Si a alguien se le pregunta dónde se puede encontrar el mejor vino de la Argentina, seguramente responderá que en Mendoza, San Juan, La Rioja o Salta. Es que estas cuatro provincias, concentran casi el 97% de la superficie total de vid que se cultiva en el país y albergan a algunas de las bodegas más tradicionales del mundo. Sin embargo, en los últimos años, tanto enólogos como ingenieros agrónomos fueron explorando nuevos horizontes y desarrollaron etiquetas en regiones desconocidas como La Pampa, Jujuy, Córdoba, Catamarca o Chapadmadal.
“El consumidor está buscando alternativas diferentes a las tradicionales. Esto nos lleva a buscar nuevos terrenos de identidad desconocida y características distintas que permitan dar respuesta a la necesidad del consumidor de explorar y encontrar nuevas experiencias”, comenta Daniel Pi, director de enología de la reconocida bodega Trapiche, que en la actualidad está produciendo en su plata Costa & Pampa, ubicada en Chapadmadal
Como los vinos blancos refrescantes que se elaboran en las costas del Atlántico maridan muy bien con peces y frutos de mar, Pi asegura que el cambio en el perfil de los mismos está acompañado por una nueva manera de consumir. “El vino pasó de ser una bebido o alimento que estaba en la mesa todos los días a ser un producto que expresa un aspiracional, que llevó a que su consumo se volviera premium”, asegura.
Para seducir a los consumidores locales y trasladar la experiencia al mercado internacional, la industria del vino opta por explorar nuevos terrenos y crear productos nunca vistos. En este aspecto, La Pampa es una de las provincias que más creció: en 2000, contaba solamente con ocho áreas de vid plantadas, mientras que en 2017 pasó a tener 275, según datos del Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV). De hecho, los vinos de Bodega del Desierto (Alto Valle del Río Colorado) se pueden encontrar en varias vinotecas.
Al igual que La Pampa, Chubut también es un escenario nuevo. Aquí, de cero hectáreas plantadas en el 2000, ya se exhiben 79, que se reparten entre 17 productores establecidos en Trevelín, Paso del Sapo y Sarmiento. En palabras de Máximo Rocca, director comercial de Bodega Otronia (Sarmiento), el clima de la región –al ser extremo- representa un gran diferencial, que da como resultado vinos frescos, naturales, afrutados y de buena acidez.
Por su parte, en Jujuy, una nueva ruta del vino comenzó a surgir, luego de que Fernando Dupont comenzara a cultivar en 2003 y presentara su primera cosecha en 2007. “De cero, se pasó a 40 hectáreas cultivadas distribuidas en la Quebrada de Humahuaca, que tiene viñedos en alturas desde los dos mil a los 3.329 metros sobre el nivel del mar, y los Valles Templados, que va de los 700 a 1.300 metros sobre el nivel del mar”, expresa Ezequiel Bellone Cecchin, presidente del Consejo Consultivo Vitivinícola de Jujuy.
Según cuenta Bellone Cecchin, los vinos de Humahuaca tienen una graduación alcohólica del 25%, acidez natural alta y mucho color; en tanto, los de los Valles Templados son más ligeros, frescos y menos alcohólicos, con un marcado perfil mineral.
En Río Negro, en tanto, las vides de Pinot Noir producen vinos de exportación, que actualmente se comercializan a cuatro mil pesos la botella. Si bien las estadísticas demuestran que aquí se arrancan más vides de las que se plantan, existen varios proyectos enológicos de alta gama, que apuntan a rescatar y poner en valor el patrimonio vitícola de la región, que últimamente viene en retroceso.
“Es curioso lo que está pasando en el Valle: hay una gran erradicación de viñedos, que dio espacio para cultivar alfafa y al mismo tiempo mucha gente a la que le apasiona el vino está tratando de que los viñedos más antiguos no se pierdan”, afirma Marcelo Miras, quien recientemente adquirió una finca en Mainqué, con viñedos plantados en 1958, que lleva adelante una agricultura orgánica. “Hay Malbec, Pinot Noir, Cabernet Sauvignon y un Torrontés mendocino”, agrega el enólogo.
A muy pocas cuadras, se encuentra Bodega Aniello, con plantaciones emblemáticas. “La plantación de Trosseau es de 1932 y decidimos destacarla por gran valor histórico: es una cepa de origen francés, de la zona del Jura, donde ya no quedan plantas por el ataque de filoxera que azotó Europa en el siglo XX”, revela la directora María Cruz De Angelis.
Respecto a Córdoba, el propietario de Bodega San Javier, Nicolás Jascalevich subraya que la vitivinicultura se está expandiendo de manera tal, que hasta algunos de sus vinos se ofrecen en restaurantes como Tegui. “La gente está empezando a aprender mucho más y eso genera curiosidad y ganas de seguir aprendiendo. Hoy hay Malbec en un montón de provincias; entonces, ¿Por qué no probar muchos malbecs diferentes?”, comenta.
Esa curiosidad estimuló que se elaboraran vinos de primerísima calidad incluso en Catamarca, donde Bodega El Esteco produce tintos premium que fueron distinguidos por la crítica internacional.