l lino y el cáñamo industrial son dos cultivos vinculados desde antiguo a Galicia y que en los últimos años están buscando de nuevo un hueco en las producciones agrarias gallegas. Aunque por ahora su producción es reducida, las condiciones climáticas y de los suelos gallegos favorecen su cultivo.
Además, aunque su aprovechamiento está vinculado al textil, se abren nuevas posibilidades como la alimentación humana o animal, así como fines terapéuticos y medicinales o incluso como alternativa sostenible frente al plástico.
«Tanto el lino como el cáñamo son dos cultivos que ofrecen un abanico de posibilidades para su aprovechamiento en Galicia», explica María Pilar Castro García, ingeniera agrónoma y maestra en el Centro de Formación e Experimentación Agroforestal de Guísamo (A Coruña), donde recientemente abordaron estos cultivos en una jornada y tienen previsto realizar una plantación experimental de lino y cáñamo.
El cultivo del lino está muy arraigado en Galicia y cuenta con una honda tradición. «En todas las casas gallegas se aprovechó el lino durante generaciones», explica Castro. Los telares o las piezas de ropa de lino que aún se conservan en muchas viviendas del rural gallego dan buena cuenta de este pasado. También los topónimos vinculados al lino recogen la presencia de este cultivo.
Hay testigos de esta producción tanto en la cultura popular como en documentos antiguos y etnográficos de toda la comunidad. «Se empleaba para vestir a la familia pero también como un elemento de trueque en la economía familiar, de ahí que tuviese tanta importancia», concreta Castro.
Sin embargo, la introducción de otras fibras como el algodón relegó el cultivo del lino que, poco a poco, se fue abandonando. Aun así, a día de hoy queda quien trabaje el lino. «Es muy difícil estimar qué producción de lino hay en Galicia, porque son cultivos de tipo artesanal y muy reducidos», explica la ingeniera agrónoma.
La Asociación de Mujeres de Ínsua, en Lugo, es uno de estos productores de lino. Llevan ya 11 años cultivando lino para poder llevar a cabo todo el proceso y mantener vivo este saber. «Cuando comenzamos ya solo las mujeres de más edad conocían el proceso y veíamos que, en cuanto ellas faltasen, ya no quedaría nadie que pudiera tratar el lino, por eso decidimos hacerlo en la asociación», explica Lourdes Otero, miembro del colectivo y artesana del lino.
Desde entonces, cultivan una parcela de lino y se encargan tanto de hacer el tratamiento completo del lino como después tejer con el hilo obtenido. El proceso de obtener la fibra se prolonga durante todo el año. En el colectivo realizan 32 pasos para conseguir el hilo con el que tejer, entre los que se incluyen el aclarado, el cocido o el lavado de las fibras.
Sin embargo, tal y como explica Lourdes, tanto el tratamiento como el cultivo del lino variaba de unas zonas a otras de Galicia, en función de aspectos como la calidad del agua y los suelos.
Pese a las variaciones que se dan de unas zonas a otras, las condiciones climáticas de Galicia se adecúan para la producción de lino. «Las referencias históricas de su cultivo muestran que las tierras y el clima gallego son apropiados. Además, en la actualidad aún puede verse lino silvestre en muchas zonas», explica Castro.
La Asociación de Mujeres de Ínsua, en Lugo, es uno de estos productores de lino. Llevan ya 11 años cultivando lino para poder llevar a cabo todo el proceso y mantener vivo este saber. «Cuando comenzamos ya solo las mujeres de más edad conocían el proceso y veíamos que, en cuanto ellas faltasen, ya no quedaría nadie que pudiera tratar el lino, por eso decidimos hacerlo en la asociación», explica Lourdes Otero, miembro del colectivo y artesana del lino.
