esde el punto de vista histórico, los animales domésticos han cumplido con funciones importantes en la dinámica de los agroecosistemas campesinos: utilizan como forraje la energía captada en las áreas no aptas para la agricultura, y aprovechan la de los subproductos agrícolas y los desechos caseros; aportan alimentos para la familia, fuerza de tracción en las labores agrícolas, así como materias primas para las actividades artesanales, recolectan y concentran los minerales que sirven de abono a los cultivos; aumentan la productividad de la fuerza de trabajo y permiten valorizar el trabajo de mujeres, niños y ancianos, que en la mayoría de los casos no tendrían otra opción de empleo. Los animales no sólo satisfacen las necesidades directas de la familia, la venta de becerros, cerdos, borregos o aves, permiten hacer frente a necesidades eventuales; la producción de leche y huevos genera un ingreso relativamente constante; y quien tiene animales de trabajo puede prestar servicio a otros campesinos.
En América Latina, el guajolote, el xoloitzcuintli (perro sin pelo), las abejas, la llama, la alpaca, el cuy y la chinchilla, han cumplido funciones económicas y sociales importantes desde la época precolombina, para cuya domesticación y manejo el hombre americano generó una tecnología pecuaria específica. En cambio, las vacas, caballos, mulas, asnos, cabras, borregos, cerdos, gansos, gallinas y conejos son originarios de otras partes del mundo, y su “reciente” introducción a América por los españoles se refleja en su imperfecta adaptación a los sistemas campesinos de producción. Ejemplo de ello son los sistemas de producción bovina, ovina y caprina bajo pastoreo de diferentes sociedades latinoamericanas que, a pesar de sus importantes funciones, presentan bajos índices de producción y productividad, cuyas consecuencias en regiones tropicales, subtropicales, templadas y semiáridas son la expansión de los pastizales a costa de las áreas de bosques y selvas, el sobrepastoreo y la erosión. Ello ha conducido a una discusión sobre la pertinencia de las estrategias de desarrollo a seguir para transformar la ganadería extensiva en intensiva, que permita conciliar el mejoramiento de los sistemas productivos presentes y la conservación de los recursos naturales, obtener mayor eficiencia biológica, económica y de autoabastecimiento en producción de carne, leche, lana y subproductos de origen animal, así como favorecer la equidad de los beneficios entre los productores.
Los agroecosistemas tradicionales de los países en desarrollo se basan en calendarios agrícolas complejos, prácticas agrícolas polifuncionales, obras para el manejo y conservación del agua y suelo, medios de trabajo primitivos, materias primas locales, y alta inversión de fuerza de trabajo. En este contexto, la cría de animales combinada con actividades agrícolas y forestales en arreglos espaciales o en secuencias temporales no es reciente, campesinos de todo el mundo la han practicado desde tiempos inmemoriables, y, desde la perspectiva pecuaria, actualmente se les conoce como sistemas agrosilvopastoriles. Estos agroecosistemas se ajustan de manera adecuada a las condiciones naturales, económicas, sociales y culturales de las unidades familiares campesinas, estrategia que les ha permitido reproducirse socialmente y permanecer hasta nuestros días, por lo que ofrecen una alternativa sostenible con bajo uso de insumos externos para aumentar los niveles de producción animal.
Sin embargo, paradójicamente existen factores como el acelerado crecimiento de la población humana, la demanda de nuevas tierras, el agotamiento de la frontera agrícola, la irregularidad de los factores climáticos, las recurrentes crisis económicas, las desfavorables relaciones mercantiles, y la baja productividad de la fuerza de trabajo, que conducen a una excesiva presión de uso de los recursos que redunda en la baja productividad y deterioro de los agroecosistemas, a la par que las condiciones de vida de los campesinos. Es por ello que en la búsqueda de alternativas para mejorar la producción animal de pequeña escala con un enfoque tecnológico de bajo uso de insumos externos, actualmente se está revalorando el conocimiento indígena respecto a las estrategias de uso de los recursos regionales, particularmente sobre la utilización de especies leñosas forrajeras. La comprensión del conocimiento indígena favorece la comunicación entre los profesionales del desarrollo y las comunidades campesinas, incrementa las posibilidades de adopción de tecnologías, debido a que toma en cuenta el punto de vista del productor, y es complementario al conocimiento científico disponible.
