niol Serrasolses, catalán y campeón mundial de kayak, se instala todos los años en la Araucanía, a orillas del lago Villarrica, en Chile, para saltar cascadas imposibles. En estas aguas se tornó kayakista profesional.
La corta distancia entre los cerros y el mar crea saltos de agua abruptos; la cantidad y cercanía de glaciares hace que los ríos sean muy limpios y puros. Lo cierto es que la región de la Araucanía, conocida por su histórica resistencia mapuche, ubicada poco más de 700 kilómetros al sur de Santiago, entre Neuquén y el Pacífico, es un oasis acuífero dentro de un país cada vez más desertificado.
A quince kilómetros de Pucón, en dirección al lago Caburga, se puede bajar en rafting por el río Trancura, que es ultra transparente, rodeado por bosques húmedos fríos y apariciones fantásticas del volcán Villarrica. El Trancura bajo tiene saltos fáciles y es perfecto para ir con chicos, mientras que el Trancura alto aporta una dosis mayor de adrenalina.
Para contemplar el agua sin mojarse, hay que visitar Los Ojos del Caburga, veinte kilómetros al este de Pucón. Se trata de unos pozos de agua turquesa que nacen de un desagüe subterráneo del lago Caburga, con varias cascadas que alcanzan hasta los veinte metros y pasarelas de madera para recorrerlas.
Las machis, chamanes del pueblo mapuche, van hasta las orillas del salto Truful Truful, en el Parque Nacional Conguillío, a buscar matico, zarzaparrilla, quintral de maqui y otras plantas medicinales. Carlos Toledo, guía y socio de Namku Adventure, cuenta que según la cosmovisión mapuche el torrente cristalino del río viene cargado de minerales volcánicos, producto de los desagües subterráneos de los lagos, y al caer con tanta fuerza libera energía. Las plantas, al absorber su energía y sus minerales, tienen un alto poder de curación, por eso las machis de la región van allí a buscar esta medicina única.
En las distintas capas de roca que conforman la pared del cañadón del río, de casi cien metros de alto, pueden distinguirse –con la ayuda acertada de un cartel explicativo– los trece mil años de actividad del Llaima, el volcán que está en el corazón del parque, que para la mitología mapuche está asociado a lo maligno, así como el Villarrica es el volcán bueno. Muy activo e inestable, con dos cráteres y una pequeña fumarola constante, el Llaima hizo su última erupción en 2008 y las cenizas llegaron hasta Neuquén.
El Parque Nacional Conguillío, con sus rocas, líquenes, saltos, ríos, lagunas, ñires, coihues, araucarias y nieves eternas, preserva un aire prehistórico. El suelo negro carbón contrasta con el blanco de la nieve que, al ir derritiéndose, forma diseños curvos minimalistas. La vista se reparte entre ese paisaje marmolado, el cielo saturado de azul, los tonos verdes de cada grupo de árboles, los lagos y las cimas nevadas de volcanes.
La caballeriza de Uta, una alemana con años en Chile, está justo después de salir del túnel Las Raíces, un túnel ferroviario de una sola mano y de casi cinco kilómetros que fue construido a pico y pala entre 1930 y 1940. El mismo une los pueblos de Malalcahuello y Lonquimay.
El paisaje cobra un nuevo significado cuando se sabe qué es qué. El coihue, que nunca pierde sus hojas, puede vivir unos 600 años, y la araucaria más de mil. Sin embargo, en los últimos años, la araucaria chilena, una de las especies más antiguas del planeta, comenzó a enfermar. Aunque todavía se desconoce la causa exacta, todo apunta al cambio climático y la falta de agua, que favorece la aparición de hongos.
En tanto, la fábrica de cerveza Lonquimay es el primer lodge y spa cervecero de Chile. A Boris Mardel, su creador, le llevó seis años construir el caserón de madera. Una gran barra da la bienvenida al salón comedor. Hay ventanales que dan a las montañas, cómodos asientos hechos con toneles y cobertores de pieles.