onsumir menos carne en favor de la potenciación de proteínas alternativas basadas en vegetales, productos del mar e insectos. La recomendación está recogida en la estrategia De la granja a la mesa, presentada la semana pasada en Bruselas como uno de los pilares fundamentales del Green Deal que impulsa la presidenta de la Comisión, la alemana Úrsula Van der Leyen. Más allá de la propuesta, que ha caído como un jarro de agua fría sobre el sector ganadero gallego, la realidad es que la industria agroalimentaria global está invirtiendo cada vez más en la búsqueda de proteínas alternativas. La tendencia no es ajena a los fondos de inversión que han visto en este campo una gran oportunidad. El paladar de este tipo de inversores no solo es seducido por nuevas tendencias de consumo enfocadas al fomento de dietas vegetarianas, veganas o flexitarianas, también por las estimaciones de crecimiento de la población mundial que hablan de que en el 2050 haya más de 9 billones de personas en el planeta, lo que complica el abastecimiento de alimentos recurriendo únicamente a un modelo de producción de carne tradicional que respete los principios de sostenibilidad y bienestar animal.
El último informe de AgFunder Agri-FoodTech Investing Report 2019 da el dato de que las startups de foodtech o agtech recaudaron el año pasado 19.800 millones de dólares en fondos de inversión de riesgo con la formalización de 1.858 acuerdos. Además, aquellas enmarcadas en el capítulo de Alimento innovador doblaron la financiación obtenida con respecto al 2018.«La mayor parte de la financiación recae en la producción de proteínas que simulan la carne, huevo o lácteos a partir de proteínas vegetales. Sin embargo, la producción de proteínas a partir de organismos unicelulares (microalgas, levaduras y hongos) y la llamada carne cultivada atraen la atención de los fondos de inversión», explica la investigadora del de I+D+i del Centro Nacional de Tecnología y Seguridad Alimentaria (CNTA) Sandra González. Con todo, dice que a pesar del gran crecimiento que se ha observado en los últimos años, «la industria de las proteínas alternativas está en sus primeros días y se necesita más capital y recursos para alcanzar volúmenes de producción y distribución relevantes».
Lo que está claro es que el incremento de la demanda es el aroma que atrae capital hacia una industria que, por el momento, tiene el hándicap de conseguir cumplir con una serie de requisitos que permitan lograr crear la proteína perfecta. ¿Cuál es? Sandra González da la respuesta:«Ha de resultar sostenible, con una calidad proteica elevada, saludable, sabrosa, accesible y suficiente para abastecer la creciente demanda mundial».
Ahora mismo la industria está inmersa en una carrera por lograrla. Los caminos para alcanzarla son de lo más variados. Entre las más novedosas están la carne cultivada in vitro o la obtención de proteínas a través de la fermentación de organismos unicelulares. Desde hongos o levaduras hasta las microalgas. Pero también mediante la aplicación, como apunta la investigadora del CNTA, «de novedosas tecnologías de extrusión o bioimpresión 3D que permiten crear alimentos en base a proteínas alternativas que simulan a la carne en su apariencia y textura». En España hay compañías que empiezan a trabajar en ese terreno.«Aunque todavía es pronto para hablar en términos cuantitativos en este sector de las proteínas alternativas a la carne -explica Sandra González- , podemos afirmar que en España han surgido proyectos muy interesantes que están impactando en el mercado». Uno de los que ha tenido mayor relevancia últimamente, como comenta. Es el de la startup catalana Foods for Tomorrow, con su marca Heura, que fabrica pollo y ternera vegetal. La compañía, de hecho, cuenta con presencia en los lineales de distintas empresas de distribución tanto en España como fuera del país. Además fue elegida por Mercadona para forma parte de su aceleradora Lanzadera.
Otra de las que ha dado el salto a este campo es Sanygran, que ofrece dos líneas de productos: Legumeat (legumbres y cereales extrusionadas) y Fleximeat (combinando proteínas vegetales y animales dentro del concepto flexitariano).Un tercer ejemplo sería la empresa guipuzcoana Biotech Foods, que produce carne cultivada (aquella que proviene de procesos de cultivo celular in vitro) bajo la marca Ethicameat. Pero también está Novameat, que fabrica bistecs de carne vegetal con tecnología 3D.
