Estados Unidos apuesta por la fusión de vino con cannabis

Norteamérica está aprovechando cada vez más el potencial de la marihuana al legalizar el consumo de diferentes formas, para fines medicinales y/o recreativos

Estados Unidos apuesta por la fusión de vino con cannabis
martes 12 de febrero de 2019

Cada vez son más los países donde el cannabis va ganando terreno y comienza a ser empleado en la elaboración de distintos productos con fines medicinales o recreativos. A los ya conocidos cigarrillos electrónicos, se sumaron galletitas, caramelos, chicles, cremas y vinos, creando un fenómeno de gran dimensión –con muy buena llegada a los jóvenes–. Los números del negocio son más que llamativos, de modo que se generó un impacto en la industria del turismo, las bebidas y los alimentos.

La productora de cannabis medicinal canadiense Tilray, junto con Cronos Growth Corp. y Canopy Grup, se perfila como un excelente jugador en este terreno, ya que apuesta a realizar un negocio que mueva cerca de 150 mil millones de dólares al año. La tabacalera Alria de Virginia (Estados Unidos), adquirió el 45% de Cronos Group, una empresa con presencia en los cinco continentes, que opera en Canadá con productos relacionados con el uso recreativo de esta sustancia.

Por otra parte, se prevé que el mercado de cannabis en Norteamérica llegará a 80 mil millones de dólares para 2030, en tanto que varias farmacéuticas, que ya tienen patentados medicamentos con esta planta, estiman que el negocio superará incluso a la cerveza. Esto puede explicarse luego de que Constellation Brands (una de las compañías de bebidas más grandes de Estados Unidos) invirtiera 4 mil millones de dólares para comprar acciones en Canopy Group, y que Coca-Cola y Pepsi hayan declarado públicamente su interés en producir bebidas con cannabis.

Debido al potencial que representan las ventas, se generó un interés importante en la industria de las bebidas, que vienen observando de cerca al sector y a la conducta del consumidor. Según el Silicon Valley Bank de California (el banco de las empresas más innovadoras del mundo), los millenials aún no son grandes consumidores de vino, a causa de la inestabilidad de sus ingresos y la legalización del cannabis. Desde otra óptica, las encuestas relacionadas al “efecto sustitución” llegaron a la conclusión de que muy difícilmente una comida deje de tener como complemento una copa de vino o una cerveza, aunque en ocasiones de ocio o recreación, como una sobremesa, un after office o un picnic matinal suelen ser escenarios más apropiados para el consumo de alimentos o bebidas con cannabis.

Como nadie quiere quedarse fuera del negocio, cada vez son más los bares y restaurantes con cocina y cócteles cannábicos. Farmacy en Londres, Prank Bar en Los Ángeles o Gracias Madre en Hollywood son algunas de las alternativas para quienes viajen y gusten de vivir una experiencia gastrocannábica. Asimismo, hay propuestas de cocina saludable y vegana que también incluyen este ingrediente –por causa de sus propiedades terapéuticas–, constituyendo un agregado especial en sus jugos, licuados o infusiones.

Primero que nada, vale la pena aclarar que en estas líneas se está hablando del cannabis Sativa L y dos de sus principales especies: marihuana y cáñamo. Del cannabis, que contiene más de 500 compuestos químicos diferentes, se obtienen los que producen efectos psicotrópicos, denominados tetrahidrocanabidiol o THC –que abundan en la marihuana–; y compuestos con efectos terapéuticos, llamados canabidiol o CBD –que están presentes en el cáñamo–. De esta manera, todos los derivados van a poseer uno u otro componente, según lo que la ley permita.

En la mayoría de los lugares donde se aprobó el uso recreativo (como California, Colorado y Oregón), aún no se permite combinar alcohol con THC, de modo que una bebida con este ingrediente estaría desalcoholizada o tendría una bajísima graduación, de entre el 0,5% o el 1%. Por otra parte, en la mayoría de los casos se trata de productos que se consiguen únicamente en tiendas de productos cannábicos, que cuentan con su correspondiente licencia.

Mientras la cerveza y el té ya ingresaron en el negocio, se produjeron algunos lanzamientos en la industria del vino, aunque ninguno llegó a la Argentina, donde solo se aprobó el uso medicinal mediante la Ley 27.350. Lo que no se puede negar es que hay una tendencia que se está desarrollando en países como Estados Unidos y Canadá, que representan el primer y tercer destino de las exportaciones de vino argentino.

