a reina del otoño ayuda a combatir el frío, aunque está empezando a formar parte de platos más veraniegos y lleva toda la vida endulzándonos en el cabello de ángel. Este superalimento originario de Guatemala y México, llegó a Europa en los primeros navíos que volvieron de América. Parientes cercanas del melón y el calabacín, los grandes productores son China, India, Ucrania, Estados Unidos y Egipto.
Esta hortaliza aporta una gran cantidad de vitaminas, especialmente provitamina A, pero también antioxidantes como la C y la E. Contiene licopeno, el pigmento antioxidante que se encuentra en el tomate, y minerales como potasio, fósforo, magnesio, hierro y zinc. Todo esto, con un aporte calórico muy bajo y gran cantidad de agua. Su composición la convierte en una compañera perfecta a lo largo de la vida. Muy recomendable durante el embarazo y la lactancia, contribuye al buen estado de huesos, piel y dientes en el crecimiento y la etapa adulta.
Entre los beneficios de la calabaza hallamos su importancia para cuidar el sistema urinario, protegiéndonos contra cistitis, cálculos renales, retención de líquidos e insuficiencia. También ayuda al sistema cardiovascular manteniendo a raya el colesterol y la anemia, así como la tensión. Nos ayuda a lidiar con catarros, gripe y otras infecciones, protegiendo el sistema digestivo de gastritis, úlceras, estreñimiento y parásitos. Intercede positivamente en enfermedades metabólicas como la diabetes, el exceso de ácido úrico o la obesidad. De hecho, puede ayudarte a adelgazar.
Además, es beneficiosa para las vías respiratorias previniendo faringitis, laringitis y bronquitis; también ayuda con la salud ocular y es muy buena combatiendo las patologías relacionadas con la próstata o la infertilidad masculina. Por si fuera poco, la calabaza también incide en nuestro sistema nervioso y nos ayuda a calmar la ansiedad, controlar el estrés, tratar la depresión o acabar con el insomnio.
El valor nutricional de la calabaza por 100 gramos en el siguiente según la Fundación Española de Nutrición (FEN):
Las calabazas comestibles que podemos encontrar fácilmente, se dividen en dos grandes grupos: las calabazas de verano (con piel más fina y semillas blandas, menos tiempo de conservación) y las calabazas de invierno (más dulces, pero más secas, con piel gruesa que contribuye a una conservación más larga). entre el primer grupo destacan:
La versatilidad de la calabaza la convierte en un ingrediente perfecto para numerosas preparaciones. De las más típicas como la crema, el puré o la sopa, a otras menos conocidas, pero no por ello menos sabrosas. Dulce o salado, platos o postres, lo importante es que la pereza no te venza a la hora de pelarla porque es mucho más fácil de lo que parece. Lo ideal es cortarla en rodajas de unos 3 o 4 centímetros para quitarles la piel por fuera y las pepitas. Nos lleva algo más de tiempo, pero conserva más sabor y propiedades que la que podemos comprar pelada.
A partir de ahí, como hemos visto, algunos tipos se pueden comer crudas, pero también cocidas, al horno, rehogadas o fritas en forma de chips. Entre un recetario muy jugoso, destacamos la preparación de la calabaza rellena, un entrante fácil y muy saludable; la calabaza gratinada con parmesano y albahaca; la crema de calabaza más fácil y rápida, o este brazo de gitano de calabaza y queso crema.
Pero, ojo, las calabazas guardan un secreto en su interior: sus pipas, un fruto seco con grasa que te ayuda a adelgazar. Su perfil nutricional es aún mejor que el de la pulpa: es rico en grasas saludables con gran poder saciante y mucha fibra. De color verde oliva, tienen un sabor dulce y textura untuosa. Son una bomba de minerales, vitaminas, antioxidantes y aminoácidos esenciales, perfilándose como un snack ideal para tomar a todas horas.
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