ncorporar nuevas tecnologías y controlar las malezas son los puntos claves para mejorar los rendimientos y seguir creciendo en superficie en los próximos años.
Hace algunos meses, varios empleados de Beneo-Orafti celebraron haber cumplido doce años trabajando en la compañía, dedicada a la producción de inulina -que se usa como ingrediente funcional en distintos lácteos, confites y snacks- y que se obtiene a partir de la raíz de la achicoria.
Son los mismos doce años que cumplió la empresa de capitales belgas en Chile, en su planta cercana a Chillán. Es el mismo período que lleva en producción la achicoria en el país, concentrada en la Región del Biobío, donde casi había desaparecido. En este período se ha convertido en el tercer cultivo industrial más importante, después del raps y la remolacha, con alrededor de 2.500 hectáreas sembradas allá por la temporada 2015-2016.
Además de la evolución en superficie, la llegada de esta industria ha significado otra alternativa de rotación y de agricultura de contratos para los productores de la zona. Y en exportaciones, en un producto con valor agregado, que en diez años aumentó los envíos de inulina en forma exponencial, pasando de 17,2 toneladas en 2005 a más de 15 mil al cierre de 2015, por unos US$ 40 millones, según datos de Odepa.
Pese a los resultados positivos, al constante incremento que han registrado los rendimientos del cultivo y al aprendizaje conjunto que se ha generado entre la industria y los agricultores, el gerente agronómico de Orafti, Peter Guhl, afirma que hay aspectos pendientes por mejorar, especialmente en la incorporación de nuevas tecnologías y el control de malezas, los principales obstáculos que encontraron en Chile.
"Creo que tenemos dos factores importantísimos por resolver en el futuro. Uno es el control de las malezas, que es un tema muy sensible, más bien aquí en la región, donde vemos cada vez más resistencias. Y el otro tema es el desarrollo específicamente de nuestro cultivo en la primavera", plantea.
En cuanto a los objetivos de corto plazo, la meta de Beneo-Orafti es alcanzar un rendimiento promedio de 60 toneladas por hectárea, frente a las 56 toneladas actuales, lo que en esta temporada no habrían conseguido debido a las malas condiciones climáticas de la primavera del año pasado. Pero en este cultivo pasa lo mismo que en otros: hay algunos productores que se salen de la media.
"Hay 30% de la superficie que pasa las 60 toneladas por hectárea y tenemos alguna superficie que, incluso, sobrepasa las 80 toneladas por hectárea", detalla Peter Guhl, por lo que considera que el potencial que tiene el cultivo de la achicoria en Chile es mucho más alto de lo que se consigue actualmente en promedio.
La evolución ha sido rápida, ya que, en el primer año de cosecha, en 2004, el rendimiento fue de apenas 38 toneladas por hectárea, en un cultivo donde no ha habido grandes desarrollos genéticos ya que, como no es tan extensivo a nivel mundial, no genera tanto interés entre los desarrolladores de variedades por avanzar en su mejoramiento.
Por eso, uno de los temas en los que sí es posible avanzar para conseguir rendimientos más altos es en el control de malezas, ya que la presión es mucho mayor que en Europa. De hecho, Peter Guhl comenta que, si en Bélgica los agricultores tienen alrededor de 20 unidades de maleza por metro cuadrado, en Chile pueden registrar mil unidades, algo que no esperaban encontrar cuando llegaron al país y con lo que pelean constantemente.
"Eso responde a que en Europa llevan muchos más años trabajando los cultivos, por lo que en algún momento baja la carga de las semillas de maleza, pero también creo que es un problema cultural en Chile, por el manejo de los canales de agua, donde hay mucha maleza y, cuando toman esa agua y la reparten en forma homogénea en los potreros, con los pivotes, están repartiendo también esas semillas", explica.
Otro de los elementos que complicaría esa alta presión de malezas en el país -que considera "impresionante"- es la resistencia de algunas a los herbicidas. Algo que, a juicio de Peter Guhl, tiene que ver con que las empresas fitosanitarias ofrecen productos que pertenecen a la misma familia de herbicidas, por lo que la mayoría funciona de la misma manera.
"En cada nuevo ingrediente activo que uno ve, el 60% es ALS. La ventaja que tiene es que es muy barato y los productores lo prefieren, pero hace que, en una rotación de tres cultivos diferentes, el 80% de los ingredientes activos sea ALS y, eso, obviamente, va produciendo la resistencia de algunas malezas", precisa, como otro de los problemas que enfrenta no solo la achicoria, sino que también a los otros cultivos en el Biobío.
Antes de partir procesando achicoria en Chile, Orafti probó durante tres años el cultivo de la achicoria en forma experimental en el país, para ver cómo se daba. Los resultados fueron positivos, pero al escalar la producción hubo sorpresas y se perdió gran parte de la cosecha del primer año, ya que la achicoria creció en forma distinta a como lo hacía en Europa.
Peter Guhl recuerda que fue un año muy lluvioso, con condiciones climáticas distintas a lo que se estimaba y que las raíces de la achicoria crecieron de otra manera, con una raíz mucho más larga, por lo que la tecnología que tenían para cosechar no funcionó.
"Hubo que hacer una reingeniería en ese aspecto entre el primer y segundo año, y se hizo un nuevo diseño de cosecha, pero es difícil adaptar las máquinas a 16 mil kilómetros de distancia solo en una temporada", recuerda.
Aunque lograron solucionar eso en un año, la incorporación de nuevas tecnologías que funcionen en Chile ha sido un obstáculo permanente, ya que la empresa debe comprar maquinarias, probar si funcionan bien en las condiciones locales y, si eso ocurre, desarrollar en los agricultores la necesidad de usarlas, para que recién ahí las empresas prestadoras de servicios se interesen en comprarlas, aun cuando el 75% de los proveedores de achicoria son estables.
"Tenemos dos problemas en este ámbito en Chile. Lo primero es que no existe una institución estatal funcionando en forma óptima para el desarrollo de nuevas tecnologías, por lo que nos toca a nosotros probar, y lo otro es que estamos muy lejos de los mercados y es difícil, por ejemplo, decirle a una empresa en Gran Bretaña que nos preste un cultivador por un año para ver cómo funciona", plantea el gerente agronómico de Orafti, y añade que solo una de esas máquinas puede costar alrededor de $40 millones.
Como la inulina y la oligofructosa -el otro derivado que se obtiene de la achicoria- son ingredientes naturales, que se clasifican como fibras dietéticas y se asocian con beneficios para el funcionamiento intestinal y la absorción de calcio, su demanda a nivel internacional sigue firme, de la mano del creciente interés por alimentos funcionales y naturales.
Sin embargo, hace algunos años se vio afectada por la crisis internacional, ya que es un ingrediente más caro, a lo que se sumaron nuevos reglamentos en Europa respecto del etiquetado de los alimentos, donde lo que prometían los envases o la publicidad de los productos tuvo que comenzar a ser respaldado por estudios científicos.
"Hoy se recuperaron varios de esos etiquetados al realizar estudios clínicos y creemos que con eso van a repuntar las ventas de inulina en los próximos años", proyecta Guhl. Precisa que los mercados más relevantes desde Chile, son EE.UU.y Asia, ya que la planta de Bélgica se enfoca en Europa.
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