Desde entonces, cultivan una parcela de lino y se encargan tanto de hacer el tratamiento completo del lino como después tejer con el hilo obtenido. El proceso de obtener la fibra se prolonga durante todo el año. En el colectivo realizan 32 pasos para conseguir el hilo con el que tejer, entre los que se incluyen el aclarado, el cocido o el lavado de las fibras.
Sin embargo, tal y como explica Lourdes, tanto el tratamiento como el cultivo del lino variaba de unas zonas a otras de Galicia, en función de aspectos como la calidad del agua y los suelos.
Pese a las variaciones que se dan de unas zonas a otras, las condiciones climáticas de Galicia se adecúan para la producción de lino. «Las referencias históricas de su cultivo muestran que las tierras y el clima gallego son apropiados. Además, en la actualidad aún puede verse lino silvestre en muchas zonas», explica Castro.
Hoy el aprovechamiento del cáñamo puede destinarse a una amplia variedad de usos en distintos campos. La obtención de fibras textiles, el cultivo para forrajes, la elaboración de pinturas, aceites, combustibles, así como la elaboración de productos terapéuticos y medicinales abren diferentes mercados.
Además, se presenta como una alternativa respetuosa con el medio ambiente. «La gran resistencia que presentan las fibras de cáñamo hacen que se pueda incluso proponer como una alternativa biosostenible al plástico en la confección tanto de cabos para barcos o piezas de automoción», explica Castro.
Así como con el lino, las semillas del cáñamo tienen propiedades beneficiosas para la salud y contienen todos los ácidos grasos esenciales, sirviendo como refuerzo del sistema inmunitario.
En Galicia, firmas como Naturwear, situada en el Bajo Miño, están aprovechando el cultivo del cáñamo para la fabricación textil. El aprovechamiento de estas fibras es un fuerte competidor para el algodón, puesto que se pueden obtener fibras con mayor suavidad. Además, una hectárea de cáñamo puede producir el doble de fibra que una de algodón, tal y como recoge un informe presentado recientemente por la Asociación Galega de Cooperativas Agroalimentarias (Agaca), que valora el cáñamo como una alternativa de aprovechamiento para el campo gallego.
Atendiendo al uso para el cuál se vaya a destinar el cultivo de cáñamo, el procedimiento a seguir también será diferente. Así, si lo que se pretende es aprovechar las semillas, hojas y flores, ricos en grasas y proteínas, y considerados un alimento muy completo, su tratamiento es manual. Las semillas deben cosecharse a los 80 o 90 días y después pasan por un proceso de secado del grano. En este caso, se estima que se precisan entre 40 y 50 kilos de semillas por hectárea, que tienen un coste de entre 9 y 12,5 euros el kilo.
Sin embargo, si lo que se pretende es el aprovechamiento de las fibras, debe incrementarse el número de semillas hasta 60 o 75 kilos, según las recomendaciones del informe remitido por Agaca. También su recolección se retrasa hasta los 120 o 130 días, cuando la planta tiene un crecimiento ya de entre 2,5 y 4 metros, lo que implica que también se emplee maquinaria adecuada.
En los últimos años, el cultivo de cáñamo está suscitando interés entre comunidades de montes, agricultores o ganaderos que ven un aprovechamiento de las tierras con esta planta. Además, frente a otros cultivos, el cáñamo presenta una mayor resistencia a distintas plagas y ataques de la fauna salvaje. «Los productores vieron que las plantaciones no sufren daños por el jabalí», explica la ingeniera agrónoma.
El cultivo de cáñamo deja otras ventajas, a parte del propio rendimiento que se pueda obtener, puesto que se considera una planta regeneradora de la tierra, ya que impide el crecimiento de otras hierbas y mejora el suelo debido a su raíz pivotante.
Con todo, el cultivo de cáñamo industrial es aún muy puntual en Galicia. Además, la gran semejanza de las plantas con la variedad psicotrópica, ya que a simple vista no se llegan a diferenciar, hace preciso que estas plantaciones se notifiquen a la Guardia Civil.
Campo Galego