Ambiente Sustentable / Gestión Ambiental

Dos argentinos que lideran la lucha por la preservación ambiental

Sandra Díaz y Lucas Garibaldi, quienes recientemente fueron distinguidos con el Premio Bunge y Born por su aporte a la ecología, trabajan para que el planeta sea un lugar más sano y sustentable

Dos argentinos que lideran la lucha por la preservación ambiental

Sandra Díaz y Lucas Garibaldi fueron distinguidos con el reconocido Premio Fundación Bunge y Born, que desde 1964 destaca la excelencia científica de la República Argentina. En un evento llevado a cabo en el Centro Cultural Kirchner (CCK), un jurado de expertos locales e internacionales de primerísimo nivel, le entregó a la bióloga cordobesa el galardón mayor, en tanto que el doctor en Ciencias Agropecuarias del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet), se llevó el Premio Estímulo. ¿Quiénes son estas personalidades que están trabajando tanto por la preservación del medioambiente?

Díaz es una figura afamada dentro del mundo de la ecología: anualmente se la menciona como una de las mentes más influyentes del planeta y recientemente presidió el Informe Global sobre Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos de las Naciones Unidas. En 2019, inclusive, recibió el premio de la Fundación Princesa de Asturias, junto con la científica estadounidense Joanne Chory, por su lucha contra el cambio climático a través del desarrollo de las plantas.

“Es un premio importantísimo que sinceramente me tomó por sorpresa”, expresó al enterarse de la condecoración. Una vez que recibió el galardón, hizo hincapié en la importancia de la ciencia pública, ya que en la actualidad representa un aspecto crucial para lograr un crecimiento genuino.

“Quiero agradecer a la Fundación Bunge y Born y a toda la ciudadanía porque trabajar en el ámbito de la ciencia pública es algo que merece respeto, apoyo y reconocimiento de toda la sociedad. En círculos académicos, se habla de torcer la curva del deterioro de la naturaleza y mejorar en el tiempo los indicadores de biodiversidad, naturaleza y ecosistemas. Queremos dar el volantazo y llegar a la raíz del problema”, detalló.

Desde muy pequeña, Díaz supo que quería dedicarse a la biología y dirigir investigaciones que tengan como meta crear del mundo un lugar mejor. Nacida en la localidad de Bell Ville el 27 de octubre de 1961, se mudó a Córdoba Capital con solo 17 años para iniciar sus estudios. “Soy fruto de la escuela pública. Hice mi doctorado en el país y el posgrado en la Universidad de Sheffield (Reino Unido) gracias a una beca del Conicet. En aquella época, no estaba tan presente la preocupación por lo ecológico. Empecé la carrera sin tener en claro a qué rama me quería dedicar, aunque con el paso de los años tuve la oportunidad de adentrarme en lo que es la teoría ecológica y sentí que era lo mío”, contó. La bióloga analiza la trama de la vida y el desarrollo de las primeras herramientas formales y consistentes para dilucidar la contribución de la naturaleza en la vida de las personas.

Durante los últimos dos años, se dedicó al informe de las Naciones Unidas, donde sostiene que el número de especies en peligro de extinción en todo el mundo va en aumento, a medida que se visualizan otros síntomas de deterioro en la naturaleza que podrían provocar consecuencias graves en la salud humana. La investigación fue compilada y recopilada por 145 expertos internacionales y contó con la colaboración de 310 autores. Está destinada a quienes toman decisiones a nivel global, ya que considera que aún se puede cambiar la tendencia actual y detener el deterioro del planeta. Díaz presentó el informe a principios de mayo en París (Francia), junto con el científico alemán Josef Settele y el brasileño nacionalizado estadounidense Eduardo Brondízio.

“Es la primera vez que se hace un trabajo global sobre el estado de los ecosistemas y cómo se relacionan con la actividad humana. Además de ser ambicioso, es intergubernamental e interdisciplinario. No solo toma en cuenta los aspectos biológicos del ecosistema, sino también los sociales y económicos, procurando incorporar el conocimiento local”, advirtió.

Según Díaz, en la Argentina estamos frente a una tasa alta y acelerada de destrucción de ecosistemas por el uso incorrecto de las tierras. “En las últimas décadas, tuvimos tasas de deforestación elevadas en el ecosistema del bosque chaqueño como provincia fitogeográfica. Nuestro país está liquidando muy rápidamente todo su capital natural”, anunció.

