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Bosques chaqueños: deforestación sin precedentes

Informes y estudios científicos aseguran que anualmente se pierden miles de hectáreas con capacidad de capturar dióxido de carbono, vitales para la vida y el desarrollo socioeconómico de la humanidad

Bosques chaqueños: deforestación sin precedentes
miércoles 25 de septiembre de 2019

Paralelo a los incendios en el Amazonas que impactan la agenda mundial, los bosques nativos chaqueños están en estado de alerta. Informes oficiales y estudios científicos aseguran que anualmente se pierden miles de hectáreas de estos espacios verdes con capacidad de capturar dióxido de carbono (gas de efecto invernadero), que juegan un papel trascendental a la hora de brindar servicios esenciales para la vida y el desarrollo socioeconómico de la especie humana.

El Gran Chaco es la ecorregión boscosa más extensa de América tras el Amazonas. Al igual que su hermana brasileña, despierta gran preocupación, ya que es uno de los once puntos que registran mayores niveles de deforestación a nivel global. Según un trabajo de la Fundación Vida Silvestre (FVSA) y el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), si de acá a futuro la situación no cambia, en 2028 se perderá una superficie equivalente a 200 veces la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA).

A su vez, un análisis de Greenpeace determinó que en el norte de nuestro país cuatro provincias concentran el 80% de los desmontes: Santiago del Estero, Chaco, Formosa y Salta. También indicó que el 36,3% de la superficie deforestada durante los últimos años corresponde a bosques nativos.

La ecorregión chaqueña que se extiende por gran parte de la Argentina, Paraguay, Bolivia y una pequeña proporción de Brasil, se caracteriza por sus bosques, matorrales, praderas, sabanas, pantanos y humedales salvajes y únicos a nivel global. Además, es el reservorio de bosque  nativo más grande del territorio nacional.

“A pesar de ser un área semidesértica por los parámetros climáticos, sostiene árboles que tienen las maderas más duras del mundo”, garantiza Gustavo Sosa, ingeniero forestal fundador de Inbioar, una empresa de investigación y desarrollo de herbicidas naturales.

El director de la FVSA, Manuel Jaramillo, informó que entre 2007 y 2014 se apuntó una pérdida de 1,95 millones de hectáreas de bosques a una tasa anual de desmonte comparable con la que ocurre en los focos de deforestación más grandes del planeta. De seguir por este camino, para 2028 se producirá una pérdida adicional de cuatro millones de hectáreas.

“Con el bosque se perderá la capacidad de capturar dióxido de carbono, la biodiversidad que alberga y su acción regulatoria de la hidrología de la llanura. También dejarán de existir otros bienes no materiales que influyen en la calidad de vida e impulsan industrias como el turismo”, alegó.

Esteban Jobbágy, ingeniero agrónomo e investigador superior del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) en la Universidad de San Luis, sostuvo que se llegó a este escenario porque a los ecosistemas se le pide más de lo que pueden dar. “Lo más exigente es guardar la biblioteca prístina de la vida para las generaciones venideras. Eso lo podemos resolver preservando porcentajes de alrededor del 10% de bosque. También necesitamos que se guarde carbono, por lo que se requieren superficies mucho más grandes. Para que cumplan las funciones hidrológicas se precisa salvaguardar como mínimo entre el 20% y el 50% de la superficie”, profundizó.

En palabras del investigador, los bosques tienen influencia en el clima, aunque todavía se desconoce porqué. “Sabemos que una parte importante de las lluvias en Salta, Santiago del Estero y San Luis viene del Amazonas. Esto quiere decir que bosques lejanos pueden tener efectos sobre precipitaciones a distancia; también sobre las condiciones de temperatura”, reafirmó.

La Argentina tiene actualmente alrededor de 53 millones de hectáreas bajo el ordenamiento territorial de la Ley de Bosques sancionada en 2007, que fue reglamentada en 2009. Se trata de una categorización que tienen que hacer las provincias que consiste en asignarle un color a cada zona de acuerdo a sus usos posibles: rojo, conservación; posibilidad de transformación para la agricultura, verde; uso sustentable, amarillo.

El secretario de Política Ambiental en Recursos Naturales del ex Ministerio de Ambiente, Diego Moreno, resaltó que del total, alrededor de once millones de hectáreas representan las zonas verdes. “Hasta 2015 se deforestaban anualmente alrededor de 300 mil hectáreas. Hoy, esa cifra disminuyó a 150 o 170 mil. Pero a la Ley no hay que mirarla solamente con estos números: el desafío está en ver qué tipo de producción habilitaremos en las áreas amarillas. Si se ejecutan intervenciones agresivas que terminan generando la pérdida de bosque vamos por el mal camino. Estamos buscando un manejo con ganadería integrada al cual ya se adhirieron diez provincias”, exhortó.

Jaramillo sostuvo que aunque hubo avances, aún es preciso hacer funcionar el Sistema de Asignación de Recursos que dispone la ley para las áreas rojas y amarillas. “El presupuesto creció en valores absolutos, pero bajó en relativos. Es necesario que crezcan los fondos y que las provincias sean mucho más ágiles que ahora para implementarlos y rendirlos”, planteó.

Sin embargo, –a pesar del panorama desfavorable– hay buenas noticias vinculadas con los avances de la actividad agrícola y ganadera, ya que si bien retrocede el avance de los bosques, la batalla no está perdida. “En ecosistemas como el chaqueño, la tierra que es hoy agrícola puede volver a ser bosque; es un error creer lo contrario. Son secos y naturalmente hay fuegos, por lo que tienen capacidad para recuperarse”, anunció Jobbágy.

Algunos científicos, como el director del Instituto de Investigaciones en Recursos Naturales, Agroecología y Desarrollo Rural del Conicet, Lucas Garibaldi, también rechazan la idea de que es imposible articular la actividad productiva con la protección del ecosistema. “No es una cosa o la otra. Podemos ejecutar métodos de producción que promuevan la biodiversidad”, indicó.

En sintonía, Jobbágy  proclamó que para que sea posible, es indispensable que se realice una discusión profunda entre todos los actores del territorio. “En Chaco el problema es que la producción se da en escala industrial, diferente a lo que pasa con la agricultura familiar en África. Tenemos que promover acuerdos que manejen estos tipos de producción”, exclamó.

En tanto, un documento distribuido por la FVSA sugirió que se debería instaurar un nuevo pacto entre la naturaleza y la raza humana para poder revertir la disminución de biodiversidad terrestre. “Los cambios en el uso del suelo –conversión y degradación de los ecosistemas naturales– y la forma en la que generamos, transmitimos y consumimos energía deberían reordenarse si queremos que la Argentina crezca de manera sostenida”, sentenció.



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