La Pinocha: pasión por el chocolate desde Mar de las Pampas a Buenos Aires

La historia de La Pinocha se remonta a 1995, cuando dos familias concentraron sus energías para llevar adelante un proyecto en común: hacer chocolates en el medio del bosque y cerca del mar. El lugar elegido para su desarrollo fue Mar de las Pampas.

La tranquilidad absoluta de aquella época inspiró a los emprendedores a construir en ese pequeño paraíso una casa de chocolates. Con ese objetivo, se instruyeron a través de cursos en Buenos Aires y en el Sur, para experimentar la elaboración del chocolate artesanal típico de esa región.

Mar de las Pampas era en ese entonces un bosque con solo algunas casitas de verano y un camino por donde transitaban los que iban al faro o a las playas más alejadas. La soledad del lugar, el olor penetrante de los pinos, eucaliptos y las acacias, sumado al suelo tapizado de pinochas, fueron el escenario perfecto para animar a los fundadores a transformar las viejas recetas en otras mucho más innovadoras sin perder la esencia. Los productos gustaron y los que los conocieron en aquel tiempo los fueron recomendando.

De esa forma, La Pinocha –que es la hoja del pino seca– se terminaría convirtiendo en lo que es hoy: una referencia dulce no solo en Mar de las Pampas, sino en toda la costa atlántica.

Con el tiempo, el rumor de que en Mar de las Pampas había una casa de chocolates imperdible se fue esparciendo; así, la firma fue creciendo y abriendo sucursales en varios puntos del país sin perder su naturaleza única, para finalmente desembarcar en la Ciudad de Buenos Aires.

“Todos nuestros productos se siguen realizando en forma artesanal, con un libro de recetas propio que incluye entre sus ingredientes el mismo amor y dedicación con la que nos iniciamos en este emprendimiento”, comentaron los dueños.

Hoy por hoy, las sucursales en la ciudad porteña son: Palermo –hay dos–, Tribunales, Colegiales, Microcentro y Villa Urquiza. En tanto, en zona norte se encuentran en Olivos y próximamente en Turdera.

La firma ofrece más de 60 variedades de chocolates, donde se destacan el marroc, milhojas –chocolate blanco y dulce de leche–, las variedades con cereales, cerezas, crema de coco o frutilla, pasando por el clásico dulce de leche hasta el más excéntrico y original, que lleva pimienta de Jamaica.

Sin embargo, al llegar a la Capital, notaron el gusto porteño por el chocolate amargo. Así fue que decidieron lanzar su más reciente variedad de chocolate premium, de origen belga con 80% de cacao. A la oferta se suman también unos riquísimos alfajores artesanales y tortas, y la muy especial línea sin azúcar, apta para diabéticos. Todos los chocolates se venden por peso. Como toda chocolatería, una visita al local significa una dulce experiencia.

“Desde que abrimos en Buenos Aires, notamos que mucha gente nos conocía de Mar de las Pampas. Creemos que haber crecido a la par de ese balneario nos permitió consolidarnos como marca”, aseguraron los emprendedores. Y agregaron: “Hay un vínculo muy fuerte entre nuestro chocolate y nuestro lugar de origen; por eso nunca nos industrializamos. Que el producto sea artesanal en todos nuestras sucursales es la mejor manera que encontramos de llevarle a nuestros clientes un poquito del mar y el bosque que nos inspiró”.