Ernesto Catena, de Bodega Ernesto Catena Vineyards, cree que la tendencia es más afín con las cervezas, ya que desde hace tiempo la industria viene realizando mezclas con botánicos. “El vino, en cambio, no admite ningún aditivo. Es pura uva, nada más. Es su pureza lo que lo hace tan especial”, sostiene.

Si bien es cierto que en la historia de la cerveza hubo varios vínculos con el cannabis y tienen un lejano parentesco, el negocio podría ampliarse a la industria vitivinícola. En Estados Unidos –el cuarto productor de vinos del mundo y el primer consumidor–, Rebel Coast Winery lanzó un Sauvignon Blanc infusionado con cannabis, que no contiene alcohol y es elaborado con uvas de Somara (California). A cada botella –cuya venta es limitada a tiendas especializadas– se le agregan cerca de 20 miligramos de THC. El producto solamente está disponible para mayores de 21 años, o de 18 con seguro médico.

Quienes lo probaron dicen que huele a hierba, lavanda, tomillo y cítricos –aromas propios del cannabis–, aunque sabe a Sauvignon Blanc. Además, afirman que al no tener alcohol es bajo en calorías y no deja resaca. De todos modos, son solo unos pocos afortunados quienes pudieron probarlo, ya cada botella sale alrededor de 60 dólares.

En España, la empresa catalana Cannawine sacó al mercado dos productos: un blend de cariñena y garnacha, y un blanco de macabeo y garnacha blanca, con CBD. Al no contener los cannabinoides psicoactivos, pueden ser degustadas las cualidades organolépticas del vino, y las propiedades aromáticas y terapéuticas del cannabis.

También en España, otra propuesta es Winabis, un vino de la bodega Santa Margarita de Albacete que es verde e incluye CBD. La coloración se debe a pigmentos naturales, ya que se produce al agregarle clorofila de menta. Aparte, venden vinos azules –que están hechos con antocianos de remolacha y frutos rojos– y naranjas –que se colorean con carotenos–. Todas estas variedades tienen un grado de alcohol reducido, pero son frescos, afrutados y agradables. Están dirigidos, principalmente, a los consumidores jóvenes.

El enólogo y propietario de Bodega Pisano (Uruguay), Gustavo Pisano, analiza que si bien en el país vecino ha habido una apertura en cuanto al consumo de cannabis e incluso el Estado es regulador en la producción, la elaboración de vinos cannábicos no está permitida. A su vez, alude que para que un producto sea considerado un vino debe contener sí o sí uvas. “Se han hecho bebidas con ‘base vino’ incorporando otras frutas o colorantes, pero no pueden ser llamadas vino. No creo que en el futuro desarrollemos algún producto con cannabis, aún si se llegara a autorizar. Nuestro estilo no está tan pendiente de las modas. De todas maneras, todo puede cambiar”, advierte.

Desde la provincia de Mendoza, el socio fundador de Chakana Wines –pionera del segmento de vinos orgánicos y biodinámicos–, Juan Pelizzatti, relata que con la liberación de la comercialización y el consumo de productos derivados de la marihuana en algunos estados de Norteamérica, se ha lanzado una oferta creciente de productos para uso recreativo y medicinal. “Esto ha motivado a algunos grupos industriales del vino a mirar con atención el negocio y a otros directamente a incursionar en él. Por ejemplo, Francis Ford Coppola sacó una línea y presenta sus productos cannábicos en estuche con forma y etiqueta de botella de vino. Otros asocian los aromas herbáceos del Sauvignon Blanc a los de la marihuana y proponen productos vínicos que incluyen THC. Finalmente, algunos recuperan prácticas de los 70 y le agregan esta sustancia al vino en fermentación”, alega.

Como cultor del método biodinámico, Pelizzatti advierte que en Chakana Wines creen que el vino en su rol creativo es un artefacto cultural, que expresa una identidad territorial y una visión social y económica, por lo que su fachada medicinal y psicoactiva representa aspectos marginales e indeseables. “Los vinos cannábicos, como los vinos saborizados, gasificados y otros cócteles industriales ultraprocesados, son respetables como opciones recreativas, pero no deberían considerarse como parte de la cultura del vino. Creo que son estrategias industriales para crear nuevos nichos de mercado, generar dependencias en los desprevenidos y aumentar el lucro. Desde la perfectiva de la producción de vinos biodinámicos consideramos que cualquier producto modificado de la conciencia altera nuestra humanidad y nuestra habilidad para actuar con el ánimo de mejorar las condiciones de vida de los otros y nuestro entorno”, concluye Pelizzatti.

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