o hace falta describir los porque del éxito del sector agrícola nacional a escala mundial. La competitividad del mismo ya fue explicado en otras ocasiones y por profesionales mejor informados que quien escribe estas líneas. Quienes cursamos la carrera de ingeniería en la década de los ochenta, sabemos muy bien que la mayoría de los trabajos científicos que servían para nuestra formación provenían del exterior y había que adaptarlos a nuestro medio como se podía. Eso cambió fundamentalmente en lo referido a los commodities más importantes como ser trigo, maíz, soja y en un segundo nivel, pero en aumento para el girasol, sorgo y cebada a nivel general.
En cuanto a las especialidades, los porotos en la región NOA; maní en Córdoba; algodón en el NEA; maíz pisingallo y el girasol confitero en la región pampeana también tuvieron su desarrollo nacional, fundamentalmente dado desde el impulso de sectores privados y públicos trabajando en conjunto. Esto llevó al país a ser también un jugador de clase mundial en estos productos.
En este último sentido, donde mas atraso hay es en el sector de las “legumbres de invierno”, como ser arvejas, lentejas y garbanzos. Aunque este último tiene un desarrollo de nuevas variedades realizadas por instituciones públicas como ser la Universidad Nacional de Córdoba, la Estación Experimental del INTA Cerrillos y la Estación Experimental Obispo Colombres en la provincia de Tucumán. Y no es casualidad que este cultivo sea el que más haya crecido en los últimos años, tanto en área sembrada como en volumen exportado. De no haber sido por la sequía otoñal que afectó al norte de Córdoba, hoy Argentina hubiera superado a Canadá en área de siembra para la presente campaña.
La pregunta es la siguiente: ¿Qué tuvieron en común los cultivos mencionados anteriormente, ya sean commodities, como commodities aumentados y especialidades en las que Argentina es un origen reconocido mundialmente? Fundamentalmente lo que relaciona todos estos cultivos es la inversión, tanto pública como privada, en genética y manejo. Estos puntos son los pilares del éxito productivo de todos estos cultivos, ya que aseguran la calidad del producto y posicionan el origen argentino como uno confiable.
No es casualidad que tanto lentejas como arvejas sean los cultivos donde la inversión en nueva genética es mínima o nula y que por lo tanto sean los productos donde mayor atraso se ve en la inserción mundial del país como origen confiable a lo largo de los años. Pero a su vez son productos cuyo volumen de exportación sumamente importantes, con niveles de millones de toneladas para ambos productos e importantes agregados de valor y sinergia en las rotaciones.
Si analizamos los principales países productores y exportadores de legumbres, tanto invernales como primavero-estivales, como ser Canadá, Australia, Estados Unidos, Myanmar, México, Turquía, China y Argentina, vemos que en los de mayor cantidad de hectáreas disponibles, sus áreas de siembra son fundamentalmente anchas en sentido Este-Oeste. Los únicos casos de áreas de siembra en sentido Norte-Sur, son Argentina y Australia, aunque en este último caso existe una limitante en la disponibilidad de precipitaciones que lleva a que los dobles cultivos no sean en general frecuentes.
Argentina es en todo caso, uno de los pocos, sino el único país que puede tener cosechas nuevas durante un cuatrimestre completo, lo que permite compensar posibles faltantes, incrementar áreas de siembra, diversificar tipos de producto y todo esto con una distancia a los puertos de embarque mucho más reducida que sus principales competidores.
Como ejemplo, podemos ver que el garbanzo es exitoso en su producción desde el NOA hasta el sudeste bonaerense, pasando por Córdoba y la zona núcleo maicera y sojera nacional, dando comienzo a su cosecha en el mes de octubre y finalizando en enero.
El cultivo de garbanzo, Cicer arietinum, tiene una producción mundial de unas 10 millones de toneladas y un comercio que ronda 1 millón. Fundamentalmente hay dos tipos de garbanzo que se producen a nivel mundial, el tipo Desi y el tipo Kabuli.
El tipo Desi es el de mayor producción y consumo mundial, siendo Australia el principal exportador y la India el principal consumidor e importador. Es más rendidor (aproximadamente un 50% más que el tipo Kabuli), y más fácil de producirlo. Su tegumento varía según la variedad desde el negro hasta el marrón claro. No agrega valor por tamaño y tiene en general un precio menor a los del tipo Kabuli.
Los de este último tipo, son de mayor tamaño, su color varía desde el marrón hasta el blanco, tienen menor consumo a nivel mundial, es menos productivo que el tipo Desi, pero agrega fuertemente valor por diámetro de grano obtenido y por el aspecto del mismo.
Hacia el año 2009-10, Canadá redujo su área cosechada a 30.000 hectáreas, la aumentó a 77.000 hectáreas hacia la campaña 2010 – 2011 y se espera que se reduzca a 67.000 ha para la campaña en curso.
