Cómo un vigneron aborda la enfermedad de la vid en Francia

asi al mismo tiempo que se introdujo el mildiú velloso en Europa, se descubrió que la filoxera, un tipo de pulgón del suelo, estaba matando las plantas de Vitis vinifera al comer sus raíces. Nunca se ha encontrado ningún químico para combatir la filoxera.

La única solución para evitar la muerte de las vides de Vitis vinifera es injertarlas en una especie de vid nativa americana, cuyas raíces son resistentes al insecto. Por lo tanto, casi todos los viñedos del mundo están plantados con vides injertadas cuyas raíces son de una especie y cuyas hojas y uvas son las de otra.

Además de las enfermedades fúngicas del mildiú polvoriento y velloso, hay muchas otras que pueden dañar las uvas. como Botrytis, Antracnosis y Pudrición negra. Quizás más graves son las que se meten en el tronco de la vid y la matan a menos que se pueda identificar y cortar a tiempo. Eutypa, Esca y Black Dead-Arm son ejemplos de estas enfermedades de la madera para las que no existen tratamientos químicos permitidos. Si se permite que permanezcan en el viñedo, pueden propagarse rápidamente de una vid a otra, matándolos en un par de temporadas.

No son solo las enfermedades fúngicas las que causan problemas. Hay bacterias que causan la enfermedad de Pierce y Crown Gall e incluso virus más mortales que causan Fanleaf, Leafroll, Flavescence Dorrée, entre otros.

Enfermedad de la madera en la vid

No se pueden administrar antibióticos o vacunas a las plantas y no tienen sistema inmunológico, por lo que la única forma de detener la propagación de estas enfermedades es cortando y quemando las vides infectadas o destruyendo los vectores que las propagan. Flavescence Dorrée, por ejemplo, se transmite mediante una tolva de hojas y todas las vignerons francesas están obligadas por ley a rociar un insecticida (orgánico o sintético) dos o tres veces al año. El virus Fanleaf o “Court Noué” es mucho más difícil de controlar porque se transmite por un tipo de gusano en el suelo.

Además de los insectos que transmiten enfermedades, existen los que atacan directamente a la uva. Eudemis es una polilla que pone sus huevos en los racimos. Las larvas causarán grandes pérdidas si no se previenen.

En algunos lugares se puede usar una feromona que causa confusión sexual y evita que las polillas se apareen, evitando así la necesidad de aerosoles. De lo contrario, existe una variedad de insecticidas sintéticos y “orgánicos” que pueden matar los huevos o las larvas siempre que se rocíen en el momento preciso.

Hay varios otros insectos contra los que las vignerons menos ambientales pueden rociar pero que en realidad no causan un daño significativo, como la polilla Cochylis, la araña roja y la mosca de la fruta. Sin embargo, pueden causar mucho daño si llegan a un viñedo que ya ha sufrido algún daño primario por una enfermedad fúngica.

Por eso es tan importante un programa integrado de manejo de plagas para la vid. Un brote de mildiú polvoriento a principios del verano podría hacer que las uvas se partan a medida que se hinchan y luego las moscas de la fruta que se alimentan del jugo exudado propagarán bacterias que causan la pudrición ácida y en unos pocos días se habrá perdido todo el racimo.

En los últimos años ha habido una gran cantidad de información engañosa entregada al público sobre cómo los vignerons (y otros agricultores) protegen sus cultivos de todas estas amenazas. Los grupos de presión a favor de los vinos orgánicos y biodinámicos han persuadido al consumidor de que los productores que obtienen su certificación y usan su logotipo no rocían químicos ni pesticidas o que usan tratamientos “naturales” que son inofensivos en comparación con los artificiales.

Las cepas que elaboran los vinos que nos gustan son plantas vulnerables, criadas para dar sabor y rendimiento.

La verdad es que si bien algunos pesticidas sintéticos son peligrosos de manipular, se rocían en concentraciones tan pequeñas que los residuos que puedan encontrarse en una botella de vino no representan ningún riesgo para la salud de los consumidores. El hecho es que las cepas que elaboran los vinos que nos gustan son plantas vulnerables, criadas por su sabor y rendimiento, no por su resistencia a las enfermedades. Una solución al problema sería la modificación genética para introducir con precisión los genes que proporcionan a las vides americanas su resistencia al mildiú polvoriento y velloso. Pero las mismas organizaciones que nos han engañado sobre los pesticidas también han convencido al público y a sus representantes políticos de que los transgénicos son un mal innecesario, más que una forma de evitar los pesticidas por completo.

Entonces, por el momento, la única forma de desarrollar variedades resistentes a las enfermedades es llevar a cabo el método largo y bastante azaroso de cruzar viñas europeas y americanas con la esperanza de encontrar algunas que produzcan vino decente y reducir la cantidad de pesticidas necesarios para Protegelos.

Durante décadas, las autoridades vitivinícolas de Francia prohibieron la plantación de estos cruces, para preservar la tipicidad de los vinos vendidos con denominaciones o etiquetas regionales. Sin embargo, en los últimos años se han permitido algunos de estos cruces para vinos regionales (IGP) en Francia. Así que busque vinos elaborados con Prior, Souvignier gris, Cabernet Cortis y Muscaris.

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