ejos de la creencia de que plantas están fijas en el suelo, las plantas se mueven. A través de complejos mecanismos, monitorean permanentemente el ambiente y son capaces de acercarse a estímulos positivos para su vida o alejarse de elementos negativos. Los estímulos que desencadenan los movimientos van desde la gravedad, la luz, el agua y la temperatura, hasta diversas sustancias.
Para cada estímulo hay sensores específicos que provocan una señal que se va amplificando hasta llegar al lugar de respuesta, donde se produce la acción de la planta.
Los movimientos de las plantas se clasifican en tropismos o nastías. En los tropismos hay un definido acercamiento o alejamiento a un estímulo, mientras que en las nastías son movimientos que no suelen responder direccionalmente al estímulo, sino que suelen ser transitorios.
Las raíces poseen sensores de gravedad dentro de algunas células en su extremo. Pueden buscar elementos que necesitan como el agua.
Las correcciones de dirección se producen porque en un sector del órgano un lado crece más que el otro, lo que origina una curvatura. De este modo, las raíces evitan obstáculos que interfieren en su camino.
El crecimiento diferencial de los tallos está gobernado por las hormonas vegetales auxinas. El movimiento hacia la luz o fototropismo es el más conocido. Éste será positivo cuando los tallos, las hojas, inclusive los órganos reproductivos busquen la luz.
Los girasoles tienen movimientos que privilegian su exposición plena al sol, cambiando de posición durante el día mientras están creciendo.
Las hojas de muchas leguminosas cuentan con movimientos propios. Es común ver que las hojas compuestas se plieguen si el clima está seco o si falta agua, como una manera de reducir la superficie de transpiración. En el abrir y cerrar actúan los pulvínulos, unas estructuras que se encuentran en la base de la hoja y de los folíolos que actúan como una articulación.
Por su parte, las gramíneas tienen otra manera de defenderse ante la falta de agua. A través de unas células grandes, que sienten el estado hídrico de las plantas antes que las otras, regulan la absorción de agua y, de ser necesario, controlan el acartuchamiento de las hojas.