l consumo de agua es tan importante como el consumo de alimentos. Si no se dispone de calidad y cantidad de agua suficiente, se limitará el consumo de materia seca y se puede dañar seriamente la salud de los animales. En cualquiera de los casos, se afectará la producción de carne o leche.
Partiendo de ahí, es imprescindible conocer qué calidad y cantidad de agua se tiene para definir diferentes estrategias, incluso las características del sistema productivo (cría, engorde o leche) a implementar con ese tipo de agua.
Si bien el vacuno tolera peor calidad de agua que los humanos si las concentraciones de algunos compuestos químicos están en niveles no adecuados, los animales pueden verse también muy afectados. Muchas veces, la regular o mala calidad del agua no causa la muerte de los animales; incluso, a veces tampoco se observan signos clínicos de enfermedad, pero sí se ven afectados algunos indicadores productivos (crecimiento, engorde o lactación) o reproductivos (preñez, peso de los terneros al nacer, etc.), en diferentes magnitudes en función de los niveles y tipo de sales presentes. En cualquiera de los casos, es una causa importante que genera pérdidas económicas al productor.
Dada la gran variedad de sistemas productivos y de alimentos disponibles en diferentes regiones del país, se debiera definir para cada uno cuál es la calidad de agua más adecuada. Sin embargo, no hay suficientes trabajos que nos permitan hacer estas recomendaciones.
El consumo de agua por parte del animal está influenciado por muchos factores externos e internos que por lo general son muy difíciles de controlar. Un animal adulto puede consumir entre el 6% y el 12% de su peso en agua. Como ejemplo, un animal de 400 kg podría consumir 40 litros por día o más, dependiendo de la actividad (cría, engorde o leche), de las características de los alimentos, la temperatura ambiente y del agua. Este último punto tiene un alto impacto en el consumo.
Otra variable de mucha importancia es el tipo de alimentación y el estado fisiológico o actividad (cría, engorde o leche). Como regla general todos los forrajes secos o concentrados demandan mayor cantidad de agua que los forrajes verdes. Asimismo, mucha más cantidad demandan los ensilados de planta entera o grano húmedo por la acidez que ellos tienen.
La composición química del agua es también determinante de su consumo. Si consideramos los aportes minerales de acuerdo a la composición química del agua y de los forrajes, los niveles de ingesta cambian completamente.
La forma de expresar los valores encontrados en el agua puede ser: partes por millón (ppm), gramos por litros de agua (g/l) o miligramos por litro de agua, (mg/l). Las equivalencias son: 10 g/litro = 10.000 mg/l = 10.000 ppm = 1%.
- Sales Totales: este grupo de sales es complejo y está dado por la suma de todos los compuestos solubles del agua. Se determina mediante la evaporación de la misma, pesando el residuo. También se puede expresar como Residuo Mineral, Sólidos Totales o Salinidad Total. El agua de pozo que contiene menos de 1,5 g/l de sales totales, demanda suplementación mineral tanto en vacas de cría, tambo o invernada y es común que se definan como aguas “poco engordadoras”, mientras que las que poseen entre 2 y 4 g/l de sales totales no requieren suplementación mineral (salvo que haya excesos de Sulfatos). Estas últimas se definen como “aguas engordadoras”. Con valores de entre 4-8 g/l puede haber reducción en el consumo de agua, excepto aquellos animales que se hayan adaptado a esas altas concentraciones de sales, como la vaca de cría. Cuando los niveles exceden los 8 g/l no se debe usar ni siquiera con vacas de cría.
- Sulfatos: los sulfatos, especialmente de magnesio o sodio, producen efectos negativos sobre la producción de carne o leche, provocan diarreas y tienen sabor amargo que restringen el consumo en especial en animales no adaptados. Sin embargo, animales adaptados pueden tolerar hasta 4 g/l. Numerosos estudios demostraron que cuando el agua contiene hasta 1 g/l de sulfato de sodio se favorece la digestión de la fibra y el consumo de alimentos.
- Cloruros: son generalmente de sodio, magnesio, calcio y potasio. En aguas subterráneas los niveles de estas sales difícilmente superen los 2 o 3 g/l, con excepción de algunas zonas del país donde existen capas salinas a diferentes profundidades, que condicionan la calidad de las aguas subterráneas. El cloruro de sodio es una sal beneficiosa, aunque confiere sabor salado.
- Sodio: el cloruro de sodio (sal común) con niveles adecuados (±2 g/l) y bajos de sulfatos (<1 g/l) es beneficioso, siempre y cuando no supere los 8 g/l, que provoca efectos negativos aún con animales adaptados a ello,
- Potasio: el potasio se encuentra en muy pequeña cantidad a no ser que el agua contenga sedimentos de nitrato de potasa (fertilizante de origen natural), en ese caso el agua es muy tóxica por el nitrato y el exceso de potasio.
- Calcio: para el calcio no existen límites de toxicidse le otorga dureza al agua.
- Carbonatos y bicarbonatos: no se conocen efectos negativos para la producción animal, pero su combinación con el Ca y Mg definen la dureza del agua, formando incrustaciones en las cañerías. La dureza se define como la concentración total de iones de Ca y Mg expresados en forma de carbonatos de Ca (CO3Ca) en g/l.
- Magnesio: el magnesio es muy necesario en la alimentación del ganado bovino. Sin embargo, en muchas aguas subterráneas se encuentra en exceso y más si está combinado con sales de sulfato (sabor amargo).
Se consideran valores máximos:
- Arsénico: las sales de arsénico son muy solubles en agua. La presencia de arsénico en el agua tiene tres posibles orígenes: contaminación natural del agua subterránea (geología de los suelos), contaminación con agroquímicos, y contaminación por desechos industriales.
Niveles de tolerancia:
- Flúor: el Flúor es un contaminante muy serio en algunas partes del país. Su presencia natural se relaciona con un tipo de ceniza volcánica con altos niveles de este mineral. Tanto su deficiencia como su exceso producen trastornos óseos muy importantes en humanos y animales. Los niveles peligrosos oscilan alrededor de 1,5 mg/l (1,5 ppm) de Flúor. La intoxicación se manifiesta por manchado de dientes y desgaste prematuro y desparejo de los dientes.
- Cobre: con menos de 0,1 mg/l de cobre puede aparecer sabor a óxido en la leche y con niveles superiores a 0,6 mg/l de cobre se pueden observar daños hepáticos en vacas lecheras.
- Nitratos y nitritos: estos son compuestos nitrogenados y su presencia indica contaminación con materia orgánica o contaminación con fertilizantes nitrogenados. Los niveles máximos aceptados son <200 mg/l (vacas de cría) y <100 mg/l (engorde y leche). En el agua se encuentran nitratos que al ser ingeridos por los rumiantes se reducen a nitritos que son altamente tóxicos. Este efecto puede verse agravado si se consumen forrajes con altos niveles de nitratos, por ejemplo, un verdeo de invierno fertilizado con urea.