a sea el famoso fish & chips (pescado y papas fritas) en Inglaterra, los filetes parisinos con papas a la francesa, las papas fritas belgas con mayonesa o una simple orden de papas fritas en EE.UU., lo cierto es que este producto se disfruta de distintas maneras en todas partes del mundo.
Sin embargo, para Albert Verdeyen, chef y coautor del libro “Carrément Frites”, que traza la historia de esta preparación, las papas fritas son belgas. Verdeyen señala que aunque los estadounidenses las llaman french fries, en realidad son “papas francófonas”.
La tradición popular afirma que las papas fritas originales nacieron en Namur, en la Bélgica francófona, donde los lugareños eran especialmente aficionados al pescado frito.
Cuando el río Mosa se congeló durante un invierno frío en 1680, la gente frió papas en lugar de los peces pequeños a los que estaban acostumbrados, y así fue como nacieron las papas fritas.
Los defensores de esta historia afirman que esta ciudad belga no es solo la fuente de las papas fritas, sino de su nombre: los soldados estadounidenses, estacionados en la región francófona durante la Primera Guerra Mundial, apodaron a las papas fritas como “papas a la francesa”, y así nació el apodo.
Aunque Bélgica está solicitando en la actualidad a la Unesco que respalde a las papas fritas como ícono oficial del patrimonio cultural belga, algunos afirman que esta leyenda no se sostiene del todo.
El historiador culinario Pierre Leclercq, profesor de la Universidad de Lieja, señala en un artículo que la historia de las papas fritas “no es plausible”. Según Leclercq, incluso si la leyenda basada en Namur es cierta, es mucho más probable que ocurriera, no en 1680, sino en 1739: después de todo, las papas no se introdujeron en la región hasta 1735.
No obstante, el historiador sostiene que es poco probable que los habitantes de Namur frieran las papas. “En el siglo XVIII, la grasa era un lujo para las personas de recursos limitados”, afirma. Por esa razón, cree que es sospechosa la idea de que los pobres desperdiciaran la grasa utilizándola para freír.
Leclercq no es el único en creer en una historia diferente para el origen de las papas a la francesa. Algunas personas, especialmente los franceses, toman el nombre del plato de una manera un poco más literal.
Estos defensores de una papa frita realmente “francesa” afirman que la primera forma de esta preparación se vendía en carritos en el puente más antiguo de París, el Pont Neuf, a finales del siglo XVIII.
No obstante, es difícil saber si las referencias escritas se refieren a trozos fritos de papa, o más bien a rodajas salteadas en una sartén con mantequilla. Las papas a la francesa aparecen por primera vez por escrito, en su forma actual y con la tradicional técnica de doble fritura para lograr la corteza perfecta y el interior tierno, a principios del siglo XX en una guía belga llamada “Tratado de Economía e Higiene Doméstica”. Para Leclercq, incluso esto no es suficiente para demostrar de manera categórica el carácter belga de las papas fritas.
Pero tal vez no es su origen lo que importa a la hora de decidir quién merece reclamar a las papas fritas, sino quién creó la versión más emblemática del plato. Para algunos, las papas a la francesa, sin importar sus orígenes francófonos, se han vuelto estadounidenses, donde el consumo promedio por persona es de cerca de más de 13 kilos al año.
Mientras tanto, Canadá, hogar de McCain Foods –el mayor fabricante mundial de papas fritas congeladas–, las ha convertido en un plato nacional gracias a la Poutine, la combinación de papas fritas, cuajada de queso y salsa que apareció por primera vez en la zona rural de Québec en la década del cincuenta.
Después de todo, en un mundo donde las papas fritas a menudo se reducen a ser solo un acompañamiento de hamburguesas, carne o pescado, o una base para salsa y queso, solo en Bélgica las papas fritas son en sí mismas una comida: de manera tradicional, hechas con la variedad de papa holandesa bintje, estas papas fritas son siempre freídas en sebo de res (nunca en aceite), amontonadas en un cono de papel con un toque de mayonesa.