Para el mismo período, en Argentina el área subió a 25.000 hectáreas aproximadamente para la campaña 2009-10, aumentando a 35.000 hectáreas, para la campaña 2010-2011 y se espera que esté alrededor de las 50.000 hectáreas para la próxima temporada de siembra.
El único país que presenta una fuerte tendencia a aumentar volúmenes es Argentina. Australia tiene una tendencia a una leve alza. Canadá y México presentan en cambio una tendencia declinante en volumen y al alza o estable en valor, lo que implica un pasaje a variedades de mayor valor agregado por unidad producida. Esto se debe fundamentalmente a dos razones. El alto precio de los commodities tradicionales, la imposibilidad del doble cultivo y la falta de superficie donde crecer con el cultivo.
Nada de eso ocurre en la Argentina. De hecho, sin pensar en desarrollar áreas nuevas de siembra, como ser la zona del valle medio de Río Negro y avocándonos solo a dar una alternativa de rotación al cultivo de trigo en las zonas trigueras IX, XI y XII, o sea Centro Oeste de Bs. As., SO de Bs. As. – SE de La Pampa y SE de Bs. As., que signifique reemplazar el 7% del área de trigo por garbanzo, podríamos llegar a sembrar unas 350.000 hectáreas, con lo que nos pondría a la altura de Australia en producción y volúmenes exportados.
Hasta el momento, las pruebas realizadas en estas zonas han sido sumamente exitosas, tanto en productividad como en diámetro del grano obtenido, o sea calidad. Los rendimientos variaron según la zona y manejo desde los 1.800 a los 3.000 kilos/hectárea, teniendo como principal desafío mejorar todo lo referido a:
Control de malezas, tanto en pre como fundamentalmente en post emergencia, en lo referido a las del tipo latifoliadas.
Ver el paquete sanitario, con controles tempranos de enfermedades en caso que aparezcan. Ver qué influencia puede tener la presencia de Fusarium oxiosporium, enfermedad que ya se vio en la zona del Sud Este y fundamentalmente la incidencia de hongos del tipo Ascochyta. En la Argentina tenemos presencia de la del tipo Pisi. Por lo menos en la zona pampeana no se ha visto la del tipo Rabiei, responsable de la principal enfermedad del cultivo llamada Rabia del Garbanzo. Para esto es fundamental no importar variedades extranjeras que no estén aprobadas por los organismos oficiales como tolerantes a esta enfermedad. Un manejo de este tipo poco responsable en Europa provocó que se perdiera completamente la fecha invernal de siembra.
Es necesario que las compañías proveedoras de insumos comiencen a trabajar en los registros de sus productos para poder ser aplicados en el cultivo, ya que de esa forma se puede certificar para agricultura responsable. Hasta ahora se están ensayando tanto a nivel oficial como privado tanto herbicidas, fungicidas e insecticidas, con diferente éxito, pero el potencial del cultivo merece que sea analizada la posibilidad de incluirlo en los diferentes registros.
También es clave ajustar fechas de siembra para maximizar la producción y calidad del producto.
No solo el estado tiene responsabilidad en el no pago de propiedad intelectual dado la falta de normativa acorde. También es un tema de todos los integrantes de la cadena. Y para jugar en las grandes ligas, necesitamos soporte de genética. En la Argentina están probadas más de 50 variedades del tipo Desi, que no son desarrolladas por la falta de estimulo que provoca el no reconocimiento del trabajo a quienes han trabajado en su desarrollo. Para poder crecer tenemos que ser todos capaces de reconocer la propiedad intelectual de los materiales y dar reconocimiento económico a quienes trabajaron el ello. Si esto no lo entendemos, todas estas líneas serán solo eso, líneas de buenas intenciones y nada más.
Los cultivos de especialidades son producciones de cadena. Un importante productor y exportador de garbanzos dijo en una charla que las cadenas se tiran y no se empujan. Hago mía dicha observación ya que es sumamente gráfica de la realidad de estos productos.
En la última reunión de la Cámara Mundial del Legumbres (CICILS) realizada en Barcelona, se tocó el tema de la relación de precios de las legumbres con el precio de los comodities y la necesidad que los valores de las primeras aumenten para darle competitividad ante los precios del Trigo, Soja y Maíz. La conclusión fue que los países importadores están dispuestos a ir reconociendo mejores valores, pero a cambio exigen mayores niveles de calidad de producto, seguridad alimentaria y de procesos, tanto productivos como de industrialización. Si no somos capaces de ver que cada eslabón de la cadena debe hacer lo suyo en la forma más eficiente posible, estaremos ante una excelente oportunidad perdida. Y en esto no solo el estado es responsable. También depende de nosotros.
Pro Perfil Nutrientes