partir de la creciente demanda para exportación, el cultivo de legumbres se perfila como una alternativa productiva rentable y en alza. No obstante, además de los beneficios económicos, la siembra de arvejas, lentejas y garbanzos constituye una opción sustentable para incluir en el esquema de rotación que mejora el rendimiento de los cultivares de verano.
En los últimos años, el país “ha logrado posicionarse como proveedor de arveja a escala mundial con exportaciones que superaron las 100 mil toneladas”, afirmó el jefe de INTA Arroyo Seco –Santa Fe–, Gabriel Prieto.
Sólo en la provincia de Santa Fe, existen más de 70 mil hectáreas sembradas con legumbres y el 36% de esa superficie está cubierta con arveja. En el país, hay unas 500 mil hectáreas destinadas al cultivo de arveja, lenteja y garbanzo.
“La Argentina tiene una ventaja comparativa muy grande respecto de los principales productores mundiales de legumbres como Canadá y debemos aprovecharla”, manifestó el técnico. “La demanda mundial de legumbres en el mercado de alimentos es cada vez más creciente”, añadió.
Con relación a los destinos de exportación, Brasil compra el 90% de la producción argentina de arvejas. En menor medida, también, la producción se dirige a la India, Arabia y Europa.
A escala nacional, la producción de legumbres tiene más de 70 años. Históricamente, la zona núcleo para estos cultivos estaba compuesta por el sudeste de Santa Fe y el norte de Buenos Aires. En el último tiempo, se incorporaron el sudeste, oeste y centro de Buenos Aires, el centro de Santa Fe, el oeste de Entre Ríos y algunos lotes del este de Córdoba.
Prieto citó el caso de productores que optaron por producir legumbres como una alternativa. “Se obtuvieron muy buenos resultados y las exportaciones fueron desde las 20 mil toneladas en el período 2005-2006 hasta más de 120 mil en 2012”, señaló. Además, explicó que los productores disponían de las condiciones productivas y ambientales para realizar un doble cultivo anual: arvejas, lentejas y garbanzos en invierno y soja u otros cereales en verano.
Por su parte, el mercado interno “no ha tenido un crecimiento muy marcado debido a una cuestión cultural”, explicó el técnico. Este espacio registra un consumo anual de 15 a 20 mil toneladas de legumbres entre productos frescos y enlatados, es decir, el 10% de la producción que se exporta.
Según las ventajas que enumeró Prieto, las legumbres tienen un consumo de agua más bajo que otros cultivos de invierno –insumen entre 100 y 150 milímetros menos– y permiten una mejor conservación del nitrógeno en el suelo con relación a los cultivos de trigo, cebada o avena. Incluidas en el esquema de rotación, además, mejoran la productividad de los cultivos de verano.
En caso de preceder a cultivos de soja, las legumbres le permiten al productor desocupar el lote antes del tiempo previsto para el trigo y aumentan la disponibilidad de agua en el perfil del suelo. Como resultado de este esquema de rotación, “el rendimiento de la soja alcanzó el nivel productivo de una soja de primera”, ejemplificó Prieto.
De igual modo, los productores que hicieron la rotación de legumbres con maíz de segunda sembrado en diciembre “lograron una gran estabilidad en el rendimiento, que no tuvo siquiera el productor que sembró en septiembre”, continuó.
Actualmente, el crecimiento comercial de las legumbres permitió que los productores dispongan de un precio regular para los distintos productos durante todo el año. “Eso era una incógnita años atrás”, aseguró.
A diferencia de los cultivos tradicionales que tienen una demanda consolidada, las legumbres requieren de actores que faciliten su inserción en el mercado exterior. En esa línea, el técnico dijo que “muchas empresas y cooperativas de primer nivel proveían insumos y asesoramiento para producir y comercializar las legumbres”.
Para obtener una producción de calidad, Prieto recomendó utilizar semillas con una genética mejorada y hacer una correcta elección del lote. En general, las legumbres no toleran los anegamientos y, de esta manera, el técnico sugirió evitar la siembra en campos inundables o con mal drenaje.
Además, aconsejó seleccionar un terreno que no haya sido sembrado con legumbres durante los tres años previos, debido a que eso favorecía el desarrollo de enfermedades. Con buenas prácticas de manejo, la cantidad estimada de plantas de arveja a lograr por metro cuadrado es de entre 80 y 100 ejemplares, es decir, “entre 180 y 200 kilos de semilla por hectárea”, indicó Prieto.
Los principales requerimientos nutricionales de las legumbres son nitrógeno y fósforo. “El nitrógeno se asegura mediante la inoculación de la semilla con las bacterias específicas y el fósforo, a través de la fertilización apropiada según el análisis de suelo”, afirmó. Asimismo, para evitar problemas de nacimiento, el técnico sugirió que el fertilizante no tuviera contacto con las semillas durante la aplicación.
Además, remarcó la importancia de realizar un tratamiento de la semilla con fungicidas de amplio espectro para lograr una germinación efectiva. “La semilla suele estar bajo tierra entre 20 y 25 días antes de emerger y se siembra a una temperatura de entre 5 y 7 grados”, expresó. En estas condiciones, “los hongos del suelo pueden actuar y malograr una siembra si la semilla no fue tratada de manera adecuada”.
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