Tras pasar la mayor parte de su vida en Santa Cruz y experimentar veranos únicos en la estancia de sus abuelos, en compañía de comunidades tehuelches y mapuches, rodeada de ovejas, guanacos, ñandúes, caballos y corderos, en 2009, Adriana Marina, decidió crear una firma de indumentaria sustentable bajo el concepto de “moda ética” que decidió llamar Animaná. El nombre, proviene de una lengua ya extinta denominada kakane y significa “lugar en el cielo”, una descripción que encaja perfecto con el ambiente natural de la Patagonia donde se crió.
“La naturaleza fue mi mayor maestro. Mi abuelo fue pionero en la cría de merino australiano y en la mezcla con las ovejas locales”, resalta la emprendedora, quien, luego de establecerse durante un período en Salta, comenzó a conectar con otras fibras que llamaron su atención y la obligaron a poner manos a la obra.
Si bien Marina advierte que ella nunca entendió ni se interesó por la moda, se propuso cambiar con aquella idea que la vincula con algo pasajero y afirma que “lo que se usa hoy, probablemente no se usará mañana”. “Para mí, la ropa cumple la función práctica de estar vestidos y cómodos. Las fibras naturales son saludables, confortables, amigables, eternas y hacen que la piel respire. Además, duran toda la vida”, razona.
El proyecto inició interactuando con comunidades de Argentina, Perú y Bolivia, donde Marina fue conociendo artes, técnicas, hilaturas y fibras. Animaná es una empresa que trata de revalorizar las tradiciones de los artesanos de Los Andes, rescatando el trabajo de hilado y la creación de fibras naturales para hacer prendas que –luego de muchos años de esfuerzo–, hoy se comercializan en París, Estados Unidos y Argentina, dentro del mercado de lujo.
Se podría decir que la inversión inicial de un millón y medio de pesos dio sus frutos, ya que la marca se convirtió en una de las preferidas dentro del rubro, logrando ganancias de alrededor de dos millones de pesos anuales. Además, consiguió la certificación B, que refiere a las compañías que adoptan prácticas sustentables para ayudar en la resolución de problemáticas sociales y medioambientales. Por año, se trabajan cerca de 800 kilogramos de lana, que permiten crear más de tres mil prendas.
La cadena de valor arranca con la cría de guanacos, vicuñas, alpacas, llamas y merinos de Los Andes en su hábitat natural. Luego, las fibras son seleccionadas a través de una técnica manual y llevadas al taller para que los artesanos realicen su arte. Una vez que las prendas son creadas, se someten a un proceso de control de calidad, que garantiza su estética y estándar de lujo. Cada pieza es única y refleja una contemporaneidad y sofisticación que le escapa a la lógica habitual de la industria, que señala que lo que actualmente está de moda, en el futuro no lo estará.
Entre sus productos, Animaná cuenta con una línea de indumentaria femenina compuesta por suéteres, camisas, chales y pashminas; una de ropa para bebé hecha con algodón nativo y orgánico; y otra de decoración para el hogar. Asimismo, también se vende una línea de regalos éticos empresariales, como maletas de vinos u objetos para escritorio elaborados con alpaca, metal y cobre.
Para que el proyecto llegara donde llegó, fue fundamental el aporte de la francesa Dominique Peclers –fundadora de Peclers Paris–, quien en 2010 se declaró fan de la firma.
“Su convivencia en las comunidades de Argentina, Perú y Bolivia creó las bases de la colección central de Animaná, que día a día evoluciona de manera lenta. El diseño que logramos nace de lo que cada comunidad hace, de acuerdo con sus telares, capacidades e iconografía. Es una estilización que se traduce en un producto que puede estar en cualquier lugar del mundo y no tiene que ver con una fuerte raíz étnica, sino que es un producto clásico moderno”, confia Marina.
Animaná logró mayor reconocimiento al aliarse con cooperativas, comunidades y pequeñas empresas con los mismos principios, que hicieron posible responder al mercado en cantidades. De todas maneras, aunque todas las partes hayan entendido que el potencial es enorme y que para desarrollarlo es necesario organizarse correctamente, según Marina aún se necesita mucho tiempo para interpretar el importantísimo papel que la moda representa en la sociedad.
Cabe destacar, que Animaná reúne la columna vertebral de Latinoamérica, llevando su cultura y fibras naturales, trabajando para generar valor agregado en las comunidades a través del comercio justo. Por este motivo, en paralelo, Marina creó la ONG Hecho x Nosotros, que se dedica a investigar la industria en forma global, para que todos sepan que la región puede convertirse en un gran proveedor de productos sustentables a nivel global.
La organización recibió el premio del Ashoka Craft School Program en Salta y ganó el concurso del BID Network Women in Business (2009), donde se presentaron prendas confeccionadas de más de cien artesanos y diseñadores argentinos que también trabajan siguiendo los parámetros de moda ética.
“La industria de la moda es la que conlleva la esclavitud moderna, la trata de personas y representa la segunda que más contamina en el mundo. No queremos ser una empresa que hace su colección con artesanos, sino que nacimos para llevar adelante una causa, de la que participan la industria y los consumidores. Esa necesario que los clientes presionen a las marcas para que el mundo sea un lugar mejor”, concluye Marina.