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Al Bosque: una empresa de cosmética orgánica y natural certificada

El emprendimiento, que se afianzó en el mercado nacional, arrancó con una inversión de $200.000 tras el encuentro de dos amigas que comparten el amor por la naturaleza y la fascinación por la belleza

Al Bosque: una empresa de cosmética orgánica y natural certificada

Candelaria Lussich y su amiga Lucila Rolón desarrollaron Al Bosque, un emprendimiento que conjuga sus dos grandes pasiones: el amor por la naturaleza y el cuidado personal. Ellas elaboran cremas naturales con materias primas nobles que provienen de cultivos 100% orgánicos, en los que se protege la salud de la tierra y las plantas desde la semilla, y aprovechan lo mejor de la naturaleza para sanar nuestra piel por dentro y por fuera.

Al Bosque nació de un encuentro de amigas. Así lo contó Candelaria Lussich: “Me puse a estudiar fitomedicina y subía cosas de lo que estaba aprendiendo a Facebook. Un día Lu (Lucila Rolón) me dijo: ‘¿Qué estás haciendo? ¡Juntémonos!’. Yo hacía preparados para mis amigos, así que le hice una crema de caléndula y se la llevé. No lo podía creer y me dijo: ‘¡Tenemos que hacer algo con esto!’. Desde hace dos años no paramos”. Al comienzo, el mecanismo de elaboración fue más artesanal, pero de a poco lograron ser la segunda marca nacional de productos netamente orgánicos en conseguir la aprobación por la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (ANMAT); además, de contar con el aval de “Cosmética Certificada”, según la Organización Internacional Agropecuaria (OIA).

 

Sin embargo, llevar adelante este emprendimiento no fue tarea fácil; según Candelaria, necesitaron de mucha investigación, y todo fue a prueba y error. “Nos quisimos meter en un lugar en el que no había mucho antecedente. En todo fue un abrir camino”, afirmó. Generalmente, los productos son a base de materia prima muerta, por lo que no reaccionan siempre igual. “Usamos aceites vegetales con certificación orgánica: aceite de nuez pecán de Entre Ríos, jojoba de La Rioja, rosa mosqueta de Chubut, cera de abeja del Impenetrable Chaco”, añadió.

“Creo que siendo niñas, las dos estuvimos muy conectadas con la naturaleza y nos sentíamos identificadas con ella. Y claramente mis experiencias en el Lago Quillén (Neuquén), tanto como las de Lu en sus pagos correntinos, son determinantes en nuestra elección actual. Son muchísimos los recuerdos acumulados: juntando hongos, cosechando manzanas, frambuesas, los dulces o el Río Paraná y sus atardeceres”, recordó Candelaria. Y agregó: “Estamos convencidas de que la naturaleza es la indicada para acompañar los distintos procesos porque somos parte de ella”.

Los productos tienen una combinación de aromas muy armoniosa, huelen a tierra y a flores. “Los aceites vegetales son tan puros que traen un olor muy característico; con el aroma de los aceites esenciales hacen un complemento que nos remite mucho a la calma de estar en medio de un gran bosque”, describió.

En tanto, la principal diferencia de Al Bosque con los productos de la industria cosmética tradicional son los químicos. “Al igual que puede pasar con los fármacos o con los alimentos, eso que vos consumís genera una reacción, porque el cuerpo no lo reconoce como propio. Esto puede hacer que la piel parezca más hidratada o que tiene menos arrugas, pero no porque realmente esté nutrida”, indicó. En cambio, con la cosmética orgánica natural, la piel reconoce lo que es parte de ella, “porque somos parte de la naturaleza y esa naturaleza se absorbe”, explicó.

Para conseguir la inversión necesaria para lanzarse al público, las dueñas aplicaron al Fondo Semilla del Club de Emprendedores de Vicente López por un préstamo de $200.000 que les servía para arrancar. “Estuvimos tres meses trabajando para aplicar; un mes antes teníamos todo listo: los proveedores, el laboratorio, los diseños, la imprenta y la certificadora; solo nos faltaba pagar todo, pero ya habíamos engranado todo al sistema. Pensamos: ‘sale o sale’, y salió”, expresó Lussich.

“Para conseguir el laboratorio nos volvimos locas; llamamos a tres millones de lugares y alguien finalmente nos dio el contacto”, contó Catalina.

No obstante, el desafío que encararon las fundadoras fue llevar lo artesanal a la formalidad y que el producto esté en cualquier góndola.

 

“Nos entregaron nuestros productos un 23 de noviembre y el 24 ya estábamos participando de una feria importante que nos dio mucha visibilidad y nos metió en una vorágine que duró varios meses. Me acuerdo que en la feria agarrábamos nuestras cremas, abríamos las cajas, mirábamos el packaging, nos poníamos las que estaban para testear como si fuera un producto totalmente novedoso para nosotras; no podíamos creer que eso era nuestro, que era el resultado de un largo camino. Así pasaron los meses armando pedidos, conociendo a nuevos clientes, explicando las propiedades de los preparados”, subrayó la cofundadora.

El amor por la belleza que sienten estas jóvenes emprendedoras tiene que ver con una fascinación por lo natural. “Nos conmueve mucho la perfección de la naturaleza y su belleza. La asociamos mucho al bienestar. La gente, cuando quiere descansar, se va a un lugar verde y más sano. Creo que es eso: las dos honramos mucho la vida y la naturaleza”, concluyó.

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