De todas formas, la investigadora de I+D+i del Centro Nacional de Tecnología y Seguridad Alimentaria (CNTA) Sandra González, apunta que «las necesidades nutricionales de una población mundial en crecimiento, hacen prever la coexistencia de la industria cárnica y las diferentes industrias de proteínas alternativas, lo que abre grandes oportunidades para las sinergias entre ambas». En este sentido, apunta que un reciente estudio del Foro Económico Mundial (World Economic Forum) estima que es poco probable que las proteínas alternativas alcancen niveles de producción y distribución relevantes a menos que se haga uso de la experiencia en producción y comercialización del sector de las proteínas tradicionales. Pero más allá de todos estos avances, lo que quiere dejar claro Sandra González es que «la promoción de este tipo de proteínas alternativas no impide la convivencia con la carne de animales».
La cuestión es que el objetivo de Bruselas es que el modelo de producción de carne que exista camine hacia una fórmula alejada de la producción intensiva que favorezca el bienestar animal. Ahí Galicia juega con ventaja, aunque en estos momentos los productores de carne en extensivo no cuenten con el favor de los mercados debido a los bajos precios que reciben por sus productos. Desde la Asociación de Criadores de Raza Rubia Galega (Acruga) destacan precisamente que sus granjas «son explotacións en extensivo, que buscan o aproveitamento do terreo adaptándose ao espacio onde se atopan mediante o pastoreo». Porque, al igual que las granjas de Ternera Gallega Suprema, suelen ser ganaderías familiares que, en el caso de la raza rubia, «teñen unha grande capacidade de adaptación a medios adversos que contribuen directamente o mantemento da paisaxe potenciando a biodiversidade e sendo fundamentais na prevención de incendios» sobretodo en zonas de montaña. Su modelo es de manejo tradicional.
La proteína vegetal, sobre todo la de soja, es la alternativa a la carne más utilizada. Llevamos años viéndola en productos que están ya consolidados en los lineales de los supermercados como el tofú o el tempeh. Pero hay más: «La proteína de guisante, es junto con la soja, otra de las más conocidas y ampliamente utilizadas. Legumbres como las lentejas, garbanzos o las alubias, tanto en forma original como sus extractos proteicos, y cereales como el trigo, el arroz, la quinoa o el cáñamo completan esta amplia paleta de proteínas de origen vegetal», explica la investigadora. Pero bien es verdad que el cambio de tendencia observado en los últimos años ha dado pie a que se busquen más fuentes de proteína alternativas:«En Europa, el consumo de insectos para alimentación humana no está aprobado de manera generalizada, pero se espera que, a lo largo de este año, la EFSA (Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria) apruebe como seguros para el consumo humanos alguno de los expedientes en curso, como los gusanos de la harina enteros o molidos, las langostas, los grillos o los saltamontes», añade.
Carne vegetal que sangra o helados fabricados a partir de leche de origen no animal son alternativas que están comenzando a florecer en Estados Unidos, pero que su modo de obtenerlos no está permitido en Europa. Sandra González razona el por qué: «La famosa hamburguesa que sangra, que desarrolló y lanzó la compañía norteamericana Impossible Foods en 2018, incluye una especie de hemoglobina vegetal (la leghemoglobina) naturalmente presente en pequeñas cantidades en leguminosas como la soja, pero generada mediante fermentación por una levadura genéticamente modificada para producir dicha proteína en mayor cantidad. Al recurrir a una modificación genética, este tipo de productos no están autorizados en la Unión Europea».
La investigadora pone todavía más ejemplos como el reciente lanzamiento en el mercado estadounidense de un helado vegano y sin lactosa, elaborado a partir de proteínas de la leche de origen «no-animal» producidas por fermentación microbiana. «Para conseguirlo, la empresa Smitten N´ice cream recurre a microorganismos a los que agrega secuencias de ADN que instruyen eficazmente a los microorganismos para que produzcan proteínas y grasas encontradas en la leche. De la misma manera, este tipo de producto tampoco está autorizado en la UE».
A la hora de elegir uno de estos productos hay que fijarse muy bien en la etiqueta. Porque dado que lo que se busca es que estos alimentos tengan una buena cantidad de proteína al tiempo que sean sabrosos, a veces es preciso recurrir a ingredientes o aditivos como las grasas saturadas, las altas concentraciones de sal, los aromas o los colorantes que no son adecuados desde el punto de vista nutricional. Es por ello que González recomienda el consumo «de las fuentes de proteínas sin tratar (legumbres y cereales) o bien buscar alimentos ricos en proteínas alternativas, con etiquetados sencillos que contengan componentes conocidos con un perfil nutricional saludable».
La Voz de Galicia