El 70% de los cultivos necesita de la abeja para producir frutos y semillas. Ante esto, la biotecnología está empezando a ponerse al servicio de los agricultores para mejorar el rendimiento de este proceso crucial. Esto es lo que ha desarrollado Matías Viel, cofundador de BeeFlow, una empresa que presta servicios de polinización mejorados, en un contexto mundial de declive de las poblaciones de abejas.
El principal objetivo de la empresa argentina es mejorar la productividad de los cultivos y enfrentar la demanda global de alimentos. Esta iniciativa lo ubicó como uno de los ganadores de ‘Innovadores menores de 35 - Latinoamérica 2018’, de MIT Technology Review; además de otorgarle el premio del ‘Gran Innova 2018’, de Samsung Innova.
Hasta hace poco, Viel se encontraba en San Pablo (Brasil), al frente de la gestión de Marketing de Rodati –una startup que quería cambiar la forma de comprar autos nuevos–. El proyecto fracasó, pero dejó en él la motivación suficiente como para seguir buscando nuevas ideas.
Mientras decidía qué hacer, se topó con una planilla de cálculo que contenía 300 proyectos argentinos con mucho potencial para desarrollar, pero que no tenían vinculación con el sistema empresarial, algo en lo que Viel tenía experiencia. De toda la información, un dato llamó su atención: los cultivos necesitan la polinización de la abeja para producir alimentos, según los científicos que llevaban más de 20 años investigando el comportamiento de estos insectos.
Así nació BeeFlow, una empresa que combina abejas y ciencia. Sus servicios incluyen toda la gestión del proceso, la instalación de las colmenas, el manejo de su alimentación para potenciar su salud y el condicionamiento de su búsqueda de néctar hacia el cultivo de interés.
“Descubrí que la polinización se hacía de manera muy informal, casi como una charla de amigos entre un apicultor y un productor agropecuario. También, que el sistema científico estaba bastante desconectado del mundo real, tanto de los empresarios como de la producción agraria, y ahí vi una oportunidad”, detalló Viel.
Más allá de la producción de miel, la abeja juega un papel principal en la cadena frutihortícola porque la polinización es una pieza vital en la reproducción de las plantas para generar frutos; la abeja traslada el polen y, de esa manera, completa el proceso reproductivo de los cultivos. En ese punto, Viel explicó que la empresa consiguió que “las abejas trabajen a bajas temperaturas” y que, gracias a ello, lograron “un aumento en la producción de las plantaciones frutales”.
“Hacemos un estudio previo para definir el número de colmenas por hectárea y dónde se ubican; luego, antes de la floración, los apicultores les suministran a las abejas un alimento a base de jarabe con moléculas orgánicas desarrollado por nosotros que fortalece el sistema inmunológico y permite que sean más fuertes a la hora de trabajar”, indicó el ejecutivo, a la vez que señaló que “en esta etapa se les suministra una nueva molécula que condiciona la memoria de la abeja y permite que polinice un cultivo específico y que no se distraiga con otras plantas”.
Los ensayos llevados a cabo con los productores dispuestos a probar sus métodos han logrado mejoras de entre un 20% y un 90% en la producción de cultivos, cifras muy por encima del 10% que se fijaron como objetivo para convencer a los clientes del potencial de su enfoque.