En América Latina, diversas investigaciones muestran la eficiencia biológica, ecológica y económica que puede lograrse en la producción de carne, leche y lana al fomentar el uso de árboles y arbustos forrajeros en arreglos agronómicos (en cercos vivos, árboles dispersos en potreros y bancos de proteína, entre otros). Destacan: el aporte de múltiples productos y/o servicios como forraje, sombra, leña, madera, productos medicinales, comestibles y abonos, entre otros, que contribuye a disminuir la presión sobre las áreas forestales; el contenido de proteína del follaje de árboles y arbustos forrajeros generalmente duplica al de los pastos, principalmente en regiones tropicales; la mayoría de las especies leguminosas forrajeras que son importantes fijadoras de nitrógeno y su uso redunda en el mejoramiento de los sistemas agrosilvopastoriles y en la conservación de los recursos naturales; los árboles que en época de estrés climático producen cantidades importantes de forraje, lo que permite a los campesinos afrontar la escasez de pastos en los agostaderos; numerosas especies de árboles, especialmente las leguminosas, que son tolerantes a la poda, producen importantes cantidades de biomasa comestible y son de fácil manejo agronómico; la asociación de árboles con cultivos anuales o pasturas y animales incrementa el uso espacial, promueven una mejor cobertura vegetal para proteger el suelo de la erosión, contribuyen a que las plantas presenten un sistema radicular más profundo y prolífero para mejorar el reciclaje de nutrimentos, mantienen la humedad y estabilizan la fertilidad de los suelos, lo que favorece las condiciones microclimáticas para el desarrollo de los cultivos (Sánchez y Rosales, 1999). Una buena integración de los principios de la producción agroforestal y animal conduciría al desarrollo de sistemas agrosilvopastoriles eficientes.
Estrategia: El sistema agrosilvopastoril de producción ovina de los indígenas tzotziles, en las montañas templadas de la región de Los Altos de Chiapas, México, tiene gran similitud con la descripción anterior. La característica principal de este agroecosistema es el uso integral y diversificado de los recursos, siendo la unidad de producción familiar y la organización parental la base de dicha sociedad. Los puntos críticos de la sostenibilidad del sistema y las necesidades sentidas de las pastoras fueron presentados previamente por Nahed et al. (2001)
En la región, la zona borreguera (ZB) está integrada por dos subzonas. Las pastoras de la subzona Chamula orientan su producción al autoconsumo, en tanto que las de la subzona San Cristóbal la orientan al mercado y al autoconsumo. De los siete municipios que integran la ZB, el de Chamula sobresale respecto a los otros por el elevado número de unidades de producción ovinocultoras (4.963), y por albergar una población ovina (54.708 cabezas) extremadamente alta. Esto se debe a la importancia sociocultural que la ovinocultura tiene para los indígenas chamulas. En los otros seis municipios que integran la ZB, se puede juzgar que la ovinocultura también constituye una actividad económica importante considerando a la población ovina, muy superior a la de los municipios que forman parte de dicha zona. El municipio de Huixtán sobresale, además, por su mayor población de bovinos (6.218 cabezas) y cerdos (4.920 cabezas), que llegan a rebasar a la población ovina (4.213). En cuanto a población equina, los municipios de Teopisca (2.096), Larrainzar (2.351) y Chenalhó (2.133) son los sobresalientes.
Cuatro de los municipios que no se incluyeron en la ZB (Amatenango, Tenejapa, Chanal y Mitontic) cuentan con un clima propicio para la producción ovina; sin embargo, el número de ovinos en ellos es bajo. Esto se relaciona con un aspecto cultural, ya que tres de estos municipios están habitados por el grupo indígena Tzeltal, cuya vestimenta tradicional es elaborada principalmente con telas de algodón, estambres e hilazas industriales, y utilizan en muy baja proporción la fibra de lana de los ovinos. Los municipios de Chalchihuitán, Oxchuc y Pantelhó tienen un clima poco favorable para el desarrollo de la ovinocultura, y por ello un número muy bajo de ovinos.
En los municipios que no se incluyeron dentro de la ZB, la cría de bovinos, equinos y cerdos tienen mayor importancia económica. Entre ellos sobresalen los municipios de Pantelhó por su población bovina (3.289) y Chalchihuitán por la de cerdos (3.048). Por su parte Pantelhó (1.435) y Chanal (1.329) cuentan con la mayor población de equinos, que aportan ingresos económicos y satisfacen necesidades diversas de las unidades productivas.
