas por un valor de $2.500 por persona, que incluye caña, reel y carnada.
Por último, en la Finca la Sofía, a ocho cuadras de la peatonal y seis de la playa, se cultivan tres variedades diferentes de aceites de oliva (Frantoio, Empletre y Arbequina), que son las más resistentes al viento. Para conocer la zona, solo es necesario acercarse sin reservación previa, ya que la visita guiada, donde se explica el proceso de elaboración del aceite de oliva y las aceitunas de mesa, es gratuita. Además, incluye una pequeña degustación de las delicias que se venden ahí mismo.
Para llegar a Las Grutas, Aerolíneas Argentinas realiza vuelos a Viedma con precios que arrancan desde los $2.500. Una vez allí, se puede tomar un micro que demora cerca de tres horas, por $400. Otra manera de acceder, es en auto desde Buenos Aires por la Ruta Nacional 3 (hasta Azul), Ruta 76 (hasta la rotonda a la altura de Laprida), Ruta 51 (hasta Bahía Blanca) y desde allí nuevamente Ruta 3, pasando por Viedma.