studios del CGNA, la Universidad de Concepción y la empresa Terraflax, vuelven a posicionarla en el mercado. Se le conoce desde la antigüedad. No solo porque sus semillas sirven para producir aceite y poseen una serie de ácidos grasos saludables -incluso se le cataloga como reductora del colesterol y del azúcar en la sangre-, sino porque de sus tallos se obtiene una fibra que los egipcios utilizaban para envolver a sus difuntos. Si bien su siembra es de larga data en Chile -hay publicaciones de los primeros años de la República dando consejos sobre su cultivo- y en la década de los 30 sumó una importante cantidad de hectáreas en el país, de la mano de Linos La Unión, posteriormente fue desplazada por otros que tenían mejor rentabilidad, manteniéndose básicamente en huertos pequeños, principalmente de productores mapuches y agricultura de subsistencia.
En la última década ha habido intentos de expandir el cultivo, especialmente con miras a la producción de aceite. Estas iniciativas se han mantenido acotadas a superficies muy pequeñas, sobre todo porque el alto contenido de fibra del tallo hace compleja su cosecha. Sin embargo, en los últimos años, producto de la tendencia hacia la alimentación saludable y el uso de productos funcionales, hay una incipiente recuperación en el país, empujada además por inversiones que apuestan a la producción de aceite para uso animal y por la investigación que realizan organismos nacionales en su manejo agronómico y mejora genética. Así el lino -o más bien la linaza-, aunque lentamente, comienza a adquirir una nueva presencia en el país.
Uno de los principales usos de la linaza es el aceite, ya sea para uso industrial -dos tercios de la producción global se destina a la industria de pinturas- o alimentario. En los últimos años, además, ha crecido el consumo de harina de linaza y de las semillas, como parte de la tendencia de consumo de productos saludables.
Hasta hace algunos años, la producción en el país era muy acotada y la mayor parte de lo que se consumía era importada principalmente desde Canadá. Fue en ese escenario donde la empresa Terraflax decidió invertir en el cultivo.
Decidieron comenzar a investigar en el cultivo y, poco a poco, la empresa se fue transformando en un poder comprador que ha reintroducido la oleaginosa entre Los Ángeles y Puerto Varas.
Aplicando conocimientos adquiridos en Inglaterra, donde se da en condiciones climáticas y de suelo similares a las del sur del país, primero debieron convencer a los agricultores de que la sumaran a su ciclo productivo. La tarea no era fácil. No solo porque tenían la competencia de otros cultivos para los cuales contaban con mercado, sino porque además existía temor a que el alto nivel de fibra de la planta dificultara la cosecha, llevando a perder rendimiento.
"Decidimos ofrecer un paquete agronómico completo, que incluye una cuidadosa selección de variedades probadas en ensayos, adaptadas a las condiciones agroclimáticas locales, de alto rendimiento en semilla y bajo contenido de fibra en el tallo para facilitar la cosecha; la introducción de los cabezales Stripper, tecnología de punta para la cosecha de granos en condiciones poco favorables, y asesoría en terreno cada temporada por parte de un especialista inglés, además de guías técnicas para cada etapa del cultivo y el seguimiento de campo permanente por parte de profesionales chilenos", relata Francisco Hoffmann, director ejecutivo de Terraflax.
Partieron con unos pocos agricultores que en la temporada 2011/2012 sembraron solo 250 hectáreas. Los resultados fueron positivos: rendimientos muy competitivos, alcanzando fácilmente los 30 quintales por hectárea, en comparación con resultados promedio de 12 a 15 qq/ha en Canadá, el mayor productor de linaza del mundo.
Con esos datos en mano hubo más productores dispuestos a sumarse al cultivo. Así, para esta temporada la superficie sembrada alcanzó las 1.200 hectáreas. El proyecto es seguir creciendo hasta las 5 mil hectáreas, cubriendo desde Los Ángeles a Puerto Varas.
En 2013 la empresa inauguró una planta procesadora en las cercanías de La Unión, donde elaboran aceite para salmones y con la fibra fabrican expeller para bovinos y otros animales. En 2015 sumaron una nueva línea de doble prensado del grano, cuya alta eficiencia permite obtener una tasa de extracción de aceite sobre el 90%, manteniendo todas las cualidades nutricionales que aporta la linaza y con un bajo consumo energético.
Al trabajo de la extensión de la superficie de cultivo se están sumado investigaciones que buscan contar con variedades que no solo rindan bien, sino que expresen todo su potencial como alimento funcional, es decir, tras la cosecha y el procesamiento se obtengan altos contenidos de sus compuestos como el Omega 3 u Omega 6; y también para encontrar usos alternativos para la fibra, lo que permitiría incentivar aún más el cultivo, el que en general está en manos de pequeños productores.
En el departamento de Producción Vegetal de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Concepción se desarrolló un proyecto Fondef, liderado por Susana Fischer, denominado "Optimización de la tecnología de producción de oleaginosas especiales (Borraja, Echium y Lino) en el sur de Chile", cuyo estudio se llevó a cabo hasta el 2008, para luego trabajarlo con los empresarios y agricultores hasta el año 2010.
En este proyecto, lo que se hizo fue probar 10 variedades traídas desde Estados Unidos y seis de Argentina, con el objetivo de encontrar aquellas que se adaptaran mejor al país. Tras los distintos ensayos se comprobó que los mejores resultados se obtenían en la zona de Chillán, con algunas de las variedades estadounidenses, dado que allí existían las condiciones de humedad y temperatura adecuadas, las que según el estudio eran entre 8 y 12 grados para el período vegetativo, para llegar a 20 grados en floración.
Es a lo que se ha enfocado el Centro de Genómica Nutricional Agroacuícola (CGNA) de La Araucanía, que, con financiamiento del Gobierno Regional y de Conicyt, está ejecutando un activo trabajo en genómica y procesos tecnológicos. "En la industria saludable, hemos venido trabajando en nuevos desarrollos de tipo semi-industrial y esperamos a fin de 2015 liberar innovaciones para que cooperativas regionales y empresas del área de alimentos lleven al mercado productos de alto valor, de calidad saludable y con su origen claro", explica Haroldo Salvo, director del CGNA, quien junto a Braulio Soto están a cargo de los estudios del CGNA en genética del lino.
El organismo también se asoció con el Centro de Investigación en Polímeros Avanzados (CIPA) en un proyecto que busca unir la fibra de lino a polímeros, para generar productos tecnológicos biodegradables y hacer un uso íntegro de la planta, eliminando la quema del rastrojo, lo que podría significar un nuevo impulso.
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