En lo que se refiere a comercialización, actualmente sobresale el desarrollo de un mercado regional de ovinos para carne (para elaborar ‘barbacoa’, que es un platillo típico mexicano), así como el aumento del mercado de artesanías de textiles, impulsado por el turismo nacional e internacional. Sin embargo, los beneficiarios de este desarrollo mercantil no son las pastoras sino los intermediarios que pagan por el producto entre una quinta o una décima parte del precio que paga el consumidor final, de forma que el margen neto de ganancia que las pastoras obtienen es muy bajo. Esta falta de equidad en el contexto del desarrollo sostenible, contribuye a que la reinversión económica al sistema de producción ovina y al sistema de producción de textiles sea incipiente, lo cual restringe las posibilidades de desarrollo técnico, aun en el mismo contexto sociocultural en que se desarrolla la producción.
A pesar de estas relaciones de intercambio tan desfavorables, la producción ovina y la elaboración de textiles tienen gran importancia en el ingreso total familiar, el cual se emplea para la compra de alimentos, ropa, así como para cubrir los costos del tratamiento de enfermedades de la familia. Además, ambas actividades productivas subsidian en buena medida a la producción agrícola a través de la compra de fertilizantes, insecticidas y herbicidas, como parte de la estrategia de reproducción de las unidades de producción ovinocultoras, y muestran la importante contribución que tiene la mujer.
Escenario alternativo: El mejoramiento de la productividad del trabajo, y en general el desarrollo sostenible del sistema de producción ovina y el de textiles podría lograrse mediante la organización, la gestión y la capacitación de las pastoras y las artesanas. Ello requiere de un enfoque de trabajo orientado a generar tecnologías adecuadas a las condiciones de los campesinos y que, al mismo tiempo, reduzca las limitaciones para su adopción, partiendo de las tecnologías exitosas y formas de organización ya existentes en las unidades de producción. En consecuencia, se presenta la necesidad ineludible de fomentar una mayor participación de los productores en todas las fases del proceso de investigación y generación de tecnología.
En relación al problema de la escasez de forraje, el cercado de los pastizales permite controlar el pastoreo, favorece el crecimiento de las especies deseables (leguminosas) existentes en el pastizal, mejora la eficiencia fotosintética y la productividad del pastizal. Bajo condiciones de exclusión, la fertilización de los pastizales con dosis bajas (50 kg N ha-1 año) y dos aplicaciones al año (al comienzo y al finalizar la época de lluvias), mejora el contenido de proteína del forraje y la productividad al mejorar la cobertura del pastizal. Las especies Dalea (Dalea leporina) y “Napush” (Brassica campestris) son arvenses forrajeras de uso relativamente común por las pastoras para alimentar a los ovinos, y podrían ser cultivadas en las pequeñas áreas húmedas de fondo de ladera, para utilizarse como forrajeras de corte. El simple molido de los residuos de cosecha mejora el consumo y el aporte total de nutrientes para los animales. Las pastoras utilizan eventualmente el follaje de especies leñosas para alimentar a sus animales; sin embargo, su uso sistemático requiere de la reproducción vegetativa de especies como Montanoa leucantha subsp. arborescens, Erythrina chiapasana y Buddleia skutchii para ser establecidas en bancos de proteína, cercas vivas, así como para restaurar áreas degradadas.
Estamos conscientes de que a través del mejoramiento de la alimentación y de las condiciones sanitarias se mejoraría la producción de lana, el crecimiento y el estado físico de los ovinos; sin embargo, la selección de animales con alto potencial productivo, la reducción de la consanguinidad y el control del empadre podrían mejorar aún más la capacidad productiva de éstos.
El impulso de organizaciones de productores para la elaboración y comercialización de textiles de lana y barbacoa son dos alternativas poco exploradas hasta ahora y pueden reducir el intermediarismo. Las organizaciones deben gestionar programas de capacitación para el mejoramiento de las técnicas y los medios de producción, que permitan intensificar la producción de manera sostenible. El objetivo final es, además, que el productor aplique sus conocimientos empíricos y aprenda procedimientos y técnicas nuevas que aumenten su eficiencia productiva.
Es necesario no perder de vista que cada vez es más difícil esperar que la agricultura, por sí sola, pueda resolver la compleja problemática económica y social que se vive en las comunidades indígenas de los países en desarrollo. En este sentido, es importante que las estrategias de desarrollo comunitario y regional consideren alternativas de empleo no agrícolas, como las artesanales y de servicios, que podrían ser desarrolladas por grupos organizados de productoras y productores.
Leisa Revista de agroecología