l lugar evoca una película apocalíptica: ruinas industriales, alguna casa de dudosa legalidad, caminos de tierra y una vía de tren de escaso uso. Todo a la sombra de la imponente silueta del materno. Por el paraje desolado no paran de circular autos en busca de un sitio donde aparcar. Algunos lo hacen junto a un solar con maleza baja. Allí estacionan y bajan los padres con los niños enfermos. De fondo, en la parcela, bandadas de gaviotas se dan un festín a base de grandes trozos de animales allí tirados, a escasa distancia del hospital infantil.
Las gaviotas descubren un entorno sorprendente. En medio del solar cubierto de matas verdes se abre un círculo de hierba seca. Por todas partes restos orgánicos de lo más inusuales. Las gaviotas están dando cuenta de lo que queda de un costillar crudo de un animal de gran tamaño. No lejos, vértebras de considerable diámetro, que yacen cerca de lo que queda de algo que parece una merluza y que de nuevo asusta por sus dimensiones.
Todo está más o menos desperdigado, pero se conserva cierto orden. En un lado barras y hogazas de panes, en otro naranjas y tomates más o menos podridos y trufándolo todo unos cuantos kilos de pimientos morrones frescos. Y si algo destaca en el conjunto son tres coliflores de colores insólitos: una de verde, otra naranja y la tercera, violeta. ¿De dónde sale todo eso? ¿Qué pinta al lado de un hospital? Una pata de cerdo bastante aprovechada y un ave desplumada y de cuello largo con un alarmante color azulado -más parecida a un ganso que a un pollo- completan un panorama cuya procedencia investiga la Policía Local.
Aún no está claro si se trata o no de algún ritual extraño, pero los agentes se inclinan más por un vertido. Al parecer, no es la primera ocasión en que se topan con algo así. Anteriormente una patrulla pasó por allí para comprobar lo que había. Esa misma tarde el Ayuntamiento envió a los servicios de limpieza a retirar los desperdicios. El día siguiente amaneció con el descampado más o menos en el mismo estado: alguien había arrojado más desperdicios. Esperan poder cazar pronto al autor de tal ensalada que, más allá del carácter colorista, constituye un problema de higiene pública al lado no solo del hospital, sino de una ría bastante castigada. No lejos de allí, en el entorno de la conservera Celta, la basura vuelve a acumularse otra vez por toneladas después de muchos meses sin limpieza.
El caso del solar del materno tiene, eso sí, sus peculiaridades, porque se sabe de dónde viene la chatarra de la Celta, pero más difícil será determinar el origen de las coliflores de tan variado cromatismo, o entender cómo es posible que trozos de animales que parecen sacados de un matadero acaben compartiendo tierra, en medio de la nada, con una merluza del pincho, calabazas y una piña. Según el consistorio, la policía considera que la autoría podría recaer en algún hostelero con un local no muy lejos de ese lugar. Si es así, habría que estudiar la carta del establecimiento, caracterizado por la policromía de sus hortalizas y por cortes descomunales de reses y aves exóticas. El postre, descontando lo comido por las gaviotas, resulta bastante más prosaico: naranjas y piña.
La Voz de Galicia