a conservación de los recursos fitogenéticos es fundamental para garantizar la producción agrícola y la soberanía alimentaria. Para contribuir a mantener y fomentar la diversidad y variedad de las especies cultivadas, el Servicio Regional de Investigación y Desarrollo Agroalimentario (Serida) se ha embarcado en el proyecto europeo Increase, con el que se busca integrar la información que contienen todas las colecciones europeas de cuatro leguminosas, —judía, lenteja, garbanzo y altramuz—, y gestionarla de forma eficiente para que estén disponibles, bien para su cultivo directo o bien para desarrollar nuevas variedades más resistentes, que no requieran de tantos fertilizantes ni plaguicidas.
De este modo se podrían, por ejemplo, localizar variedades de faba en Europa resistentes a la mancha angular e intentar transferir ese material genético para obtener una más resistente, o bien recuperar variedades autóctonas en desuso que podrían resultar eficientes en la actualidad. Así lo explica Juan José Ferreira, investigador del grupo de Genética Vegetal del Serida, organismo que, además de participar en el proyecto Increase en todas las tareas relacionadas con la judía y aportar su colección y conocimientos en el área, evaluará la posible erosión o pérdida en la diversidad genética dentro del tipo faba asturiana en los últimos 40 años.
Para ello van a comparar con métodos genéticos la diversidad de fabas que mantiene el Serida en su colección de semillas, —«una joya con más de 3.000 entradas», subraya Ferreira—, con las que actualmente cultivan los productores. «Conocer cómo hemos gestionado esa diversidad es importante», señala, mientras confía en que haya aumentado gracias, entre otros, a la mejora de las comunicaciones que en las últimas décadas han facilitado el intercambio de variedades. Entre otros beneficios, esa «diversidad genética de la faba contribuye a su calidad, a su resistencia a enfermedades, a su tamaño y a evitar la rotura de la semilla. Conocer las diferencias entre variedades de faba permite además protegerla y mejorarla», añade.
La faba es una las especies en las que se centrará el proyecto Increase, que ha elegido cuatro leguminosas porque además de ayudar a fijar nitrógeno en el suelo y hacerlo más fértil, son una importante fuente de proteínas de origen vegetal, fundamental en el cambio hacia un modelo de alimentación sana que Europa ha incluido en su agenda. «Este proyecto conecta también con la política europea de sostenibilidad, de lucha contra el cambio climático y soberanía alimentaria» que defiende Europa, apunta el responsable del equipo asturiano de un proyecto en el que participan 27 instituciones científicas de varios países europeos, además de Rusia, EE UU, Canadá y Argentina.
Coordinado por la Universidad Politécnica de Marche, en la región italiana de Ancona, el proyecto Increase (Intelligent Collections of food-Legume Genetic Resources for European Agrofood Systems) está financiado por la Unión Europea (Programa H2020), dispone de un presupuesto de 7 millones de euros y tiene una duración de cinco años.
El Comercio