Díaz es parte de las Academias de Ciencias de Argentina, Estados Unidos, Francia y el Mundo en Desarrollo; también es miembro honorario de la Sociedad Británica de Ecología y miembro extranjero de la Royal Society de Londres. Anteriormente, había sido distinguida con los siguientes galardones: Premio Cozzarelli (2008), Premio Margalef en Ecología (2017), Premio Senckenberg para la Investigación de la Naturaleza y Premio Gunnerus en Ciencias de la Sostenibilidad (2019). Además, la revista Nature la mencionó como una de las científicas de mayor proyección.

El jurado del Premio Fundación Bunge y Born –presidido por Osvaldo Sala, integrante de la escuela de Ciencias de la Vida de la Universidad Estatal de Arizona (Estados Unidos–, la reconoció por su papel en el desarrollo del concepto de la diversidad funcional y sus contribuciones teóricas, metodológicas y empíricas sobre las plantas vasculares, con las que determinó que sus caracteres biológicos influyen sobre la vulnerabilidad al cambio climático.

El director del INRAD reveló que su labor gira en torno a tres ejes: la calidad de vida, la seguridad alimentaria y la biodiversidad. “Mi trabajo es una motivación de vida, un camino hacia la transformación y la mejora del mundo. La ciencia sirve únicamente si se puede usar para mejorar la vida de las personas. En este sentido, es muy importante recibir esta clase de premios porque permiten comentarle a la sociedad sobre los resultados y las propuestas que estamos implementando para mejorar el medioambiente”, reforzó.

Nacido en 1981, Garibaldi se especializó en agroecología, apicultura, ecología económica, intensificación ecológica, polinización y servicios ambientales. Cursó sus estudios en de la Universidad de Buenos Aires (UBA), aunque una vez graduado se mudó a Bariloche (Río Negro) para seguir sus investigaciones. “Cuando comencé mi carrera científica me enfoqué en problemas que no estuvieran resueltos y no tuvieran demasiadas personas trabajando en ellos. Llegué a la agroecología porque mi interés se concentró en uno de los principales problemas del mundo que está afectando la calidad de vida de las personas: cómo producir sin destruir el medioambiente”, recalcó.

El profesional de 38 años estudia diferentes formas de resolver problemas relacionados con el manejo sostenible de los ambientes boscosos y agrícolas, e implementó modelos matemáticos y estadísticos que muestran que la diversidad y abundancia de polinizadores silvestres son más relevantes que la abundancia de la abeja doméstica para muchos cultivos.

“Como científicos en ecología tenemos malas y buenas noticias. La mala noticia es que estamos destruyendo nuestro capital natural en muy poco tiempo. Estamos perdiendo especies de plantas y animales como nunca antes en la historia de la humanidad: se degradan los suelos, perdemos calidad de agua, de aire, calidad nutricional de alimentos, y perdemos empleos. Nuestra  economía también está afectada. Las buenas noticias son que hay muchas propuestas para solucionar estos problemas, aunque necesitamos actuar de forma urgente. ¡No hay tiempo que perder! Estamos trabajando muy duro para desarrollar métodos de utilización del medioambiente, con cultivos, forestaciones y animales que promueven la biodiversidad y producen alimentos en la cantidad y calidad adecuada”, señaló.

Previo a este reconocimiento, Garibaldi había recibido el Premio Houssay 2017 en el área de Ciencias y Tecnologías Ambientales, y el Premio Estímulo de la Academia Nacional de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. El jurado decidió destacarlo por su labor a la hora de difundir y hacer llegar las implicaciones de sus hallazgos científicos a la sociedad.

 

Admiración mutua

Además de destacar la honra de haber sido distinguidos con este premio, Sandra Díaz y Lucas Garibaldi manifestaron su admiración mutua. “Es una gran investigadora”, afirmó el ingeniero de 38 años.

Por su parte, la científica se mostró feliz por el reconocimiento de su colega en la categoría “Estímulo”, ya que tuvo la oportunidad de trabajar estrechamente con él durante el Informe Global. “Él se desempeñó como autor coordinador de uno de los capítulos. Estuvimos en el mismo equipo peleándola por tres años. Es uno de los investigadores jóvenes con más futuro”, indicó.

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