El garbanzo, es una leguminosa que lleva cultivándose hace miles de años en todo el mediterráneo y parte de Asia, y ha tenido una enorme importancia en la alimentación humana por su cultivo sencillo, su resistencia a la sequía y su riqueza en nutrientes.
De color marrón clarito y piel bastante rugosa, tiene forma redonda con un pequeño pico. Al igual que las lentejas y otras legumbres, debe cocerse para su consumo, aunque también puede consumirse en forma de harina.
En cuanto a su valor nutritivo, por cada 100 gramos contiene 20 de proteínas y 50 de hidratos. Además, tiene fibra y grasas no saturadas, por lo que no aporta colesterol y también protege de sus efectos adversos.
Las proteínas que aporta, como en el resto de las legumbres habituales, no son completas, pero combinado con cereales como el arroz se convierte en un plato completo que cubre todas las necesidades en este sentido. También contiene vitaminas del grupo B y minerales como fósforo, calcio, zinc, hierro, potasio y magnesio.
El garbanzo es muy energético, pero al tener poca grasa, fibra y ser bajo en sodio es un alimento ideal para los niños.
La soja es una semilla de la leguminosas que ha sido cultivada desde hace miles de años en Oriente, especialmente en China, donde se consideraba un alimento básico en el 3.000 antes de Cristo y de donde es originaria.
Su utilización se ha hecho habitual como base de la alimentación del ganado y para usos industriales, pero también se ha introducido en nuestra alimentación directamente o como ingrediente de muchos productos preparados.
Su contenido en proteínas y la calidad de estas es enorme: de cada 100 gramos tiene 40 de proteínas, siendo estas casi tan completas como las de la carne. Además, tiene un contenido de unos 20 gramos de grasas vegetales saludables, y la fibra e hidratos restantes la convierten en un alimento equilibrado, digestivo y rico en energía.
También, tiene vitaminas A, E, F y grupo B (tianina, riboflavina y niacina) y gran cantidad de minerales como fósforo, calcio, magnesio, hierro y cobre. Es extraordinaria en el control del colesterol pues además de aportar grasas vegetales "buenas"; es muy rica en lecitina, que lo emulsiona.
A pesar de ser una legumbre excepcional, la soja tiene algunos puntos en su contra, comenzando por el sabor, que puede resultar extraño para quienes no están habituados a ella, ya que es sosa, aunque eso también la hace ideal para utilizarla en muchas preparaciones y preparaciones diferentes, pues al ser neutral asimila perfectamente otros sabores.
Entre las diversas formas de presentaciones que podemos encontrar la soja se encuentran: harina, habas, tofu, tempeh, bebidas endulzadas y yogures, además de la deliciosa salsa soja típica de la cocina oriental, que nos ayuda mucho en la cocina para darle sabor a una amplia gama de platillos.
Existen bebidas de soja que se conocen como "leche", mas no son substitutos de la leche animal y por supuesto, no lo son de la leche humana ni de los preparados de leche artificial para bebés. Los lactantes que tomen exclusivamente bebida de soja no suplementada pueden padecer raquitismo y anemia ferropénica, y en el caso de los niños mayores de un año, su uso en lugar de la leche de vaca debe ser supervisado por el pediatra.
Otro punto que tiene la soja en contra, es que es muy alergénica, especialmente en la infancia, por lo que aunque puede ofrecerse desde los seis meses, su uso en niños debe hacerse con precaución y vigilando bien las reacciones que ellos puedan tener al consumirla.
Al igual que las lentejas, el garbanzo y la soja son dos legumbres que podemos introducir en la alimentación infantil desde los seis meses de edad del bebé, aunque la presentación será diferente para cada uno de ellos.
Cuando decidamos introducirlo en la dieta del bebé, habremos de hacerlo con precaución, pues por un lado los garbanzos podrían no ser bien tolerados, haciendo que se muestren flatulencias o molestias digestivas, por lo que habríamos de esperar unas semanas y volver a probar.
En el caso de la soja, como lo mencionábamos al hablar de ella, es un alimento muy alergénico, por lo que deberemos introducirlo con precaución, vigilando la reacción que tengan los niños ante ella.
Ambas legumbres nunca deben ofrecerse crudas, pues recordemos que este tipo de legumbres requieren una cocción prolongada para destruir los factores antinutricionales que poseen: componentes que el organismo no pueden digerir o que incluso resultan tóxicos.
El garbanzo, puede ofrecerse a partir de los seis meses triturado, chafado, o en papilla, y entero o cortado en pedacitos cuando el bebé comience a practicar el agarre de pinza, alrededor de los diez meses.
Si elegimos darlo en forma de papilla o puré, podemos añadir un chorrito de aceite de oliva, pero nunca sal, solo hasta después del año. Si por otro lado, deseamos seguir el método blw, podemos ofrecerlo de modo que sea fácil de tomar por el bebé, como en albóndigas o croquetas.
En el caso de la soja, puede introducirse en forma de yogur a partir de los 9-10 meses y en pequeñas cantidades siguiendo el calendario de introducción de alimentos de la AEP, con o sin fruta (siendo ambos previamente aceptados por el bebé de forma individual), eligiendo aquellos que sean enriquecidos con calcio.
También, podemos ofrecer al bebé tofu en trocitos pequeños y bien cocidos, para que los puedan masticar con facilidad. La salsa de soja debe esperar hasta que el bebé cumpla un año, por la cantidad de sal que contiene.
Ya que los niños sean mayores y hayan aceptado bien ambas legumbres, podemos comenzar a ofrecerlas combinadas con otros alimentos en una amplia variedad de recetas como las siguientes:
Bebes y más